viernes, agosto 29, 2014

Fotografía / México: Mostrarán trabajo fotográfico de Rodrigo Moya en el Cervantino

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Campesinos mexicanos esperando a ser recibidos por algún funcionario. (Foto: Archivo)

C iudad Juárez, Chihuahua. 25 de agosto de 2014. (RanchoNEWS).- La más importante exposición retrospectiva dedicada al fotógrafo mexicano Rodrigo Moya (1934) será inaugurada en octubre próximo en el marco del 42 Festival Internacional Cervantino (FIC), llevará por título Tiempos tangibles y se exhibirá en la Alhóndiga de Granaditas, Guanajuato. Una nota de Juan Carlos Talavera para Excélsior:

La muestra incluirá poco más de 110 instantáneas sobre escenas de la Ciudad de México, personajes famosos y anónimos, el campo, los mercados, movimientos sociales, la literatura y danza, así como una exploración inédita de sus imágenes sobre el mar, los pescadores y retratos autobiográficos desconocidos, adelanta a Excélsior Susan Flaherty, curadora de la muestra y esposa del fotógrafo.

«Esta no será una exposición monotemática ni exhaustiva, sino una retrospectiva selectiva que cubre distintas etapas de su vida», señaló Flaherty, «porque incluiremos diferentes vivencias y temas de Rodrigo, como la Ciudad de México y su gente, así como los mercados, unas cuantas imágenes de la serie El trenecito, tomadas en provincia, así como escenas del campo».

Una de las grandes novedades será el montaje de una pequeña sala autobiográfica, que será la más íntima y donde se expondrán por primera vez imágenes de las distintas etapas del fotógrafo.

«Es la primera vez que trabajamos este tema, que fue idea de Gloria Maldonado, así que la dividimos en cinco pequeñas etapas: su niñez, su juventud y su paso por el Colegio Militar, luego de aquellos momentos en la Facultad de Ingeniería de la UNAM. Pero también habrá imágenes del joven profesionista de entre 20 y 30 años, y luego la etapa del hombre maduro que iba al mar y hasta hoy», explicó la curadora.

Sin embargo, reconoció que a Moya no le agradó la idea de la sala autobiográfica. «Él es de opiniones muy firmes y no quería ser protagonista de la exposición, porque para él lo importante son las fotografías».

Al final aceptó, dijo. «Pero de hecho a él no le agradó la idea de un homenaje. Sí le gusta que vean y pregunten sobre sus fotografías y los temas subyacentes en toda su obra, pero no es afín a hablar de sí mismo», aseguró.

Otra de las áreas poco conocidas del archivo del fotógrafo es la que corresponde al tema del mar y la pesca. «Esta parte nos tiene muy emocionados, porque hay cosas muy nuevas que no habíamos trabajado antes y seguramente quienes vayan a la exposición encontrarán muchas sorpresas y eso me alegra mucho».

La exposición mostrará 110 fotografías sobre plata y gelatina, de 16 por 20 centímetros, realizadas al estilo antiguo o clásico –como a él le gusta llamar–, y también incluirá una serie de 26 fotografías digitalizadas, en gran formato, que serán montadas en las vallas exteriores de la Alhóndiga de Granaditas.

En esta parte se integrarán imágenes de su serie Célebres y anónimos, que incluirá personajes conocidos como David Alfaro Siqueiros, Gabriel García Márquez, Emilio El Indio Fernández, Rita Macedo y Dolores del Río, que se completará con otras de la serie Caminantes, en la que abundan los rostros de campesinos y guerrilleros.

En esencia, Tiempos tangibles destacará la diversidad de temas que Moya ha abordado a lo largo de su trabajo fotográfico. «Y también se enfatizará esa parte de los movimientos sociales, las manifestaciones, la violencia y algunas de gente conocida en la cultura, y fotografías poco exploradas sobre teatro y danza», explicó.

Finalmente, Susan Flaherty dijo que para Rodrigo Moya la ciudad siempre fue un tema fundamental en su obra. «Él caminaba mucho por la ciudad y le gustaba verla desde diferentes ángulos y diferentes aspectos. Aunque algo curioso es que no le interesaban tanto las cuestiones elitistas, aunque él provenía de la clase media, sino que todo el tiempo se sintió más atraído por la gente marginada, la pobreza y las vecindades», detalló.

Incluso, resulta interesante la participación que tuvo en el libro México, de Ediciones Destino, que Salvador Novo escribió en 1968, donde el fotógrafo fue comisionado por el Departamento del Distrito Federal para tomar las instantáneas.

«Es interesante porque este libro, con casi 50 imágenes, marcó la pauta con el texto de Novo, quien pidió imágenes de una ciudad sin gente, lo cual no sólo era difícil de imaginar, sino que se oponía a la idea de Rodrigo. Al final, Rodrigo lo hizo y aunque tuvo problemas con Novo por su insistencia de publicar fotografías con gente… al final lo consiguió», recuerda.

«Entonces, todo se hacía con calma»

La memoria vuelve sobre tres de las imágenes que el fotógrafo Rodrigo Moya expondrá en la retrospectiva Tiempos tangibles, que será inaugurada en octubre dentro del 42 Festival Internacional Cervantino. En una aparece la Ciudad de México en medio de una polvareda; la segunda es el ejemplo de la burocracia por excelencia, en la que captó a un grupo de campesinos con el rostro derrotado; y una más sobre aquella serie que le tomó a Gabriel García Márquez, luego del puñetazo que le propinara Mario Vargas Llosa, en 1976.

