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Anatoli Iksanov, hasta hoy director general del Teatro Bolshói de Moscú. (Foto: Maxim Shemetov)
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iudad Juárez, Chihuahua. 9 de julio de 2013. (RanchoNEWS).- La situación en el Bolshói era insostenible y, por fin, con bastante retraso, Anatoli Iksánov ha sido cesado de su cargo de director del legendario teatro que ocupaba desde el primero de septiembre de 2000. En su reemplazo ha sido nombrado Vladímir Urin, que encabezaba el Teatro Musical Stanislavski Nemeróvich-Dánchenko de Moscú. Una nota de Rodrigo Fernández para El País:
La salida de Iksánov se debe a «la compleja situación» en el Bolshói, lo que en buen cristiano significa que la causa reside en los numerosos escándalos que han marcado al teatro en los últimos tiempos, desde su polémica reconstrucción, que se prolongó mucho más allá de lo planeado mientras se multiplicaban los costos, hasta el ataque al director del ballet, Serguéi Filin, que, al menos por ahora, ha quedado prácticamente ciego. Por cierto, el anterior director del ballet, Guennadi Yanin, tuvo que dejar el puesto en 2011 después de que fotos suyas de carácter pornográfico aparecieron en Internet. Sea como fuere, Iksánov no queda en la calle: ha sido nombrado asesor del ministro de Cultura, Vladímir Medinski.
La tragedia de Filin reveló a Rusia y al mundo entero lo que antes sabía solo un pequeño círculo de personas: que el Bolshói –al menos su departamento de danza- era un nido de víboras, con odios profundos y constantes luchas internas y que el colectivo estaba seriamente dividido.
En lugar de tratar de terminar con esas peleas internas después de la bárbara agresión que sufrió Filin –que fue atacado con ácido por un enmascarado detrás del cual estaba aparentemente el solista Pável Dmitrichenko, hoy en la cárcel-, la dirección del Bolshói quiso aprovecharse de la situación y acabar con su principal opositor, la estrella Nikolái Tsiskaridze, que desde hacía tiempo venía criticando duramente tanto a Iksánov como al director del ballet. A partir del 1 de julio, Tsiskaridze ya no trabaja en el Bolshói, porque simplemente no le renovaron el contrato que expiró el día anterior.
Además, los dirigentes del teatro cometieron otro error, que, según algunos comentaristas, pudo ser la gota que colmó el vaso y provocó el desenlace: el tres de julio pasado se anunció que el último estreno de la temporada, el ballet Oneguin, basado en la célebre obra de Alexandr Pushkin, contrariamente a lo previsto no estaría protagonizado por Svetlana Zajárova, primera bailarina del Bolshói que, además, es diputada de la Duma Estatal por el partido gubernamental Rusia Unida. Zajárova no estaba de acuerdo con el elenco elegido para Oneguin y, como no le hicieron caso, se negó a interpretar el papel de Tatiana, que ya había preparado.
El nuevo director enfrenta una misión cuasi imposible: renovar el teatro y terminar con la guerra interna. Urin tiene una gran experiencia a la cabeza de teatros: el primero que dirigió, fue uno de provincia, el Teatro del Joven Espectador, de Kírov, en 1973. Ocho años más tarde se muda a Moscú para hacerse cargo del Gabinete de Teatros Infantiles y de Marionetas del la Asociación Teatral, y en 1995 asume como director general del Stanislavski Nemeróvich-Dánchenko. Paralelamente, fue durante casi una década secretario de la junta directiva de la Asociación de Profesionales de Teatro; además, a él pertenece la idea y la concreción del premio Máscara de Oro, el más importante que se da en Rusia en la esfera teatral.
Son todavía una incógnita las medidas que tomará Urin para mejorar la atmósfera al interior del Bolshói, pero es poco probable que siga el consejo de la famosa soprano Anna Netrebko, que recientemente, en vísperas de cantar con el barítono Dmitri Jvorostovski en la plaza Roja de Moscú, declaró: «Hay que echarlos a todos, cambiarlo todo, de pies a cabeza, y hacer nuevo contratos; entonces quizá cambie en el Bolshói».
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