martes, febrero 04, 2014

Texto / Marco Fonz: «La poesía mexicana: Un espejismo que sueña»

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El poeta mexicano. (Foto: Círculo de poesía)

C iudad Juárez, Chihuahua. 28 de enero de 2014. (RanchoNEWS).- El poeta mexicano Marco Fonz (1965) murió la semana pasada en Viña del mar. Reprobó siempre el hábitus y la lógica de la poesía mexicana. Fue un eterno inconforme y encontró en la crítica un vehículo apropiado para manifestar su visión encontrada a la establecida. Presentamos el siguiente ensayo en el que, entre otras cosas, dice: «Existen «poetas mexicanos» que no quieren salir de su cerebro de podrida provincia, y, deslumbrados por su propia ilusión, nos cantan cada año sus doce mejores escritores en una revista que sólo se vende en el círculo de lectores creado por ellos mismos», escribe la redacción de la revista electrónica de literatura Círculo de Poesía:

a)

Comenzar con algo tan sencillo y ya sabido como esto: poiesis, Creación. Creación = Crear, no a imitar, plagiar, copiar, calcar, intertextualizar, nombrar, parafrasear o reescribir. Crear es hacer que algo surja de esa llamada nada, en este caso, el poema.

Sin embargo México es un país de reciclajes poéticos, receptor de toda estética que llega y es tenida como influencia; fenómeno nada malo en la poesía, incluso es natural que se den los viajes de ella por todos los países, ya que la poesía misma es una entidad tan fuerte, que constituye un país por sí sola.

Pero ¿qué hace la mayoría de poetas mexicanos con esas influencias que llegan?

Parece que nada. En apariencia la leen, les gusta, se dejan influenciar, la copian y luego la firman como si ellos hubieran sido los creadores. Mal, mal, mal.

Según Anna Balakian, en su libro El movimiento simbolista, la «influencia» se debe de entender no como imitación, sino como mutación. Y uno de los problemas en la poesía mexicana es que la influencia se queda en el estado de imitación y no de mutación. Y cuando nacen poetas con la intención de hacer que esta influencia mute, hay otro tipo de poetas que parecen destinados a impedir que esa mutación suceda.

De por sí la «cultura mexicana» vive del folklor trasnochado, símbolos nacionales y patrióticos en completa descomposición y un arte nacido del reciclaje mundial. No en balde Manuel Maples Arce se refirió a la poesía mexicana como: « tendajón de tepalcates románticos.» ¿Será por eso que nuestros «grandes escritores» son en verdad pequeños dentro de la categoría de los escritores mundiales?

Si bien es cierto que son más conocidos por sus relaciones editoriales o políticas, es también cierto que a nivel de propuesta estética literaria no han sabido ubicar bien sus propuestas, y por ende, casi nadie fuera de México conoce ni consume poesía mexicana.

¿Por qué parecieran alarmistas y negativos mis comentarios? ¿Por qué practicamos el centralismo europeo sin ser europeos? ¿Desde cuándo sucede eso? Pues según Justo Sierra en un prólogo que escribe para la poesía completa de Manuel Gutiérrez Najera, esta falta de identidad en la poesía mexicana existe desde que nació el concepto o idea de tener una poesía nacional; siempre se ha padecido la falta de creatividad para sostener algo propio y nunca se ha planteado una verdadera preocupación por dar forma a eso de la «poesía mexicana», creyendo que resulta más fácil convertirla en un concepto para académicos y un pretexto para poetas que se montan en el presupuesto estatal a cambio de becas vitalicias. A ellos (no muchos, pero sí los suficientes para impedir el flujo de inmensa cantidad de autores en todo el país) les conviene mantener el mito de que tenemos una poesía nacional que se nutre y mantiene gracias a sus plumas, en vez de detenerse y acomodar las cosas o por lo menos cuestionar y señalar en dónde radica el problema, dudas que sugiero abrir y en algún momento responder con este primer texto.

