domingo, junio 23, 2013

Artes Plásticas / México: Francisco Toledo ilustra su afinidad con las fábulas de Esopo

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Toledo y una muestra de su trabajo. (Foto: J. Arturo Pérez Alfonso y A. Flores)

C iudad Juárez, Chihuahua. 22 de junio de 2013. (RanchoNEWS).- La fábula de una culebra que está mordiendo una lima de metal es para el artista oaxaqueño Francisco Toledo una imagen con la que se identifica, refiere en la entrevista después de reflexionar unos segundos. «La necedad de la serpiente que cree que la lima es comestible... no sé bien cuál es la moraleja, pero sí me reconozco en la necedad de algo que tiene que ver con mi trabajo». Una nota de para La Jornada:

Asomado en un portón del Centro de las Artes de San Agustín Etla, mientras cae una pertinaz lluvia, el pintor, grabador y fundador de ese espacio conversa minutos antes de la inauguración de la exposición Fábulas de Esopo, integrada por 50 grabados impresos entre abril y junio de este año, en los que ilustra historias del escritor griego que se presume vivió en 600 aC.

«El descubrimiento de lo antiguo», se lee en la entrada del chalet de la ex fábrica de textiles, justo antes de dar paso al zoológico de tinta en sus jaulas de papel acristalado que posa sobre los muros, tras una inauguración sin aspavientos y discursos al micrófono. Toledo recargado en el barandal del edificio afrancesado, da la espalda a las montañas abrumadas de Oaxaca.

Minutos antes, relata que el origen de esta serie de ilustraciones fue el descubrimiento de una edición de fábulas de Esopo, realizada en Oaxaca en 1849. El impresor Juan Pascoe encontró en una tienda de viejo el cuadernito, con las historias en español y latín, porque se usaba para la enseñanza en ese entonces de los seminaristas.

«Una joya bibliográfica», exclama al artista, mientras da un sorbo a su taza ennegrecida de café. Agrega que propuso a Maria Isabel Grañén, de la Fundación Harp, hacer las ilustraciones de estos textos. «Pero cuando lo empecé a leer, vi que no son las fábulas que llaman más la atención, así que se comenzaron a agregar otras. Es probable que muchas más se sumen a la exposición itinerante cuando llegue a la ciudad de México».

Otra parte consecuente de la iniciativa es realizar una edición para llevar las historias a niños indígenas, en la que ya trabajan Natalia Toledo, poeta zapoteca e hija del artista, así como Víctor Manuel Vastillejo Cata. «Un proyecto para hacer un texto que pueda servir a los maestros bilingües que no tienen absolutamente ningún material didáctico en ninguna lengua», deplora Toledo.

«Esta idea de que las culturas deben encerrarse en su propia lengua no es válido», opinó al comentar que alguna vez un purista le espetó que no hay que dar estas historias a las comunidades, que deben crear su propia literatura. «Pero no quiero esopisar a las culturas», dice en un juego de palabras; «simplemente este libro fue un hallazgo y el pretexto para compartirlo con las personas. Vamos a ver cómo pasa al traducirlo a las lenguas».

«Por lo general el impulso por la vida es más fuerte que su propio dolor», enseña la moraleja con el título El anciano y la muerte. Van desfilando las diversas fábulas, en pequeños textos y sus ilustraciones realizadas por Francisco Toledo, con títulos que agrupan parejas en mayoría: el buey y la rana, el león y la rata, el rey y las monas, las liebres y los leones, la hacha y el mango, entre otras.

Durante la conversación con La Jornada, el artista oaxaqueño relata que tras el descubrimiento del antiguo texto empezó a releer al narrador griego. «Y me encuentro que una de las imágenes que yo hice, tal vez hace 40 años, de hecho es una fábula de Esopo. Es un grabado de una señora que prepara un desayuno para un león, pero a los niños que tienen las uñas muy largas, se las cortan. Ésa era mi grabado».

En el rencuentro aparece la imagen del león al que le cortan las uñas y le liman los dientes, la misma historia, que trata de que el animal quiere casarse con una muchacha, el papá dice que sí, pero debe arreglarse. Pero había un plan, cuando lo acicalan, le quitan el poder, la fuerza y lo feroz, entonces lo apalean y lo corren. «No sé cuál es la moraleja, pero no te dejes cortar las uñas, no confíes» advierte.

Historias antiguas que coinciden en algunas culturas, ahora se suman a la zoología que ha construido el creador oaxaqueño de 72 años. «Hay otras imágenes que también encuentro muy afines a mi trabajo. O en Kafka, por ejemplo, creo que seguramente también leyó a Esopo, porque encuentro algunas historias que podrían acercarse. Parece ser que los curas también leyeron a Esopo a los indígenas que catequizaron y les relataban todas estas fábulas que te enseñan todo un modo de ser y la moral. Creo que en la cultura indígena también hay Esopo, cada cultura se va apropiando».

El descubrimiento de los antiguo nuevamente llegará a los niños, aunque revela divertido: «tengo nietos, pero son un poco salvajes. Por ejemplo, si usted se imagina a un abuelito leyéndole un cuento a unos nietecitos, estos no quieren que les cuenten nada, quieren correr, brincar, andar de arriba para abajo. No te puedes sentar con ellos y platicarles, (o decirles) ‘¿cómo vas en la escuela, mi’jito?’»

Pero convive también con los alumnos de la escuelita que el CaSa ha adoptado al remodelarla y dotarla de servicios, ubicada a las espaldas de la fábrica. «Les regalé unos gorros con las vocales. Son muy cariñosos los niños, me ven y me hacen fiesta. Bueno, les correspondo».

Mientras el artista observa sentado en un balcón del chalet, fotografías y saludos en intermedios, la salita de exposición se ha colmado de visitantes. «Esopo sigue siendo un enigma universal», dice la ficha museográfica. «Así también, Francisco Toledo sospecha a Esopo. Sapo mitológico antepasado, espejo de un abismo».

Aunque, más bien es esa culebra insistente la que imagina Toledo. «En cierto modo, más de 70 años y como pintor», es necedad, afirmó antes.



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