viernes, mayo 30, 2014

Fotografía / México: El desnudo, a través de la mirada de Lavista

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La fotógrafa muestra en su mesa de trabajo algunas de las fotografías que ella tomó a mujeres desnudas. (Foto: Cristopher Rogel Blanquet)

C iudad Juárez, Chihuahua. 30 de mayo de 2014. (RanchoNEWS).- Mientras que en la mesa retoca y puntea imágenes en blanco y negro porque «como la foto no es digital no lleva photoshop», Paulina Lavista cuenta que preparar dos exposiciones —una para la galería X Espacio de Arte y otra para el Centro Literario Xavier Villaurrutia— la hace feliz porque la pone a hacer memoria y a convencerse de nuevo de lo importante que ha sido integrar el archivo de su trabajo. Una nota de Sonia Sierra para El Universal:

Es la memoria, depositada en sus cuadernos de pastas gruesas y de gran tamaño, la que abre la puerta a nuevas ideas para exposiciones como éstas o para libros. Por eso afirma que las 21 fotos de desnudos que exhibe en X Espacio de Arte la estuvieron «esperando» para ser mostradas. Por y para estas 21 fotos ha regresado al cuarto oscuro y las ha hecho en plata, a la manera antigua. Esa exposición está dedicada a su hijo Pablo Elizondo.

Fotógrafa por cerca de medio siglo, Lavista ha creado una obra que guarda en unos 100 mil negativos y que abarca el paisaje mexicano, los muchos rostros de su sociedad y el retrato de personajes de su cultura y artes. Hoy se dedica más al documental y aunque reconoce que le gustaría seguir tomando fotos, señala que la tecnología le facilita muchos procesos y que la archivística le brinda campos de investigación.

«Esto que presento es una cosa de gusto personal. Dije: ‘es el momento de sacar del polvo estos desnudos’. La magia de la fotografía es que los negativos están intactos. Estamos demostrando, los fotógrafos antiguos, que el negativo es lo más importante porque se puede reproducir ad infinitum esa foto».

El desnudo es otro de los grandes temas que ocupa su archivo visual. «El desnudo lo empecé a hacer porque me tocó a la puerta en 1972 una modelo preciosa y me dijo, en inglés, que quería que le tomara fotos; traía un chango sin cola, de Tailandia o Madagascar. Se llamaba Robin y quería que le tomara fotos desnuda; estaba yo muy chiquilla, tendría 27 años. Pero fue una modelo que llegó para quedarse porque me modeló muchas veces. Medía 1.90 metros y con el pelo hasta las corvas». En la muestra aparece Robin y también una mujer negra, otra más «llenita» y una cuyo nombre Lavista no recuerda.

«Cuando tengo una mujer desnuda al frente, me da un arquetipo y el arquetipo me remite a ciertas claves de la cultura, entonces me daba un Botticcelli, a veces un Kertész. No puedo decir exactamente qué es lo que me hace disparar esa foto, pero sí creo que las mujeres generalmente pertenecemos a un arquetipo: la rubia despampanante, la negra sensual, la cubana nalgona; va como entrando en un contexto la mujer».

Luego inició un capítulo muy distinto en el retrato de desnudos, con bailarinas, ficheras, actrices. Estos desnudos, que no están en la muestra, marcaron una faceta muy importante en su carrera, disciplina, diálogo con la modelo. Eran desnudos que se publicaban en la revista de los voceadores, Su otro yo (publicación que luego tendría otros nombres). Retrató actrices y cabareteras: a Isela Vega, María Sorté —cuyas fotos después le recogieron—, Rebeca Silva, Meche Carreño, Irene Moreno, Rossy Mendoza, la Princesa Yamal, la Princesa Lea, Lyn May y Gloriela, entre muchas otras… Llegó a conformar un archivo de miles de diapositivas.

La clave del desnudo es posar, considera Lavista, pero en segundo término se trata de conseguir una comunicación que no siempre es sencilla de lograr.

«Me favoreció el hecho de que era mujer. Que una mujer se desnude ante una mujer es más fácil, porque no va el pudor ni el deseo del hombre. Aunque no niego que puede haber cierto deseo lésbico mío, porque me estoy regocijando con el cuerpo y excitando, de alguna manera con ese cuerpo, pero más bien pienso que al hacer eso había cierto reflejo mío, es decir, yo soy esa mujer que se está desnudando ante la cámara y que, a lo mejor, en cierto instante es más bella que en otro. Al desnudo han sucumbido todos los artistas: Picasso, Matisse, Goya, Velázquez, porque el cuerpo humano es bellísimo, es una maravilla. Es una forma del erotismo maravilloso el desnudarse, pero desnudarse ante el hecho estético del mismo cuerpo. No es nada más porque está desnuda».

Fue una década la que trabajó haciendo esas fotos para la revista de los voceadores; se llevó aproximadamente 80 portadas.

«Ese era un trabajo para ser publicado, que tenía que tener ciertas características: un atractivo, una sensualidad, una fama de la mujer; era maravilloso ir por Tepito, por ciertos sitios donde hay talleres mecánicos, de artesanías, de zapateros, y ver colgadas mis fotos porque hicimos un poster triple. Era muy difícil, trabajaba con transparencias de color, de asa cien, en interiores, luchando con la luz. Ellas me querían mucho; yo era muy cuidadosa, trataba de que no se les vieran las cicatrices, las cirugías».

La magia de la fotografía

A días de cumplir 69 años, Lavista trabaja sobre la mesa. «Me encanta la magia de la fotografía», dice de pronto y apunta que no es un mero asunto de física: «Hay una circunstancia física donde lo que está afuera se mete adentro de un espacio oscuro, pero es una magia que todavía no puedo pasar por alto».

Su vida al lado del escritor Salvador Elizondo le enseñó la importancia de documentar y archivar su obra. Así ha formado «Pie de Foto», sección sobre escritores con textos del que fuera su esposo y fotos suyas, que publica EL UNIVERSAL.

Sus retratos de escritores son también motivo de la exposición que mañana inaugura en el Centro Literario Xavier Villaurrutia del INBA. En la exposición Crónica personal: la vidaliteraria en México (1968-2000), «están Borges, Norman Miller, Adolfo Bioy Casares, Juan Goytisolo, y mexicanos, Octavio Paz, Carlos Fuentes, Juan Rulfo que era muy amigo mío, Arreola, José Emilio muy joven, Salvador en muchos momentos, Bárbara Jacobs, Julieta Campos…»


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