Justo Sierra escribe: «¡Y el francesismo! En un estudio, demasiado rápido e incompleto, por insuficientemente informado, de nuestra literatura nacional en los tres primeros cuartos de este siglo, pero así y todo, el más acertado y de mayor alcance de cuantos sobre el mismo tema se han escrito, el Sr. Menéndez y Pelayo reprocha a los novísimos poetas mexicanos su devoción, que él llama hiperbólicamente superstición, por la literatura francesa del cuño más reciente. Puede ser justo el reproche, aunque lo merecemos todos acá y allá. El espíritu francés en literatura, por el asombroso poder de irradiación del genio de ese pueblo, por la asimilabilidad permítaseme, la palabra, de sus creaciones o transformaciones, por su ligereza misma, por el carácter de su gusto estético, qué sé yo, por idéntica causa a la que hace que sus modas se avengan mejor a todos los tipos humanos, y su cocina a todos los estómagos; el alma francesa, que es el traje de la humanidad latina desde hace dos siglos, traje que viste el Sr. Menéndez, como su cuerpo las levitas francesas, aunque parezca no darse cuenta de ello, esa literatura, repetimos, ha sido el jugo nutritivo de las letras españolas en los últimos tiempos».

Y aunque Justo Sierra defiende la existencia de la poesía mexicana, lo que hace con su afirmación es confirmar que es más un producto de las letras francesas que un derivado de la literatura española, pero sin perder el brillo español del lenguaje en la poesía nacional.

«Ningún pueblo, engendrado por otro en la plenitud de su cultura, y a quien se haya trasmitido la herencia forzosa de la lengua, las costumbres y la religión, ha podido crearse a la par de su personalidad política una personalidad intelectual o literaria; esto ha sido, cuando ha sido, obra lenta del tiempo y de las circunstancias. Decirnos irónicamente a los hijos americanos de España que nuestra literatura nacional no parece todavía, no es ni de buenos parientes, ni de buenos críticos. ¿Opina el ilustre académico que la historia de nuestra literatura no revela evolución hacia cierta forma característica y que marque distintamente al grupo mexicano entre los de habla española? Sí, sí ha habido evolución, y para ello la asimilación ha sido necesaria; imitar sin escoger, casi sin conocer, primero; imitar escogiendo, reproducir el modelo, después, esto es lo que se llama asimilar un elemento literario o artístico, esto hemos hecho. ¿Y a quién podemos imitar? ¿Al seudoclasicismo español de principios de siglo? Era una imitación del francés. ¿Al romanticismo español del segundo tercio? También era una imitación francesa. Y los imitamos, sin embargo: Quintana y Gallegos, el Duque de Rivas y García Gutiérrez, Espronceda y Zorrilla, han sido los maestros de nuestros padres.

Pero después la imitación ha sido más directa. Como aprendemos el francés al mismo tiempo que el castellano; como en francés podíamos informarnos y todos nos hemos informado, acá y allá, de las literaturas exóticas; como en francés, en suma, nos poníamos en contacto con el movimiento de la civilización humana y no en español al francés fuimos más derechamente.»

Siguiendo las palabras de Justo Sierra reafirma la sangre francesa con un toque de conquistado de sangre española. Nuestra poesía mexicana es española por designio de los dioses y francesa por rebeldía y elección propia, necesidades de la época.

Y aunque en el prólogo de Sierra sobre Gutiérrez Nájera, se mencione al laureado poeta, casi todas las referencias y citas son de escritores y poetas franceses y españoles. La antes mencionada y defendida poesía mexicana no aparece por ninguna parte, sólo es un soplo influenciado todo el tiempo en la voz de Nájera. Lo defendido termina por reafirmar su no existencia.

La poesía griega, la poesía latina, Dante, Shakespeare, los poetas románticos ingleses y alemanes y más los poetas y novelistas franceses de esa época junto con los poetas españoles, parecen nutrir a todos los poetas mexicanos del siglo XIX y principios del siglo XX. Después se nombrará a Rubén Darío como otra gran influencia de estos poetas. Pero ¿la poesía norteamericana? Recién nacida también pero con más brío y singularidad ¿de dónde viene? Y ¿por qué después influencia a los poetas franceses y por ende a los poetas mexicanos?

Según lo escrito por el poeta Kenneth Rexroth en su libro La poesía norteamericana en el siglo XX, la poesía norteamericana se nutre con los vestigios culturales del indio norteamericano. Ese podría ser un comienzo alternativo, Rexroth nos dice que la influencia española en la literatura norteamericana es mínima. Las guerras latinoamericanas tampoco tuvieron ninguna repercusión en la formación de su literatura y llegan a prescindir casi completamente de autores como Paz o Mistral. Y se les toma como Chicano literature en algunos cursos universitarios. La poesía española llega tarde con algunas traducciones de poemas de García Lorca. Ni siquiera influyen en la poesía de W.S. Merwin, quien es traductor de A. Machado, Alberti o Paz. Y tal vez Neruda haya dado un ejemplo para algún tipo de poesía revolucionaria. Pero nada significativo.

