miércoles, febrero 05, 2014

Libros / España: «Queer», glosario de un maldito

.
William Burroughs apunta a las Torres Gemelas, en Nueva York, en 1978. (Foto: Gerard Malanga)

C iudad Juárez, Chihuahua. 5 de febrero de 2014. (RanchoNEWS).- Todo retrato de William S. Burroughs estará lleno de contradicciones tanto por razones plástico-estéticas como puramente biográficas. Hay algo de «cabeza borradora», de ofuscación, algo que pasa de la escritura a los hechos y viceversa (un letargo condimentado con la heroína y la damocliana frustración del deseo homosexual); él mismo jugó a este juego de espejos con la «doble exposición simultánea» de los sucesivos autorretratos que aparecen en Queer (cuya edición definitiva del 25º aniversario de la novela publica Anagrama, con traducción de Marcial Souto). En su áspera concisión, debe ser vista y tratada como una suerte de Ars poetica, compendio a la vez que ideario de un desastre, o mejor del desastre. Escrita en 1952, pero no publicada hasta 1985, Queer, en una segunda, tercera, otra lectura, sigue siendo un vehículo de tortura y develamiento de la esfinge. Una nota de Roger Salas para El País:

Dice Oliver Harris (que prologa la edición y es además el editor de las cartas de William S. Burroughs y de otros estudios sobre el escritor) que «puesto que no hay libros heterosexuales en la obra de William S. Burroughs —cualquiera de ellos podía llamarse Queer—, su segunda novela es perversamente típica…», a lo que puede agregarse, y esclarecedora en sus propias tinieblas. Esto, también en cuanto al título, pero en la sustancia, si hay un libro nada reivindicativo o militante (cosas que horrorizaban al autor) ese es precisamente Queer, muy al contrario, para que con una fría y malévola conciencia irónica se tire piedras a su propio tejado de vidrio desde la primera página hasta la última.

Ese era William S. Burroughs, un maestro del descreimiento y la desilusión, de los viajes a ninguna parte y las canciones que se interrumpen solas para dar paso al más elocuente de los silencios, el vacío. Lo mejor que dice Harris en su educativo texto es que Queer es un libro político, porque de hecho, en su margen, la revelación es política radical, quizá el ejemplo de desintegración más mortífero (¡y nada sutil!) de la literatura de su tiempo, mil veces imitado, nunca superado. Muy a su pesar, Queer conserva un podio en «la tradición literaria gay» (Harris), pero lo trasciende autónomamente, y toda esa intrincada (y a veces incomprensible) mandanga de «método heterosexual versus novela homosexual» resulta estéril.

Descarnado, radical en la aparente simpleza de las líneas (a fin de cuentas, su manera de dibujar literariamente es básicamente amarga y desangelada), William S. Burroughs sabía que con Queer tocaba al menos uno de sus techos, el de vidrio.

A

Ayahuasca: meta y substancia, ver Cartas de la ayahuasca (1963). «Me siento dispuesto a irme al Sur en busca del éxtasis ilimitado que se abre en vez de cerrarse como la droga. El éxtasis es ver las cosas desde un ángulo especial. Tal vez encuentre en la ayahuasca lo que he estado buscando en la heroína, la yerba y la coca. Tal vez encuentre el éxtasis».

B

Bala: «El libro está motivado y formado por un acontecimiento que nunca se menciona, que de hecho se elude cuidadosamente: la muerte accidental por un disparo de mi mujer, Joan, en septiembre de 1951» (…) «Todo me lleva a la atroz conclusión de que jamás habría sido escritor sin la muerte de Joan». [Introducción a la edición de Queer de 1985].

Bar: hay muchos bares en la obra de W. S. B. diríase que junto a las sórdidas habitaciones de hoteles baratos son el escenario predilecto para la «no acción», a la manera de los cuadros de Hopper, como esta descripción del Cuba, un bar que «por dentro parecía el escenario para un ballet surrealista», con «sirenas andróginas y peces inquietantes».

C

Cartas: relata Harris que en una misiva a Allen Ginsberg, en ese momento fungiendo como su agente literario, le expresa que guarde sus cartas para «un libro futuro, cuando sea famoso».

D

Danza: la descripción gore de la muerte de Isadora Duncan: «En el Hispano-Suiza de Duc de Ventre cuando sus colgantes hemorroides saltaron del coche y se enrollaron en la rueda trasera».

Droga: peyote, marihuana, heroína, cocaína… la lista de W. S. B. es tan rigurosa y exhaustiva como la de la DEA. «Un toxicómano respeta poco su imagen. Usa la ropa más sucia y gastada y no siente ninguna necesidad de llamar la atención. Durante mi periodo de adicción en Tánger, me conocían como ‘El hombre invisible’. Esta desintegración de la propia imagen se traduce a menudo en una sed indiscriminada de imágenes. Billie Holiday dijo que supo que se había desenganchado de la droga cuando dejó de ver la televisión».

H

Heroína: «Burroughs volvió a consumir caballo durante todo el tiempo que trabajó en Queer». (Harris).

K

Kerouac, Jack: hubo un periodo de retroalimentación entre Kerouac y Burroughs (compartieron apartamento), de hecho en 1945 escriben juntos Y los hipopótamos se cocieron en sus tanques. A su manera, se adoraban.

L

Lecturas: André Gide, Oscar Wilde, Gore Vidal (La ciudad y el pilar de sal); James Barr (Quatrefoil); Fritz Peters (Finistère); Djuna Barnes (El bosque de la noche); Charles Henry Ford (The young and the evil).

M

México: «México es siniestro y sombrío y caótico, con el caos especial de un sueño». (Carta a Jack Kerouac, mayo 1951).

O

Orfeo: el protagonista de Queer va al cine a ver el Orfeo de Jean Cocteau, pero el paralelismo se entabla con el de Ovidio. Dice Harris: «Aunque el paralelismo con el mito de Orfeo resulta atractivo —en la versión de Ovidio (pero no en la de Cocteau), el poeta se siente desgarrado porque después de la muerte de su esposa, Eurídice, renuncia al amor de las mujeres para dedicarse a los muchachos—, el paralelo entre el destino de Lee y la narración de Burroughs demuestra la fuerza cada vez más desestabilizadora del deseo en el plano de la escritura misma».

Q

Queer: una novela de síndrome de abstinencia. El título fue sugerido por Kerouac en los tiempos del apartamento en el Village en 1952. «Mientras que yo escribí Yonqui, siento que Queer me escribió a mí».

Y

Yonqui: una novela de adicción. «Queer es más vendible que Yonqui y puede atraer a un público más amplio. De hecho, es más sensacionalista». [Citado por Harris].



REGRESAR A LA REVISTA