martes, mayo 20, 2014

Literatura / Entrevista a Jonathan Lethem

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El escritor. (Foto: Jordi Soteras)

C iudad Juárez, Chihuahua. 20 de mayo de 2014. (RanchoNEWS).- No hay superhéroes, detectives ni dealers en la última novela de Jonathan Lethem (Nueva York, 1964), la ambiciosa y dolorosamente autobiográfica Los jardines de la disidencia (Mondadori/ Angle Editorial). Sí un variopinto catálogo de hippies, judíos comunistas y activistas anticapitalistas que encajan las continuas decepciones del socialismo: del discurso de Khrushchev contra Stalin en 1956 al movimiento 'Occupy Wall Street', pasando por Nicaragua. Una entrevista de Leticia Blanco para El Mundo:

Con su hermana, la también escritora Mara Lethem, el autor de La fortaleza de la soledad compartió algunos secretos familiares el pasado sábado en el festival Primera Persona. Ambos evocaron la sensación de vivir «en un barrio con el color de piel equivocado» (el Brooklyn prehipster, mayoritariamente afroamericano) y comentaron la «fotografía talismán» que encendió la mecha de la novela: en ella aparece la abuela de ambos en una marcha antifascista, en el Manhattan de 1938. Lethem, que vivió buena parte de su niñez en una comuna, se inspiró en su madre activista y en su abuela para dar vida a Miriam y Rose, «una comunista que se siente atraída sexual y emocionalmente por fascistas y los uniformes».

Leer sobre el socialismo en EEUU se antoja algo exótico.

Sí, ésa es la sensación que tiene la gente, en América es igualmente exótico. Decir que eres un comunista americano es prácticamente una broma, es como contar un chiste, como un hot dog vegetariano [risas]. Evidentemente, el partido comunista se evaporó en su día. Pero no despareció de los cuerpos, las vidas y los sueños de sus miembros. Y de hecho, conforma buena parte de las cosas que continuaron después.

Como el movimiento 'Occupy Wall Street', ¿usted estuvo allí, no?

Apenas, me hubiera gustado estar más involucrado, pero doy clases en California y ahora soy un profesor con hijos, así que me tuve que limitar a mirar desde la distancia e inspirarme.

'Occupy Wall Street' llamó la atención porque congregó a gente en un sitio haciendo cosas, algo que hoy tambien resulta exótico, ¿Internet ha matado el activismo? 

Ésa es una de las paradojas más interesantes de nuestro tiempo, la forma en la que los comentarios electrónicos están, al mismo tiempo, destruyendo el concepto de espacio público y conformando el modelo de sociedad comunitaria utópica.

Los personajes, especialmente Rose, son odiosos por momentos. ¿Estar políticamente comprometido equivale a ser un tirano egocéntrico en la vida privada? ¿Es esa ecuación aplicable a los escritores y artistas en general?

Probablemente sí. Pero también hay una belleza en la obsesión y en el idealismo. Conlleva un precio alto en la vida, pero eso es algo que yo exijo de mí mismo. Prefiero asumir ese riesgo.

¿Cómo ha sido salir del barrio en el que transcurren la mayoría de sus novelas, Brooklyn, y escribir sobre Queens?

De niño viví Queens a través de la mirada y las historias que contaba mi abuela, así que en cierto modo fue fácil. Queens es menos explosivo que Brooklyn y ha sido más ignorado por la tradición. Es como el patio trasero de la literatura. Siempre se pasa por alto.

¿Qué cree que hubiera pensado su abuela sobre la novela?

No tengo ni idea. Jamás leyó ninguno de mis libros, no le dio tiempo. Si hubiera podido disfrutar más tiempo de ella, si hubiera podido hablar con ella sobre aspectos como su vida sexual o su militancia, creo que no hubiera escrito Los jardines de la disidencia. No por discreción o respeto, sino porque el libro está escrito desde la visión de un chaval que tiene un mito. Mi abuela sigue siendo un personaje misterioso para mí.

Todos los personajes en la novela han sido, de algún modo, traicionados por la ideología en la que creían, ¿es la novela un catálogo de decepciones acumuladas? 

Sí, es una gran suma de caídas. ¿Cómo mirar si no, lo que hizo el siglo XX con los soñadores y los líderes políticos, con todas las concesiones e incluso humillaciones que tuvieron que soportar? Al mismo tiempo, al escribirlo me sentí cautivado por ese deseo de vivir en un mundo distinto al que tenemos frente a nosotros. Y sobre todo, por la persistencia de ese anhelo.

Slavoj iek dice que las personas son capaces de creer en las cosas más increíbles, como que los extraterrestres vayan a invadirnos, pero no en algo mucho más plausible como el fin del sistema capitalista. ¿Qué le parece, siendo usted un gran admirador de Philip K. Dick?

La ciencia ficción me enseñó a pensar en el presente como una especie de momento de ficción sujeto a revisión. También me enseñó que la mejor manera de hacer visible la situación actual era mediante la exageración.

Pero su novela no exagera, sino que trata precisamente sobre la política en la vida cotidiana de las personas en lugar de recurrir a grandes hazañas históricas.

Quería omitir las referencias históricas y mostrar que todos vivimos bajo la sombra de la Historia. Y que, si en algún momento tiene que existir un hito utópico, éste tiene que tomar en consideración la vida de las personas, con todos sus anhelos, sus contradicciones y sus incoherencias.

La novela desliza que el comunismo en EEUU fue un movimiento intelectual y urbano, casi de salón, ¿cree que si hubiera tenido otra naturaleza, más rural u obrera, las cosas habrían sido diferentes?

No sé qué hubiera pasado, pero me interesa muchísimo esa brecha que continúa hoy. La izquierda en general, los profesores y los intelectuales, son demasiado autorreferenciales. Están encerrados en sus ideas utópicas y no son capaces de conectar con los trabajadores con los que podrían compartir esas fantasías de un mundo mejor. Son dos mundos aparte, están aislados.

El New York Times dijo que Los jardines de la disidencia era una firme candidata a Gran Novela Americana, ¿cómo le hace sentir esa etiqueta?

Me siento muy agradecido pero en el fondo, el fantasma de la Gran Novela Americana no es más que una distracción. Nunca ha sido una ambición consciente. En parte porque la literatura me parece algo esencialmente internacional. Ser escritor es, para mí, aspirar a unirme a un club en el que están Calvino, Kafka, Borges, Philip K. Dick o Chesterton. La literatura es atemporal y no tiene fronteras. Además creo que ese objetivo se persigue mejor desde una perspectiva de 'outsider'. Cuando oigo hablar de la Gran Novela Americana me suena a algo muy grandilocuente. 

Su novela no es especialmente fácil de leer.

Vaya, lo siento.

Al contrario, ello implica cierto respeto intelectual hacia el lector.

Si eso se interpreta así, estaré encantado. De hecho, no quiero que parezca que no pienso en el lector cuando escribo, pero lo cierto es que la novela toma la forma que toma por las necesidades intrínsecas del material. En este caso, quería expresar la discontinuidad del tiempo. Creo que el siglo XX y nuestros recuerdos de él son profundamente discontinuos.

¿Se considera de izquierdas, escribe para cambiar el mundo?

Siento un claro desacuerdo con el 'status quo' y las estructuras que rodean mi vida. Supongo que sí, que la mayoría me etiquetaría de izquierdas. Pero eso es algo muy distinto a tener una ideología o un programa. No me puedo imaginar lo que sería escribir si el objetivo fuera cambiar o convencer. Escribo para convertir el presente en algo tangible. Algo que me parece político.



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