En Carlos IV en el polvo, de 1966, se aprecia la estatua ecuestre que años después fue reubicada en la Plaza Manuel Tolsá. En aquella época, el fotógrafo trabajaba en las oficinas de la revista Impacto, dirigida por Regino Hernández Llergo, ubicada en el sexto piso de Reforma 12, a un costado de Excélsior.

“Aquel día salí como a las cinco de la tarde de la oficina y lo que vi era polvo… pero parecía de noche. Era una polvareda increíble que se repetía cada año en los meses de febrero y marzo”, recuerda. Y en la imagen se puede ver la famosa Glorieta del Caballito, que entonces estaba en la confluencia de Bucareli y Paseo de la Reforma, donde ya existían los edificios de Excélsior, Novedades y El Universal. Era la zona de prensa; y al fondo se observa el edificio de la Lotería Nacional.

“Así que al salir aquel día me encontré con ese espectáculo de un cielo terroso”, relata. “En el primer momento pensé que la cámara se iba a joder con tanta tierra, así que me cubrí en una esquina, tomé una secuencia muy rápida e hice varias tomas”.

Pero en la imagen se pueden ver los automóviles de la época, con las luces encendidas porque casi no se podía circular. Aquello duraba un par de horas, dice, y luego aquel polvo que provenía del Lago de Texcoco se asentaba.

«Desde entonces, Paseo de la Reforma ha tenido un significado especial para mí porque era una de mis arterias como caminante. Entonces trabajaba en Impacto y comía en las taquerías de Bucareli y bebía en El Popito o en la Universal, dos cervecerías donde nos reuníamos los periodistas».

«El Popito era una cantina muy lumpen que se ubicaba en la esquina de Morelos y Bucareli, donde pepenadores e impresores iban a beber. Era un lugar famoso porque no sólo era una cervecería con los urinarios al aire libre, sino que en ese lugar podías conseguir mota con suma facilidad.»

Y la Universal era más conocida, recuerda, estaba donde hoy es el café La Habana. «Era una cantina donde iban periodistas y fotógrafos. Ahí podías sentarte y beber cerveza porque entonces toda la gente de las redacciones y las máquinas impresoras salía del trabajo e iba a la cantina… muy pocos iban a su casa».

Pero además evoca que desde esa esquina, donde se ve este escenario terregoso, era el lugar donde estaban asentados los tacos de carnitas. «También me acuerdo que había un restaurante de guisos muy buenos y ya hacia el reloj de Bucareli estaban los mejores restaurantes. Lo cierto es que desde entonces el Paseo de la Reforma fue una arteria ligada a mi vida y con los años pude ver su crecimiento».

El cacique (1960)

En la segunda imagen se aprecia a un grupo de hombres a la expectativa. Unos llevan el sombrero en la mano y otros reflejan angustia o derrota en el rostro.

«Esa foto fue hecha para una revistita llamada Ráfaga, dirigida por Juan Martínez Ruiz, un tipo que no era periodista pero que era publicista que le sacaba lana a todo mundo. Él estaba en todas las giras de diputados, gobernadores, en los cambios de gobierno. Con eso hizo una fortuna porque vendía suscripciones por cualquier monto».

Cierto día, Martínez Ruiz le pidió que hiciera un reportaje sobre la Secretaría de Recursos Agrarios, cuenta. «Y, como entonces todo se hacía con calma, fui a ese lugar durante tres días y me encontré a estos amigos. Como puedes imaginar, la secretaría estaba llena de cuartos como éste, donde ponían a los campesinos pobres, que venían de pueblos lejanos para exponer sus problemas de tierras, tenencias e invasiones. El problema es que ahí se quedaban tres o cuatro días».

Al segundo día, Rodrigo pasó por el mismo lugar y vio a las mismas personas. «Entonces dije ‘¡Ah chingao!, dos días tienen aquí’. Al tercero volví a pasar y me acerqué a estas personas y vi a ese hombre, el cacique que está al centro. Era el jefe y me pareció interesante, por lo que establecí un vínculo silencioso con ellos, me aceptaron y luego tomé la foto centrada en ese hombre».

Pero lo más interesante del cacique, comenta, es que pese a todo parecía un jefe, con los papeles en la mano. «Aunque los pobres hombres siguieron esperando a que los recibiera alguien. Ahí puedes ver cómo unos están sentados en sillas y otros esperan en los pasillos o en el piso, mientras que en los cuartos contiguos muchos esperaban ser atendidos».

Puñetazo al Gabo

En la última se puede ver a Gabriel García Márquez con el ojo izquierdo amoratado, luego de que Mario Vargas Llosa le propinara un puñetazo. Es una imagen conocida.

Aquel día, Gabo llegó a mi casa y tocó el timbre, relata. Yo estaba en un despacho adjunto a la sala y llegó con su esposa Mercedes. Pero me sorprendió pues, aunque éramos amigos, no iba a mi casa así de pronto. Eran las 11 de la mañana y lo que él quería era documentar el golpazo que le había dado Vargas Llosa.

El novelista lo decidió así porque Moya era su amigo y un fotógrafo de su confianza, que en aquella época vivía en Illinois 57. Entonces sucedió el siguiente diálogo:

—¿Cómo estás flaco?, dijo Gabo a Moya.

—¡Qué te pasó Gabo!

—Me dio un golpecillo Mario Vargas Llosa.

Luego me contó que habían ido a una exhibición privada de cine y que, tras muchos años de no verse, años después de haber sido vecinos y muy amigos, sucedió la ruptura cuando Mario la resolvió así. ¿Los motivos de aquella ruptura? Siguen en el misterio.


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