miércoles, julio 16, 2014

Textos / «El día que murió el amor supremo» por Pablo Sanz

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John Coltrane, durante una actuación en Ámsterdam en 1962. (Foto: CORBIS)

C iudad Juárez, Chihuahua. 16 de Julio de 2014. (RanchoNEWS).- Reproducimos el texto de Pablo Sanz recordando a John Coltrane quién murió un 17 de julio de 1967, publicado en El Mundo:

La cultura tiene creadores visionarios que más que una época marcaron un género artístico, una manera de intelectualizar la vida para recorrer un camino demasiado tortuoso. En la música de jazz, con poco más de 100 años de existencia, hay unos patrones estéticos que se traducen sistemáticamente dependiendo de las preferencias del protagonista. Y luego hay... jazzistas sin leyes, músicos totales que se entregan a una inspiración privilegiada que a menudo catalogamos como genialidad. Son talentos con un universo creativo propio que se escapan a todo lo establecido, porque piensan y sienten de manera exclusiva. Han transcurrido casi cinco décadas desde la muerte de John Coltrane y el jazz todavía no ha encontrado una alternativa, no a su obra, tantas y tantas veces evocada, sino al género que en sí mismo representaba.

Este julio fue el mes en el que murió el autor de A love supreme, uno de los álbumes más influyentes y cardinales de la historia del jazz. Fue un 17 de julio, un día que, en plena efervescencia de festivales veraniegos, se recuerda en todos los escenarios del mundo, porque, más allá de las emociones musicales y eternas que nos dejó, con él se marchitó un poquito más el futuro de esta música. Algunos aficionados hoy saben que el 30 de abril es el «Día internacional del jazz», pero absolutamente todos sus seguidores saben que el 17 de julio John Coltrane fallecía dos meses antes de cumplir los 41 años de edad. A lo largo de su fugaz aunque intensa trayectoria, el venerable saxofonista tenor y soprano (ocasionalmente también tocó el alto y la flauta) fue capaz, no de reinventar el género, sino de crear una música propia en la que siguen mirándose las actuales generaciones de jazzistas.

En sus dos décadas de ejercicio profesional John Coltrane (Richmond, 1926 - Nueva York, 1967) tuvo tiempo para formarse, evolucionar, inventarse, destruirse y construir un ideario artístico propio en el que se reflejaba toda su vida: su compromiso con la creación inédita, su lucha por los derechos civiles y su postrero compromiso con la espiritualidad, no exenta de componentes religiosos, son constantes en una obra que sigue señalando el horizonte. Aunque, como genio que fue, tampoco le falten detractores, que al final de su carrera le negaron cualquier autoridad jazzística.

Hijo de un sastre y una empleada del hogar, Coltrane inició sus pasos profesionales junto a algunos de sus ídolos, el trompetista Dizzy Gillespie, el saxofonista Johnny Hodges y el organista Jimmy Smith, hasta que, en 1955, se une al grupo de Miles Davis, con quien graba el disco más vendido de la historia del jazz, Kind of Blue, y mantiene pulsos creativos tan convulsos como fértiles. Fue en ese registro cuando el periodista e historiador norteamericano Ira Gitler bautizó magistralmente el soplo de Coltrane como «láminas de sonido». Paralelamente el saxofonista obtenía contratos en discográficas poderosas como Columbia o Prestige, cuyo legado, sobre todo con respecto a esta última fonográfica, hoy queda magníficamente plasmado en esa caja de 16 compactos grabados entre 1956 y 1958, The Prestige Recordings.

Tras la marcha del grupo de Miles Davis -aunque luego regresaría nueve meses después-, Coltrane se enfrenta a otra de sus asociaciones más productivas, la que mantuvo al lado de Thelonious Monk, con quien evolucionó radicalmente su perspectiva artística. De aquella colaboración junto al cuarteto del pianista hoy se recuerda como un auténtico monumento discográfico el estuche Thelonious Monk With John Coltrane-The Complete 1957 Riverside Recordings). Y, paralelamente a sus actuaciones con Monk, y como resultado de sus investigaciones junto al pianista, en este tiempo también llegaría el disco que grabara para Blue Note, Blue Train, su primera gran obra como líder, y al que luego le seguirían, ya dentro de la factoría Atlantic, otros registros elevados como Giant Steps, My Favorite Things y Olé Coltrane, este último con inspiraciones africanas (Dahomey Dance), asiáticas (Aisha) o flamencas (el genérico Olé, basado en el popular El Vito).

En buena parte de estos trabajos ya se descubre a un Coltrane obsesionado con evolucionar su sonido, que entonces maduró junto a su cuarteto clásico, el formado por el pianista McCoy Tyner, el contrabajista Jimmy Garrison (antes Arte Davis y Reggie Workman) y el baterista Elvin Jones. Con ellos ficharía en 1961 por el sello Impulse!, que sería la casa de Coltrane hasta su fallecimiento y donde llegarían algunos de sus trabajos más intemporales. Experimentaciones al margen junto al vocalista Johnny Hartman o el saxofonista, flautista y clarinetista Eric Doplhy, en 1964 sale a la luz el que sin duda es su disco cumbre, A Love Supreme, una suite estructurada en cuatro partes en las que se alcanza un sonido y una música con una inusitada carga espiritual, trascendente y trascendental: nadie hasta hoy ha sido capaz de tocar el cielo como lo hizo Coltrane en esta grabación.

Posteriormente le seguirían otros registros de indudable valor como Interstellar Space, Expression, One down, one up y, sobre todo, Ascension, en donde el sonido sublimado de su saxo liberó a través de la música libre e improvisada. El 17 de julio de 1967 Coltrane fallecía víctima de un cáncer de hígado y las complicaciones de su adicción a la heroína. Su funeral tuvo lugar cuatro días después, con la participación de Ornette Coleman y Albert Ayler y el free jazz ejerciendo su hegemonía. Un 17 de julio en el que el amor supremo se extinguió.



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