La influencia inglesa es directa y profunda, tiene cierta influencia nórdica y de la iglesia protestante, y si existe una poesía norteamericana, ésta se formó por antagonismos mutuos. La influencia germana se puede marcar desde el año 1848. A partir de 1900 la influencia judía fue aumentando. Se entiende que en el siglo XIX son dos poetas los que influyen fuertemente: Poe y Whitman. Baudelaire fue el que introdujo a Poe en los ambientes parisinos. Mallarmé y Baudelaire fueron los traductores más importantes de Poe. Y eso hace que el prestigio de Poe haya crecido hasta lograr que se viera como uno de los poetas modernos más importantes del siglo XIX y XX. Poe abre diálogo directo con Kleist, Nerval y E.T.A. Hoffman.

Lo anterior confirma que existen invisibles vías en donde las influencias se retroalimentan y cuando todos los elementos son favorables pueden mutar para el bien de la estética en la poesía. Fenómeno que no ha logrado tener de forma favorable la poesía mexicana.

b)

De los favorecidos por Paz, sólo un poeta de todo el grupo y apadrinados logra una poesía relevante: Gerardo Deniz es el único que ha tenido, digamos, una producción digna y a la altura de otros poetas de hispanoamérica. Todos los demás que se creen tan seguros bajo la sombra de Octavio Paz pueden pasar sin pena ni gloria, pues aún con todo el apoyo institucional es nula su influencia en la poesía hispanoamericana.

El grupo llamado «La espiga amotinada» creció gracias a los buenos poemas y enseñanza de Agustí Bartra, poeta catalán mucho más interesante y verdadero que cualquiera de los poetas de La espiga; poetas que Bolaño atina a denominar «poetas campesinos».

En su libro Poesía de nuestro tiempo, J.M.Cohen muestra cómo podemos reconocer a los poetas que mienten de los que nos dicen la verdad. Y en ese caso Bartra, con su poema «Quetzalcoatl» nos dice mucho más cosas ciertas que toda la producción de los poetas de La espiga, que, dado su estancamiento, han dado pie a jugar con la broma seria de llamarlos «La espiga acomodada».

Y de verdad, no existe mejor adjetivo para referirse a ellos. ¿Poetas? Todavía está por verse si lo son o no.

Ante ese falso intento de crear una poesía incluyente en México, surge a la par en esos años el movimiento llamado Infrarrealismo: 1975 es el año en el que firman el primer manifiesto escrito por José Vicente Anaya; en 1976 vendría el de Roberto Bolaño y el de Mario Santiago Papasquiaro. En estos manifiestos –hermanos crueles de los manifiestos estridentistas– los infras nos dan un aventón de aire para nuestros cansados espíritus y reaniman el panorama de la poesía mexicana. Por su puesto, como sucede en estas historias, el mainstream literario mexicano los ignora, igual que a todos los que proponen cosas diferentes, y los ningunea hasta casi desaparecerlos. Sin embargo, es fuerte la resistencia y la buena poesía y prosa de Anaya, Bolaño y Papasquiaro. También sobrevivieron gracias a la buena insistencia y calidad estética de Pedro Damián Bautista, Juan Esteban Harrington, Mara Larrosa,Vera Larrosa, Rubén Medina, Cuauhtémoc Méndez, Ramón Méndez, Víctor Monjarás-Ruiz, Bruno Montané, Guadalupe Ochoa, José Peguero, Lorena de la Rocha, José Rosas-Ribeyro, Edgar Altamirano y Óscar Altamirano.

Estos poetas lograron tener presencia y sobrevivir debido a que participaron en varios proyectos de la época, entre ellos la editorial Al este del paraíso, de Marco Lara Klarh, la antología Pájaro de calor. Ocho poetas infrarrealistas, publicada en 1976 en Ediciones Asunción Sanchís con prólogo de Juan Cervera, y Muchachos desnudos bajo el arcoiris de fuego, once poetas latinoamericanos, de 1979, con presentación de Efraín Huerta y prólogo de Miguel Donoso Pareja; poetas, mexicano y ecuatoriano, que lograron ver con ojos de visionario a estos poetas y acompañarlos afortunadamente con onda cálida de corazón azul de poeta.

