lunes, diciembre 02, 2013

Literatura / México: Vargas Llosa y Grossman discuten sobre el poder de cambio del arte

.
Los escritores Mario Vargas Llosa (dcha.) y David Grossman (izda.), durante la charla.  (Foto: EFE)

C iudad Juárez, Chihuahua. 2 de diciembre de 2013. (RanchoNEWS).- La Feria del Libro permite que Vargas Llosa diga a primera hora que «Venezuela camina hacia una dictadura» y que poco después recite un verso de Neruda («Mi cuerpo de labriego salvaje te socava y hace saltar el hijo del fondo de la tierra....») para recordar que 20 poemas de amor fue el único libro que su madre le prohibió leer en sus infantes días de Cochabamba. «Lo que fue un gran favor», reconoció entre risas. Una nota de Jacobo García para El Mundo:

Pero también permite que el rostro más amable y pacifista de Israel se imponga sobre los desagradables sistemas de seguridad que conviven con los 'stands', los escritores y las editoriales. «Nuestra vida está en peligro y sólo con la paz sobreviviremos y sólo así Israel tendrá un hogar», dijo el escritor israelí David Grossman, de 59 años, conocido pacifista desde que su hijo murió en 2006 en el sur del Líbano, cuando su carro de combate fue alcanzado por un misil de Hezbolá.

Pero el encuentro entre Mario Vargas Llosa y David Grossman fue en realidad un taller literario salpicado de reflexiones políticas. Es la magia de la Feria que dejó a cientos de personas en silencio mientras ambos escritores defendían con el cuchillo entre los dientes la literatura, los lectores y su fuerza. «La única libertad que tenemos de verdad es contar las cosas con nuestras palabras. Narrar mi tragedia y la de Israel con mis ideas y términos. ¡Háganlo ustedes!», clamó Grossman.

«Siempre pienso cuál es la diferencia entre leer el periódico y un libro», dijo Grossman. «Cuando un millón de personas lee un periódico da la sensación de que todos somos uno. Pero cuando 10.000 personas leen un libro cada uno lo interpreta de forma distinta». Y puso un ejemplo salido de Madame Bovary: «Hay una escena del libro en el que ella quiere estar con su amado y los dos buscan un lugar para estar solos pero no lo encuentran. Al final dan con una carroza donde cierran las cortinas y hacen el amor mientras circulan por la ciudad y son observados por todo el mundo, que ve el vehículo moverse. Cuando leemos un periódico somos la gente que mira la carroza, cuando leemos un libro somos la pareja de dentro que hace el amor».

«Me alegro que haya citado a Flaubert», contestó Vargas Llosa, «con él descubrí el tipo de escritor que quería ser y también el escritor que no quería ser. Yo quería ser realista y describir en pocas palabras el ambiente y no quería ser reiterativo ni abundante». El cara a cara dejó dos formas antagónicas de entender la literatura. Mientras para el autor de La sonrisa del cordero es una forma de enfrentar la vida, «de estar y de ser con mayúsculas», para Vargas Llosa fue la posibilidad de escapar de su «infancia gris» pensando que la vida merecía la pena.

¿Literatura y conflicto? Introdujo entonces el moderador. «Por qué tiene que arruinar este momento tan sublime hablando de política», dijo entre risas. Pero Grossman recogió el guante: «Amo Israel aunque odie todo lo que es, pero también es el único lugar donde yo no me siento extranjero cuando abro la boca. Israel fue creado de forma trágica y por primera vez tenemos una casa, una manta. Porque un judío es una persona que nunca se sintió bien en el mundo y que por primera vez encontró un lugar. Pero no es un hogar».

«¿Y qué se necesita para conseguir la paz?», se preguntó. «Los palestinos deben tener un estado propio libre, independiente y soberano. Tienen el derecho a vivir una vida normal y que no sufran la humillación de la ocupación. Yo no quiero que nadie tenga sombras y mientras estemos ocupando estamos dando una sombra y no pueden respirar. Sólo así, sin sombras, podremos tener un hogar. Las fronteras de Israel se han movido tantas veces con cada guerra que es como vivir en una casa con paredes móviles y con el suelo temblando», concluyó .



REGRESAR A LA REVISTA