viernes, enero 23, 2015

Cine / Entevista a Aki Kaurismaki

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El cineasta finlandés, de paso por Barcelona donde ha presentado el ciclo Aki Kaurismaki - Peter Von Bagh. Bajo el sol de medianoche en la Filmoteca de Catalunya, recibe a El Cultural para hablar de cine y de la vida. (Foto: Archivo)

C iudad Juárez, Chihuahua. 22 de enero de 2015. (RanchoNEWS).- ¿Puede un mismo cineasta celebrar el fin de la raza humana y al mismo tiempo realizar odas humanistas profundamente conmovedoras? Aki Kaurismaki demuestra que sí es posible cuando uno tiene el corazón de Charlie Chaplin, el cerebro de Robert Bresson, la sensibilidad de Yasujiro Ozu y la ironía y sentido del absurdo de Samuel Beckett. El cóctel de ilustres referentes no debe llevarnos a engaño: la obra de este gran cineasta finlandés es única e inimitable. Bañado en un océano de silencio y habitado por trabajadores abonados al estoicismo y la quietud, el cine de Kaurismaki lleva tres décadas reflejando -desde su Finlandia natal o, esporádicamente, desde Francia- las penitencias e ilusiones de la clase trabajadora europea. Vale la pena recordar que su último héroe, un limpiabotas con corazón de poeta establecido en Normandía (protagonista de Le Havre, 2011), respondía al nombre de Marcel Marx. Una entrevista de Manu Yañéz Murillo para El Cultural:

Encontramos a Kaurismaki en Barcelona, donde ha venido a presentar a la Filmoteca de Catalunya el ciclo titulado Aki Kaurismaki - Peter Von Bagh. Bajo el sol de medianoche. Von Bagh falleció el pasado septiembre a la edad de 71 años dejando un extenso legado fílmico desde su condición de cineasta, historiador, crítico y programador de festivales. Autor de la considerada mejor monografía sobre Kaurismaki (editada por el Festival de Locarno), Von Bagh fundó junto a Aki y su hermano Mika Kaurismaki el Midnight Sun Film Festival: evento que, cada año, durante cinco días de mediados de junio, proyecta películas durante los días sin noche de la Laponia finlandesa. Con estos antecedentes, no resulta extraño que Kaurismaki, amigo personal de Von Bagh desde 1976 -cuando este último era programador de la Filmoteca de Helsinki-, haya aceptado desplazarse desde su Portugal adoptivo hasta Barcelona para rendir homenaje a su compatriota.

Kaurismaki nos recibe la mañana después de presentar ante una sala abarrotada O tasqueiro (2012), su cortometraje para el film colectivo Centro Histórico, y Helsinki Forever (2008), un documental en el que Von Bagh retrataba la capital finlandesa a partir de dibujos, lienzos e imágenes de películas, entre ellas, varias de Kaurismaki. Acompañado por su inseparable paquete de cigarrillos y por una imponente jarra de cerveza, el director de obras maestras como La chica de la fábrica de cerillas (1990) o Luces al atardecer (2006) exhibe con su característico ánimo provocador su ácida misantropía. Un papel de viejo gruñón que se desmonta cada vez que Kaurismaki evoca su genuino amor por el cine. El autor de Nubes pasajeras (1996) convierte sus pausas para meditar en odiseas de silencio y sus furibundas soflamas revolucionarias se ven contrapunteadas por un perenne halo irónico. He aquí un cineasta mayúsculo, un hombre contradictorio.

El documental Helsinki Forever que usted presentó ayer termina con una frase inquietante y reveladora: «La historia nos mira». Pienso que sus películas del pasado también nos miran y anticipan varios de los temas que marcan nuestro presente: la precariedad laboral, el desempleo, los males de la sociedad de consumo...

Espero que así sea.

 ¿Cómo es para usted mirar sus películas pasadas?

Nunca lo hago. Después de hacer el último chequeo técnico de una de mis películas, no vuelvo a verla nunca más. Sólo vería fallos, sería el horror. Intento ser clemente con mis películas, así que prefiero no volver a verlas. La memoria es más indulgente que la verdad. Me gusta pensar en mis primeras películas como testimonios de mi juventud, cuando era un tipo mucho más atlético que ahora (sonríe).

