domingo, septiembre 07, 2014

Literatura / Entrevista a Claudio Magris

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«Solo escribo apuntes contra el olvido»  (Foto: Archivo)

C iudad Juárez, Chihuahua. 6 de septiembre de 2014. (RanchoNEWS).-Claudio Magris es un hombre serio, sabio y feliz. Ríe tímidamente, con humildad. Conoce la naturaleza humana, sabe de sus recovecos, ha vivido el dolor de perder a un ser amado, ha viajado mucho por todo el mundo, ha leído infinidad de libros y ha conocido a toda clase de personas. Tiene numerosos amigos y disfruta de una vida entregada a la literatura. Esa vida, que ha mezclado en su propia literatura con dosis perfectas de asombro, paciencia, inteligencia y concreción, ha sido reconocida con el Premio Feria Internacional del Libro de Guadalajara en Lenguas Romances 2014. Por tal motivo charlamos con el autor de Conjeturas sobre un sable, Otro mar, Danubio, Ítaca y más allá, Microcosmos, El infinito viajar y Alfabetos, entre otras obras en las que ha tratado de escudriñar, como él mismo dice, la vida con minúsculas, la misma vida que, al ser contada y leída, se convierte en vida con mayúsculas. Una entrevista de Ana Ruiz para el suplemento Laberinto de Milenio:

¿Qué obsesiones, cuál o cuáles son los principales hilos conductores de su obra narrativa?

Es difícil de responder porque, como decía Kipling, un escritor puede contar una historia, pero no decir qué cosa significa. Me han interesado muchas cosas. En mis narraciones, sobre todo, la pequeña historia, el pequeño personaje que no es el protagonista de la gran historia, pero en el que se encarnan los grandes motivos de la historia colectiva en general, donde se aprecia de forma clara el peso del destino, la manera en que buscamos el amor, la vida. Yo he pretendido buscar a esas personas que resultan ser como flores olvidadas, porque uno solo escribe apuntes contra el olvido, tentativas de construir pequeñas arcas de Noé para salvar en lo posible algo que se perderá irremediablemente. Y este esfuerzo es un empeño de amor: toda narración nace de un sentimiento de fascinación y dolor por tantas cosas insostenibles en la vida, pero sobre todo nace de un sentimiento de amor.

¿Y en sus ensayos qué busca transmitir?

Permítame decirle una cosa al respecto: yo no siento que haya tanta diferencia entre un relato y un ensayo. Un ensayo no es una monografía académica, y claro, si yo escribo un ensayo crítico apelo a mi ser de escritor e incluso de periodista. Pero cuando yo he comenzado a escribir ensayos sobre la cultura, sobre Oriente o sobre otras preocupaciones, no he sabido qué cosa voy a escribir y qué cosa voy a encontrar. En italiano, ensayar es intentar; así que se trata de tentativas, de dar pasos hacia adelante, y los textos escritos de esta manera no tienen la misma forma, aunque comencé a escribir mi primer libro, El mito habsbúrgico en la literatura austriaca moderna, como un ensayo sin saber exactamente cuál era el sustrato de su tema, que por supuesto no era solo la corte de los Austria, sino todo un mundo de la vieja Europa, el fin de una totalidad, de una imagen armoniosa del mundo. Y es que esto sucede cuando en la tentativa de escribir se mezcla el relato. Cuando comencé a escribir A ciegas, no sabía dónde iba a terminar, y aunque cuando inicié Danubio tenía algunas intuiciones, no sabía si escribiría un reportaje o una novela con un personaje que era Claudio Magris o un personaje inventado. En este sentido, cuando uno comienza a andar la trama se conforma de un modo en el que está cerca de la historia y cerca de la narración puramente literaria.

En todo caso, sus personajes, como usted ha declarado, plantean problemas filosóficos. ¿Cuáles son los temas más importantes que han planteado?

Son, sin duda, muchos. Uno es encontrar la manera de narrar en las novelas la posibilidad o la dificultad de vivir verdaderamente nuestra vida, de vivir nuestro presente, simple y sencillamente de salvar nuestro presente, sin esperar, como hacemos, que el tiempo pase. No vemos la hora en que llegue la próxima semana, cuando sabremos que ciertos resultados clínicos serán favorables, cuando sabremos que nuestro partido ganó las elecciones. Esta es una condición terrible de la vida, pero sobre todo de la vida moderna: vivir siempre fijándonos en el futuro, que es posible que no sea, y olvidando que la única certeza es la muerte. Es un tema que siento cercano. Otro de los problemas que me interesan es el de la utopía, el deber de buscarla y construir un mundo mejor, diverso, y el encanto que se pone en ello y que por extravío se traduce en desencanto, un desencanto que acaba por ser una mediación de la utopía o, mejor dicho, una buena corrección de esa utopía, como ocurre en el Quijote.

¿Cuál es la relación entre escritura y ética, literatura y compromiso, literatura y moral?

