martes, octubre 14, 2014

Artes Plásticas / España: Sevilla consagra «La educación de la Virgen» como el primer Velázquez

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En la imagen La educacion de la Virgen  de Velazquez y La sagrada familia de Luis Tristán.  (Foto: Paco Fuentes)

C iudad Juárez, Chihuahua. 14 de octubre de 2014. (RanchoNEWS).- Pocas noticias han tenido tanto impacto en el mundo del arte como el descubrimiento de La educación de la Virgen, una obra temprana de Velázquez pintada en Sevilla hacia 1617, cuando el autor de Las meninas contaba con sólo 17 años. Dañada, quemada en parte y víctima de restauraciones criminales, fue el conservador e historiador John Marciari quien en 2010 dio a conocer al mundo su descubrimiento en la revista especializada Ars Magazine. A partir de ahí, la prensa internacional se ocupó de dar hasta el más nimio detalle sobre las circunstancias que habían rodeado a una pintura esencial para entender al joven Velázquez. Desde mañana y hasta el 15 de enero, el público puede contemplar en el Espacio Santa Clara de Sevilla el impactante resultado de la restauración y las conclusiones de las investigaciones científicas que se han realizado en Yale. También mañana comenzará en Sevilla el esperado simposio internacional en el que participarán 29 expertos mundiales en el maestro del barroco español. Una nota de Angeles García Vargas para El País:

Benito Navarrete, comisario de la exposición, ha reconstruido el viaje de la obra desde su descubrimiento en Yale hasta su restauración y exposición. Frente a ella ha colocado tres obras esenciales para entender la pintura de Velázquez: La educación de la Virgen, de Juan de Roelas (1612); La Sagrada Familia, de Luis Tristán (1603), y La imposición de la Casulla a San Ildefonso, del propio Velázquez (hacia 1622); una selección de obras maestras que, vistas en su conjunto, completan y explican La educación de la Virgen del joven Velázquez.

A modo de antesala, sobre un gran panel gris se reproducen algunos de los muchos titulares de prensa de medios internacionales y nacionales que abordaron el descubrimiento y sus consecuencias.

Ya al comienzo de la sala, se ha recreado el lugar en el que la obra fue encontrada por Marciari en Yale y un texto suyo en el que se puede leer: «La primera vez que vi la pintura fue en 2003. Inmediatamente pensé: esta es una gran obra, pero ¿de quién? Estaba catalogada simplemente como Escuela española. Me planteé varias hipótesis hasta que un día, quizás tres o cuatro meses después, de repente me golpeó. Esto es un velázquez de la primera época. Me dije a mí mismo que estaba loco, tarado, demente. No parecía posible que Yale hubiera tenido un velázquez durante ochenta años sin que nadie hubiera reparado en él. No podía ser… Inmediatamente después de reconocer que era Velázquez, me di cuenta de lo difícil que iba a ser probarlo».

No se equivocaba el conservador de pintura italiana y española del museo de San Diego. Lo primero era restarurar la obra en la medida de lo posible. A la pintura le faltaban 25 centímetros en la parte superior, tres centímetros en la inferior y una cantidad sin determinar de los bordes. Limpiezas a base de lejía y sosa y el efecto del agua y el fuego, habían producido daños tremendos.

Durante dos largos años y con la financiación del Banco de Santander, el equipo formado por Ian McClure y Carmen Albendea, junto a todo el equipo de restauradores de la Universidad de Yale, se han ocupado de devolver a la pintura su aspecto original sin traicionar al artista. Para ello, han renunciado a reconstruir las partes perdidas y, gracias a los resultados de las radiografías y reflectografías infrarrojas han descubierto no solo el original, sino también como pintaba Velázquez cuando acometió La educación de la Virgen.

McClure y Albendea llaman la atención sobre los trazos gruesos de los dibujos originales con los que perfilaba las partes esenciales, el toque blanco con el que remataba una parte del rostro o el respaldo de la silla. Insisten en que han evitado, en la medida de lo posible, las reintegraciones, descubriendo las partes y pigmentos originales de la obra, que coinciden con la técnica del joven Velázquez en sus años sevillanos.

¿Qué vemos ahora que Marciari no pudo apreciar cuando la descubrió? Los restauradores señalan el bodegón que figura a la izquierda de la composición y la vasija que lo preside, el respaldo de la silla, la calidad de la madera de la mesa.

El comisario de la exposición añade que se desvelan detalles que hacen imposible dudar de que se trata de una obra de Velázquez. Navarrete desconoce si se trata o no de un trabajo de encargo, aunque se inclina por definirlo como un ejercicio de experimentación del joven pintor. «Era un virtuoso desde muy pequeño y ya entonces había concluido su aprendizaje con Pacheco, el gran maestro que después se convertiría en su suegro. En esos años realiza muchos bodegones. Las naturalezas muertas y los objetos sencillos inspiran sus constantes ejercicios artísticos».

Benito Navarrete no alberga ninguna duda respecto a la autoría del maestro sevillano. «Pero más que insistir en mi tesis, he querido realizar una exposición científica con todos los detalles técnicos, la historia del cuadro, el impacto de su descubrimiento y las comparación con otras obras de su tiempo».



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