Los manifiestos, entre otras cosas, dicen lo siguiente:

«Ésta es la gravedad de nuestro siglo: LA GENTE ESTÁ ENFERMA DE CORDURA Y SENSATEZ. Todos los conformistas sufren de cordura y sensatez. La cordura y la sensatez destruyen la imaginación del ser humano y lo reducen a un plano objetual en el que permanece cotidianamente reproduciendo una vida miserable; el individuo es aplastado por su propia impotencia y conformismo para hacer nada: –los hambrientos dejan pasar el pan frente a sus narices; –los artistas piensan que el arte se termina cuando los publican o exponen sus obras; –los amantes se niegan a aventurarse buscando nuevas respuestas al amor; –los «pensadores» se dedican todo el tiempo a buscar epítetos con los cuales denigrar a sus detractores; –las corrientes políticas se consideran «Demiurgos» con sus teorías inmediatistas, apráxicas, ante la realidad social; –y un millón–por-segundo de etcéteras más.»
«El infrarrealismo es lo espontáneo e inesperada aparición de la clave determinante que asalta y destruye todas las reglas que constriñen y retrasan al ser humano y sus manifestaciones. Así, el infrarrealismo es la contingencia que lidia con los significados y cambios que nunca pueden ser previstos por el racionalismo ni siquiera con la ayuda de toneladas de equipo de precisión. El infrarrealismo está aquí, todo lo penetra y viaja en el vehículo de lo inmediato» (José Vicente Anaya)

Roberto Bolaño escribió: «Déjenlo todo nuevamente» «Los infrarrealistas dicen: Vamos a meternos de cabeza en todas las trabas humanas, de modo tal que las cosas empiecen a moverse dentro de uno mismo, una visión alucinante del hombre». « Los infrarrealistas proponen al mundo el indigenismo: un indio loco y tímido». «La verdadera imaginación es aquella que dinamita, elucida, inyecta microbios esmeraldas en otras imaginaciones. En poesía y en lo que sea, la entrada en materia tiene que ser ya la entrada en aventura. Crear las herramientas para la subversión cotidiana».

Y por último, pero no menos importante, Mario Santiago Papasquiaro, personaje de sí mismo creado para una imaginación delirante: «TRANSFORMAR EL ARTE/ TRANSFORMAR LA VIDA COTIDIANA (NOSOTROS) CREATIVIDAD / VIDA DESALINEADA A TODA COSTA (MOVERLE LAS CADERAS AL PRESENTE CON LOS OJOS PESTAÑEANDO DESDE LOS AEROPUERTOS DEL FUTURO) EN UN TIEMPO EN QUE A LOS ASESINATOS LOS HAN ESTADO DISFRAZANDO DE SUICIDIOS» «EL ARTE EN ESTE PAÍS NO HA IDO MÁS ALLÁ DE UN CURSILLO TÉCNICO PARA EJERCER LA MEDIOCRIDAD DECORATIVAMENTE» «NUESTRA FINALIDAD ES (LA VERDAD) LA SUBVERSIÓN PRÁCTICA»

Si en ese momento de la historia de la poesía mexicana los poetas hubieran seguido esos mapas mentales llenos de experimentación, otro gallo le hubiera cantado a la producción literaria del país. Y aún teniendo en cuenta que había varios chilenos y peruanos en el grupo que nueva y afortunadamente vinieron a enriquecer la experiencia de la estética propuesta.

Otras voces fuera del grupo de Paz crecían alejadas de su sombra, voces tan fuertes hasta el momento como la de Orlando Guillén, Roberto López Moreno, Enrique González Rojo Arthur, Juan Martínez, Leopoldo Ayala y Mario Raúl Guzmán. Poetas que es importante revisitar, leer y compartir.

Aunque existe una dura resistencia a aceptar este otro tipo de propuestas por parte de los poetas sin imaginación, algo siempre se filtra y puede llegar, como debe ser, más allá de sus propios miedos. Uno de los que detienen estas propuestas estéticas es Eduardo Milán, personaje gris del grupo de Paz que ha determinado, desde hace tiempo, cuál es el poeta mexicano que vale la pena leer; por su puesto, el grupo de Paz está ahí completo. No hay sitio para nadie más. Esta ceguera por parte de estos críticos es mala, pero por cierto tiempo, «toda poesía si verdadera se paga» diría Carlos Edmundo de Ory, y la poesía alternativa mexicana va por sus propios caminos cósmicos sin necesidad de que la premien o galardonen siempre y cuando sea leída y dada como un poderoso mapa a seguir.