Quien cuida el empeño del deber moral, como escritor no dice nada nuevo. Los imperativos morales son importantes para el hombre, al margen de que sea un escritor o que haga otra cosa. Por otro lado, cualquier escritor, aun los grandes, son seres morales como cualquier otra persona. Los grandes escritores del siglo XX han podido ser fascistas, nazis, estalinistas, han podido enviar telegramas de solidaridad a Mussolini, y hemos comprendido que a pesar de estas aberraciones han podido escribir obras de grandeza literaria. Por otro lado, yo no creo que los escritores sean gente que tenga un ánimo más noble que el resto. Un gran poeta, el polaco Czeslaw Milosz, dice que los poetas tienen frecuentemente un corazón frío, porque a pesar de que son capaces de escribir un poema a un niño que muere, son capaces de conmoverse más por las propias palabras que por lo que le ha ocurrido al niño. De todo esto deduzco que, respecto a la ética, la literatura debe ser completamente libre. La literatura no es un maestro de escuela, no es un maestro de moral: cuenta historias de vida sin querer dar explícitamente una enseñanza. Pero, por otro lado, la propia actividad de relatar, sin predicar, está hecha de poesía, inspiración y libertad imaginativa. Cuando escribo no quiero invitar a todos a inscribirse en una sociedad determinada, sino mostrar y hacer sentir valores. ¿Por qué los grandes fundadores de religiones, como Buda o Jesús, han contado parábolas, han utilizado la literatura? Porque solo así, contando una historia, han podido conseguir que los hombres entiendan qué cosa es la compasión, el amor al prójimo.

¿Hacia dónde cree que avanza la novela?

Es imposible preverlo, porque la situación es muy diversa, distinta de una lengua a otra, de un país a otro, de una cultura a otra. México no es Francia ni China; Italia no es Estados Unidos; hay escritores muy diferentes. Pero creo que en general la narrativa, con algunas bellísimas excepciones, está viviendo una regresión. Está regresando a la escritura de novelas de actualidad, de consumo. Ya no se ve el ánimo de las grandes novelas de lo que he llamado lo mitteleuropeo del siglo pasado, que rebasaba todas las fronteras. Pensemos en Kafka, en Faulkner, en los grandes latinoamericanos que, a pesar de que era muy difícil y casi imposible contar, narrar el mundo según la tradición, han podido hacerlo. Así que me parece que hoy la literatura, y en especial la narrativa, está en peligro de no enfrentar ese reto y conformarse con lo que funciona en el mercado. Creo por tanto que en ese sentido la narrativa tiene una auténtica necesidad de naufragio, de confrontarse con la imposibilidad de narrar el mundo.

Uno de los narradores del siglo pasado que rebasaron fronteras y que usted ha declarado que representó un puñetazo que le cambió la vida fue Juan Rulfo. ¿En qué consistió ese cambio?

Un universo fuera del tiempo, del tiempo del narrar, del pensar, del tiempo de la vida. Estos vivos y muertos que son contemporáneamente vecinos lejanos, que pueblan nuestro mundo, ofrecen un sentido diferente de la posibilidad de narrar el tiempo de la vida o el no tiempo de la vida. Esto está perfectamente contado en Pedro Páramo.

También ha dicho que la era digital ofrece la oportunidad de una nueva épica.

Soy una persona que sabe muy poco del mundo digital, que escribe incluso a mano. Pero aparte de eso, creo que el mundo digital entraña un gran peligro: el peligro de tener una gran cantidad de información que no sirve para pensar. Sin embargo, creo que con esta idea del hipertexto se podría construir una gran novela épica a la manera del Novecento, donde diversas historias confluirían en un mismo tronco narrativo. Pero, como digo, este mundo me es absolutamente extraño.

¿Cree que en nuestro tiempo hay una crisis o una debacle del humanismo?

Es evidente que hay muchas cosas en crisis, aunque no debemos idealizar el pasado. El siglo XX fue horrible para millones de hombres y eso todavía continúa. Me parece que esta defensa del humanismo como el sentido de la sacralidad del ser humano es más bien una cualidad del progreso. Creo más bien que lo que está en crisis es el propio concepto del individuo, que no sabe cuáles son sus límites entre tantas fronteras, el individuo del que se habla en un mundo tecnológico que mañana tendrá por completo dentro de su cabeza. Somos una especie que vive las transformaciones del mundo y, en efecto, tal como lo conocemos hoy, el individuo tradicional cambiará. No soy pesimista, pero veo que hay una enorme velocidad en el mundo, que el mundo cambia no lentamente como en el pasado sino a una velocidad superior a nuestra capacidad de analizarlo.

Por último, se ha anunciado que en noviembre aparecerá en español El conde y otros relatos.

El libro se publicó en 1990 en Italia.

¿Hay algo nuevo que esté escribiendo?

Estoy escribiendo una novela que se publicará en Italia el año próximo, pero no puedo decirle el título porque aún no lo tengo. Se trata de un libro épico, incluso duro, con mucha desesperación. Tendré el título en el último momento.


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