jueves, febrero 27, 2014

Literatura / Entrevista a Taiye Selasi

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La escritora publica en España su primera novela, Lejos de Ghana (Mondadori), la historia de Kweku Sai, un médico ghanés formado en Estados Unidos que aparece muerto en su casa de Accra a los cincuenta y cinco años  (Foto: Archivo)

C iudad Juárez, Chihuahua. 27 de febrero de 2014. (RanchoNEWS).- Taiye Selasi, cuyo nombre significa «hermana mayor gemela», viene de una familia de médicos. Se inició en el mundo de la literatura con el apoyo y la amistad de la escritora premio Nobel Tony Morrisson, a la que estuvo visitando mientras estudiada en Harvard, y con la que mantenía grandes conversaciones literarias. La mezcla cultural hace que esta autora primeriza, nacida en Londres, de familia africana y habiendo estudiado en Estados Unidos, haya preferido elegir Roma como ciudad de residencia. «Sabía que necesitaba irme de Nueva York -comenta-. Lo que había sido para mi un lugar mágico para despertar mis ganas de escribir, dejó de serlo cuando me convertí en escritora profesional. Busqué primero algo para alquilar en París, pero no encontré nada. Y, de repente, un amigo de un amigo me sugirió alquilar su piso, en Roma, en la Plaza de España. Yo no hablaba italiano y al principio me asusté un poco. Pero entre el aeropuerto y el apartamento me enamoré locamente de Roma y desde entonces hemos sido felices juntas». Una entrevista de Jacinta Cremades para El Cultural:

La vida de Taiya Selasi es flexible. Puede que en un fututo, deje Roma por otro país, por otra ciudad. «Mi trabajo está donde esté mi portátil», explica, con una gran sonrisa. Selasi piensa que debe existir la balanza entre la soledad que necesita todo creador y la exposición hacía el mundo exterior, «si un escritor no conecta con nada ni con nadie, vuelve una y otra vez sobre lo que tiene en la cabeza y eso no es muy interesante».

Lejos de Ghana es su primera novela, pero no siempre ha sido usted escritora, ¿verdad?

Es verdad y, a la vez, no. Desde mis cuatro años, yo quería ser escritora. No tengo recuerdos de mi infancia o adolescencia en los que no estoy escribiendo o leyendo. Ninguno de los que me conocían de esa época se extrañaron cuando, por fin, me decidí a dedicarme a ello. Pero, es cierto que entre medias, me asusté. Estudié en Yale, luego en Oxford y, como muchos jóvenes de veinte años, me preguntaba cómo iba a poder vivir con solo la escritura. Pensé que debía ganar dinero y luego, cuando hubiera alcanzado una suma indeterminada, pues lo dejaría y me pondría a escribir. Obviamente no fue así. Cuando finalicé mis estudios, en 2004, volví a Nueva York, trabajé cinco años en televisión, y lo detesté. No detestaba mi trabajo sino el no ser escritora. Cada vez que entraba en una librería y miraba las novedades, mi corazón se partía. Pensaba en esa niña que había sido yo, llena de pasión, y que sabía perfectamente lo que quería hacer con su vida. Hasta que pensé ya basta. Esto fue seis meses antes de mis 30 cumpleaños.

Selasi es hija de padres médicos y su primera novela pone en escena a una familia de médicos, con cuatro hijos, dos de ellos gemelos. En todos estos hechos existen muchos paralelismos con su propia vida y situación familiar.

Si, pero los parecidos son superficiales. Cuando mi madre, mi padre y mi hermana leyeron esta novela me llenó de satisfacción. Tanto ellos, como la mayoría de la gente, asumían que había escrito una historia sobre ellos. Es cierto que mi padre es de Ghana y que el personaje de mi novela es de Ghana. Mi madre es nigeriana y escocesa y le encantan las flores. Y resulta que Fola, el personaje, es nigeriana, escocesa y le encantan las flores. Oluka va a la Universidad de Harvard a estudiar medicina y luego a Hopkings, y mi hermana gemela ha estudiado medicina en Harvard y luego en Hopkings. Hay una pareja de gemelos, mi hermana y yo somos gemelas, etc. Pero son detalles superficiales. Mi familia se dio cuenta, y con razón, de que estos personajes no eran ellos. Estos detalles me ofrecían cierta orientación ya que también escribía sobre temas de los que sabía mucho menos, como por ejemplo, la paternidad, el matrimonio, la muerte o la medicina.

¿Cual es su relación con África, ha vivido alguna vez allí?

Desde que soy pequeña, viajamos a Ghana, a Accra, cada año. Tenemos casa y familia allí. Nunca he vivido allí pero quizá en un futuro, quién sabe.

En el libro dos de los niños se preguntan porque sus padres nunca les trajeron a Ghana. Cuando la familia vuelve a Ghana, «la madre patria» se siente confundida. ¿Hay vuelta atrás cuando se vive o emigra a un otro país?

Depende de la relación que los padres mantienen con su lugar de origen. Tengo primos por ejemplo cuyos padres no tienen una relación problemática ni con Nigeria ni con Ghana. Cuando van con sus padres, se sienten parte de la cultura y del lugar. Pero la gente emigra de su lugar de origen por razones diferentes. En el libro, los niños se preguntan por qué sus padres nunca les llevaron de niños a Ghana. Y la respuesta es porque salieron heridos. Hay gente que se siente herida por su lugar de origen. Mis padres eran increíblemente pobres e increíblemente inteligentes. Los dos por su lado se dieron cuenta de que sus países de origen, no les ofrecían las oportunidades que ellos necesitaban. Mi padre, que fue uno de los mejores cirujanos, fue a la Universidad en Ghana, una de las mejores del país, pero luego, lo que más le frustraba era que en plena operación, la electricidad se iba de repente. Cuando eres inteligente te preguntas por qué el gobierno no puede mantener la electricidad, por qué no puede hacer carreteras. Las grandes preguntas sobre la corrupción, la desviación de bienes públicos, etc, no son abstracciones sino hechos muy reales para gente que desea realizar sus sueños. En el caso de mi padre tuvo que emigrar a Escocia no porque tuviera hacia Escocia un amor especial, sino para convertirse en doctor. Y lo mismo tuvo que hacer mi madre.

Ese dolor que sintieron sus padres, esa falta de recursos que existía en su país y que les impedía formarse como debían, lo retoma en la novela.

Si. Los cuatro niños de Fula y Kweku se vuelven conscientes del sufrimiento de sus padres cuando por fin se reúnen en Ghana. Fula huye del país en plena Guerra Civil en la que además pierde a su padre que no tenía nada que ver. Kweku también fue herido naciendo con ese deseo de aprender en un país en el que no había posibilidades de hacerlo. Eso es muy duro.

Y como usted lo hizo hacia Roma, los personajes también emigraron para realizar su sueño.

La mujer necesita cierta tensión y sentimiento de que está creciendo. Yo en Roma, además de estar en una ciudad maravillosa y llena de comodidades, también estoy con la tensión del idioma ya que sigo aprendiendo italiano.



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