Para ponerse al tanto de los poemas que los infrarrealistas escribieron o están escribiendo es importante encontrar los poemarios que está publicando el editor y poeta Israel Miranda en su Colección Destos Deme Dos de la editorial Start Pro. En estos libros podemos ver que existe más de una poesía mexicana, que hay como 200 propuestas distintas y que es importante entender que los tiempos cambiaron y que ya no se puede considerar que exista un solo «gran poeta» de un país, que ahora la forma de ver la poesía no es piramidal sino horizontal y que cada propuesta, estética y con distintos registros en la fuerza del poeta, se tiene que leer y estudiar como casos individuales pero no aislados, y que la cantidad de poetas activos actualmente sólo responde a la necesidad clara de crear un humus que dará forma a algo monumental en la poesía hispanoamericana, algo que inevitablemente se está gestando, casi como un fenómeno que no se había dado nunca en la historia de la poesía mundial. Por eso es importante que la preparación del poeta sea impecable, profunda, crítica y autocrítica. Ya no se puede perdonar –como bien dijo Pound– al poeta que mienta o que falsée formas y datos sólo para mantener su puesto político. Se debe enjuiciar desde los tribunales de la imaginación al poeta que lucre con la poesía. El castigo es claro y la poesía misma se encarga de estos autores junto con el tiempo, pero sería muy bueno un ejercicio práctico de depuración y crítica para ver qué títere-poeta queda con cabeza. Puede parecer una medida fascista y cruel pero han pasado casi 70 años de escritores y poetas mexicanos que no se han movido de su silla con número ni para ir por su cheque (porque se les deposita). Ojalá sea bueno el momento de proponer mesas de crítica seria y concreta para limpiar la casa poética mexicana y dejar a los poetas falsos con sus pasturas de contención-academia institucional y seguir con los que hace unos años abrieron los caminos para circular libremente.

La poesía siempre estará más viva que los poetas que la quieren encerrar.

c)

Desde la lejanía se ve un espejismo que sueña. Es la poesía mexicana, dice la nube con pantalones de la vanguardia; hace tiempo duerme como un demiurgo y no le dejan despertar, dice Luis Cardoza y Aragón, desde las líneas de su mano. Existen «poetas mexicanos» que no quieren salir de su cerebro de podrida provincia, y, deslumbrados por su propia ilusión, nos cantan cada año sus doce mejores escritores en una revista que sólo se vende en el círculo de lectores creado por ellos mismos. Y cuando los criticas, ellos piensan que los envidias. ¡Vaya medias que tiene la Venus en sus cabezas!

Desde la lejanía también hay una luz que nos reclama actuar, a moverse para lograr todo: La utopía mejorará conforme le vayamos quitando lo utópico.

Desde que se pronunció el movimiento Zapatista quedó claro que no hay que pedir permiso ni perdón. Que no hay que andar con miedo a los cambios y que todo el poder debe de ser cuestionado esté donde esté y sea quien sea. No encuentro la fecha en que se dijo o se puso por ley que los poetas mexicanos no deberían de ser cuestionados. Desde ya se tienen que interrogar: ¿qué han hecho por la poesía del país; por qué confunden un libro de lectura escolar obligatorio con éxito de ventas; por qué cobran tanto de un gobierno que dicen criticar; cuál es el motivo que los mueve a no moverse; quién les compró la lengua y en cuánto y si creen que todo eso no es cierto, por qué les molesta tanto contestar? Todas son preguntas simples y concretas, no hay doble juego ni intereses ocultos, son preguntas que un poeta joven le haría a un poeta viejo, pero se me olvida que en México y en otros lugares de hispanoamérica algunos «jóvenes poetas» actúan como viejas glorias nacionales.

Por eso cada vez es más difícil encontrar el centro de la crítica, porque hay hordas de jóvenes intereses poéticos defendiendo el lugar que los viejos muertos les dejarán… y así, hasta lo innumerable en el tiempo.

Disculparán entonces algunos poetas latinoamericanos que no participe ni aplauda sus fiestas de autosalutación y autonombramiento. Por el tiempo que desde ya transcurre hay mucho trabajo por hacer, de hecho todo está por hacerse. Nada de Gloria para un solo poeta, mejor todos los poetas a la Gloria, cantina cósmica que existe en algún tiempo-espacio de este mismo tiempo-espacio.

