jueves, octubre 03, 2013

Literatura / México: El biógrafo de Mutis recuerda

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El escritor colombiano. (Foto: Archivo)

Ciudad Juárez, Chihuahua. 29 de septiembre de 2013. (RanchoNEWS).- En 1959 Álvaro Mutis fue detenido en México y encerrado durante un año tres meses en el Palacio Negro de Lecumberri por un delito del que disfrutaron muchos escritores y artistas, y que sólo él pagó, asegura Gabriel García Márquez en el prólogo del libro de su amigo La mansión de Araucaima: relato gótico de tierra caliente y otros, escribe Karen Julibeth para Milenio en la Ciudad de México.

«Mi trabajo en la Esso me ofrecía grandes satisfacciones. Tantas, que llegué a disfrutar de algunas que me estaban prohibidas. Como jefe de relaciones públicas manejaba un jugoso presupuesto (...) y no sé en qué momento empecé a disponer de ese dinero que sin embargo jamás llegó a mi bolsillo sino que utilicé, por ejemplo, para organizar fiestas y homenajes y para promover quijotadas de la cultura», se lee en El reino que estaba para mí, del escritor y periodista colombiano Fernando Quiroz.

En 1956 decidió exiliarse en México, durante la dictadura del general Gustavo Rojas Pinilla (1953-1957), cuando fue acusado de malversación de fondos en la petrolera Esso.

Durante esos quince meses mataba el tiempo con la lectura, inventaba obras de teatro, llevó un diario de su paso por la cárcel y escribió mucho, dice su único biógrafo en entrevista para Milenio.

En la cárcel mexicana escribió su primera narración en prosa: El diario de Lecumberri (1960).

No estuvo totalmente solo, «buena parte de la intelectualidad de México desfiló por Lecumberri. Buñuel fue muchas veces. Mutis decía con humor que tal vez iba tanto por el buen pan que allí preparaban», dice Fernando. El director de teatro japonés Seki Sano también fue una de las visitas del Álvaro en el Lecumberri, y durante esa estancia mantuvo una relación epistolar con Elena Poniatowska, de la que nació un libro.

«En Lecumberri tomaron forma La muerte del estratega, Sharaya, Antes de que cante el gallo, una primera versión de El último rostro y varios de los poemas que aparecen en Los trabajos perdidos», dice el libro que será próximamente reeditado en México bajo el sello de Random House Mondadori.

Fernando Quiroz quiso conocer a detalle a Álvaro Mutis después de una entrevista de dos horas que lo dejó fascinado. Se propuso realizar una entrevista más larga que tomó quince días y de la que resultó la primera biografía del escritor colombiano, El reino que estaba para mí.

«Mutis se había jubilado unos pocos años atrás y llevaba una vida muy familiar. Pasaba horas leyendo y escribiendo en ese estudio maravilloso frente al cual había sembrado una mata de plátano como las de la finca que frecuentaba de niño en la zona cafetera», recuerda Quiroz.

Lo que más recordaba Mutis de su infancia eran los viajes que hacía en barco desde Europa hasta el puerto colombiano de Buenaventura, dice el periodista, para llegar al paraíso colombiano Coello, una finca cafetalera y cañera que fundó su abuelo materno en medio de ríos y de cafetales.

«Todo lo que he escrito está destinado a celebrar, a perpetuar ese rincón de la tierra caliente del que emana la substancia misma de mis sueños, mis nostalgias, mis terrores y mis dichas. No hay una sola línea de mi obra que no esté referida, en forma secreta o explícita, al mundo sin límites que es para mí ese rincón de la región de Tolima, en Colombia», decía Mutis acerca del lugar donde vivió.

La escritura poética como el juego de billar

Álvaro Mutis nació el 25 de agosto de 1923 en Bogotá. Vivió y estudió, la mayor parte de su infancia en Europa, donde su padre era diplomático. A los 33 años muere su padre y él regresa con su madre a la finca de Coello donde se queda a vivir.

Sin alcanzar el título, estudia en la Universidad del Rosario, donde el escritor colombiano Eduardo Carranza lo inicia en la poesía. Fernando Quiroz cuenta que era amigo de poetas más grandes que él, «con los que se sentaba a hablar de los clásicos en los cafés bogotanos siendo muy joven».

«En cuanto a la poesía, comparaba la escritura con el juego del billar: primero se dedicaba a estudiar la jugada, a ver por dónde atacar y cuando estaba seguro se lanzaba. En la narrativa se sentaba sin planes previos: creía más en la disciplina que en la inspiración», dice Quiroz.

Se dice que el novelista polaco Joseph Conrad lo había influenciado mucho en su obra literaria, «por la coincidencia en las historias marinas», pero el biógrafo considera que sus verdaderas influencias son Robert Louis Stevenson, Saint Exupery, Cervantes y Baudelaire.

El Quijote y las novelas ejemplares de Cervantes eran sus lecturas favoritas. Consideraba que los dos libros más bellamente narrados eran La isla del tesoro, de Stevenson, y Kim, de Kipling, recuerda Quiroz. Además era un gran lector de historia, admiraba y releía con frecuencia los ensayos de Montaigne.

Según su bibliotecario personal, Iván Granados, para Mutis no había distinción entre historia y poesía. Su gusto por el pasado se advierte en sus extensas colecciones de temas específicos como Bizancio y Napoleón. Esto nos conduce a un aspecto siempre polémico de su personalidad: el gusto por la monarquía. Fernando Quiroz piensa que a veces «se refugiaba en su aparente afición por la monarquía para eludir un tema que terminaba por enfrentarlo a una de las facetas más vergonzosas del ser humano», esto es, la política.


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