martes, octubre 15, 2013

Libros / Alemania: Ni el libro ni el editor morirán, concluyen en la Feria de Frankfurt

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Aspecto de la feria. (Foto: Frankfurte Buchmesse)

C iudad Juárez, Chihuahua. 14 de octubre de 2013. (RanchoNEWS).- Peter Mayer tiene ya 80 años. Estuvo dos décadas al frente de Penguin, el gigante editorial británico al que despertó para convertirlo en una referencia definitiva en el libro de bolsillo. Es uno de los editores más queridos de la Feria de Frankfurt, donde la semana pasada semana recibió el agasajo tradicional que le dedican sus numerosos amigos cada vez que se celebra el certamen editorial más importante del mundo. Cuando dejó Penguin, al borde del siglo XXI, regresó a sus cuarteles de Nueva York, reinició la pequeña editorial que había fundado su padre, Overlook Press, y ahora desde allí sigue, a su edad, resistiendo, «pequeño pero feliz», escribe Juan Cruz Ruiz desde Frankfurt para la revista Ñ.

Lo vi sentado en su hotel de siempre, el Heissisher Hof, recibiendo las visitas de «los buenos amigos»: editores de otros planetas, a los que ve desde hace décadas, con los que hace negocios grandes y chicos y con los que habla, en los recesos, de cómo les va la vida, y no sólo la vida que les dan los libros. Él es, como tantos otros veteranos que siguen viniendo cada año aquí, un conocido y un amigo; el negocio que establece se basa, desde hace varios años, en la mutua confianza de que el otro no le va a vender mercancías averiadas: se tienen confianza.

Mayer sabe, eso me dijo, que los libros van a durar muchísimo; es consciente, como también lo son sus colegas, de que en el futuro habrá menos libros, «porque habrá menos librerías»; seguirá habiendo papel, «pero será para hacer mejores libros, más hermosos», según explicó. Y, añadió el editor, ajustándose una de sus numerosas gafas (algunos dicen que en su casa guarda, dispersas, 133): «Los grandes grupos serán más chicos».

Él ahora tiene, además de Overlook Press, cuya sede central está en Manhattan, Nueva York, una pequeña editorial en Londres, «que está manejada por poca gente y edita al año un centenar de libros». Esa será la dimensión, dice él, y así será el negocio.

Pocos libros bien hechos para los lectores que ahora tendrán dos fuentes de las que leer: el impreso y el digital, pero el digital no matará a la estrella fija de la edición.

El libro tradicional, dice Mayer y dicen sus colegas en la Feria del Libro de Frankfurt, resistirá. Me lo dijo un día en la comuna francesa Aix en Provence el editor italiano Luca Farmaton usando una frase de Giuseppe Verdi sobre la vigencia del pasado y me lo repitió ahora en la ciudad alemana, en el agasajo a su colega Mayer: «El libro es para conservar, el libro electrónico es para usar». Me lo dijo de otra manera Anne Solange Noble, de la editorial francesa Gallimard: «Si piensas en regalar, regalas un libro». Y mientras el libro tenga esa función, entonces sin dudas estará vivo.

El clima no es de catástrofe, ni mucho menos. Los libros, si son buenos, resistirán. Y si los editores son buenos, si publican buenos libros, resistirán también. Frankfurt es ahora una combinación perfecta de veteranos como Mayer y de jóvenes como Pilar Reyes, la editora de Alfaguara. Ella opina igual: si es sólido, el libro resiste.

Estábamos sentados, en la cena organizada en honor de Mayer, junto a la muy experimentada agente inglesa Deborah Owen. La esposa del ex ministro laborista David Owen nos preguntó: «¿Y si todo esto que pasa con lo digital fuera una enorme burbuja que aún no llamamos burbuja?». Probablemente exagera, pero exageran también los que dieron por muerto el libro hace rato a manos de la estrella digital.

En su discurso ante sus colegas, dicho con el buen humor british que le caracteriza, Peter Mayer explicó una anécdota de otro viejo editor: decía que un jefe nunca debe responsabilizarse de sus cartas enteramente, así que al final de sus escritos debería consignar esta frase: «Dictated but not read» («Dictado pero no leído»). Añadió, haciendo un juego de palabras en inglés, que él espera que quizá algún día él mismo tenga que acabar diciendo «Dictated but not dead» («Dictado pero no muerto»).

El libro no está muerto. Y el editor, por lo que se ve en la Feria del Libro más importante del mundo, está dispuesto a resistir las amenazas que sufre el oficio. Para matarlo hace falta mucho más que un mal augurio.

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