Y no es que uno sea un amargado, resentido, rencoroso por no tener «méritos poéticos» (lo que sea que eso signifique en las acomodadas cabezas). No, lo que impulsa a criticar, hablar, dialogar, autocriticar es el ámbito evidente de que las cosas pueden mejorar y de que la poesía latinoamericana merece mejor sitio a nivel mundial. Parece que las propuestas estéticas fueron detenidas con Rubén Darío o López Velarde en el caso mexicano o, en todo caso, llegan hasta Los Contemporáneos y, según el establishment, de ahí en adelante no hay más que remakes o versiones libres de autores extranjeros que ellos mismos traducen al español o intertextualidades, porque nadie ha querido mover nada.

Es una lástima que no hayan notado que con todo, actualmente existen algunas propuestas en verdad muy interesantes, aún sin que las hayan teorizado. El problema es la dispersión y la mediatización, aunada a las editoriales europeas que siguen determinando quién vale y quién no, así como las pugnas entre poetas para ser el «mejor poeta del país» y entonces, lo que es una buena propuesta estética, se queda en el rumor y no logra ser el grito necesario para mover el país Poesía.

La idea es detenerse, contemplar, leer pacientemente todo lo escrito desde hace treinta años para esta fecha y comenzar un trabajo de depuración indoloro y sin mala leche. Un trabajo serio en donde se vean y localicen influencias, mutaciones, encuentros maravillosos con ciertos versos, temas nuevos.

Porque hay que recordar que por más que insistan en lo contrario ciertos jurados de premios poéticos y florales de cada pueblo; NO EXISTE POEMARIO PERFECTO, puede existir unidad temática pero eso no significa que Todo el poemario sea excelente. Al respecto, mi imagen preferida es clara: el poema es un cuarto oscuro, tan oscuro que no ves ni tu lengua, el lector lleva apenas un resto de lo que fue una vela, de hecho está por apagarse el pabilo, el lector logra ver algunos versos luminosos en el aire, puede intuir que está en un sitio cerrado pero no lo ve en plenitud, sólo lo intuye, pero lo poco que alcanza a ver lo hace suyo y lo convierte en su compañía, esa dulce compañía son esos versos que en ese momento, no antes y no después, logran ser parte del lector.

Ya lo dijo antes Aldo Pellegrini, que lo que nos queda de la lectura de un poema son algunos versos, y Eluard hablaba que de una plática de una hora sólo nos quedan dos o tres palabras, por eso mismo es absurdo seguir buscando el poemario perfecto.

Llegar a un consenso será difícil porque en la poesía actual parece que lo único que interesa más que las estéticas son los favores políticos y los intereses económicos, ya sea en premios, becas, apoyos para viajes a encuentros de poetas o apoyos editoriales y ante esos intereses cualquier lucha es inútil. Por eso no hay que pelar contra lo real y concreto, más bien hay que entender que eso existe y ya está. Lo alterno será formar grupos de estudio en cada país hispanoamericano que se enfoque en la crítica y autocrítica de todo lo que se haya producido durante treinta años y lo que se vaya produciendo en estos años con el fin de separar grano de paja y con ese comienzo ver qué variantes estéticas están surgiendo y cuántas sólo están repitiendo esquemas, sin que ninguna de estas acciones sea negativa o positiva, ya que sólo está sucediendo. Al seleccionar pacientemente lo que tiene mejor propuesta se irá perfilando lo que me imagino serán varias propuestas estéticas hispanoamericanas y entonces se logrará que los editores no sólo vean ventas en los libros, sino que apoyen de manera formal a la poesía como lo hacen ahora con la novela, cuentos, ensayos o biografías.

Si todo está por hacerse y si existen pruebas en el pasado en donde se obtuvo buenos resultados no veo ningún impedimento para no continuar haciéndolo.

Ojalá este darle que darle con la misma cantaleta logre llegar a los oídos de los ojos necesarios y nos pongamos a trabajar poéticamente, seriamente y con imaginación.

Yo por mi parte aquí bajo mi desmayada luz, pero atenta, seguiré trabajando y seguiré esperando a quien se anime a dar un paso fuera de la realidad y comience a crear sus propios pasos en la total imaginación.

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