Pero hay muchos artistas que defienden que con la vejez llega una cierta sabiduría.

Esa es una mentira asquerosa (sonríe). La vejez no trae nada bueno. Las personas alcanzan su plenitud entre los 32 y los 35 años. Cuando uno deja atrás la juventud, el resto es pura miseria.

Anoche, en la presentación de Helsinki Forever, usted explicó que hace 25 años que no vive en Helsinki. ¿Echa de menos aquella ciudad?

(Larga pausa) Nunca me lo había planteado. Hace treinta años me fui de Helsinki para vivir en una pequeña ciudad moribunda situada a setenta quilómetros de la capital. Viví allí dos años y luego me fui a Portugal, donde llevo 25 años. Pero debo reconocer que Helsinki sigue siendo mi ciudad. La conozco palmo a palmo; rodé diez películas allí y diría que filmé cada maldita esquina de aquella ciudad. La verdad es que sigo sin saber si amo u odio esa ciudad. Tiene algo de petite bourgeoisie que me desagrada, pero al mismo tiempo tiene una historia fascinante, como demuestra Helsinki forever.

 ¿Y qué tiene Portugal que sigue viviendo allí 25 años después?

El silencio (larga pausa). La gente habla demasiado tanto en las películas como en la realidad. La gente debería quedarse callada a no ser que fuera para contar un chiste.

Hoy en día, como demuestran los atentados integristas de París, parece que tener sentido del humor es algo peligroso.

La situación es terrible. La gente debería meterse a sus dioses por el culo. No creo en ningún Dios ni en ninguna religión. Buda quizás es el único que no invitaba a la guerra, pero Jesucristo, Mahoma y el resto estaría bien que desaparecieran del mapa. Cuando te mueres, estás muerto. ¿Quién necesita un Dios?

Sorprende confrontar su visión del mundo con el final feliz de Le Havre, su último largometraje hasta la fecha.

Y seguramente el último de todos. Me gusta la idea de que mi carrera termine con un homenaje a Yasujiro Ozu, una imagen de un cerezo en flor, incluso cuando las flores de mi película eran en realidad de papel. En esa época del año, en Normandía, los cerezos no florecen. Pero qué más da, el cine es un arte de la ficción.

Después de Le Havre usted ha dirigido O tasqueiro, uno de los episodios del film colectivo portugués Centro Histórico.

Sí, ese corto terminaba con el solitario protagonista dejando en la puerta de su casa un tazón de leche para un gato. Es mi manera de pedirle al público que sea piadoso, clemente. Es un buen final. Y, siendo sinceros, me gustaría hacer alguna película más, pero debería surgir de una buena idea y de momento no la tengo. No creo en el cine como una profesión. El cine es un oficio de vagos, para tipos de segunda que quieren dárselas de artistas. La de cineasta es una profesión sobrevalorada.

En una entrevista que le hizo Peter Von Bagh para la revista norteamericana Film Comment, usted explicaba que Le Havre era el primer capítulo de una trilogía, cuyos siguientes episodios debían transcurrir en España y Alemania. ¿Qué ha pasado con ese proyecto?

Que me he vuelto viejo. La idea sigue revoloteando por mi mente, pero no quiero filmar sin una razón de peso. Me gustaría filmar una película en Vigo, en Galicia, pero todavía no he encontrado la historia adecuada. Por el momento, me considero un cineasta retirado.

En esa misma entrevista, usted declaraba lo siguiente: «Lo mejor de las personas surge en las peores circunstancias». Dado que las circunstancias actuales no son buenas, ¿piensa que es posible volver a pensar de forma utópica?

Lo que creo es que vivimos malos tiempos y no estamos dando lo mejor de nosotros mismos. Ha llegado el momento para la revolución. En mi opinión, nos iremos al infierno en veinte años. No hay futuro para la raza humana. No tengo hijos, así que puedo ver con mayor claridad el futuro. Si las madres, todas las madres, no se lanzan a las barricadas ahora mismo, sus hijos no tendrán futuro. Las madres, y los hombres detrás de ellas, deben reclamar que se termine esta locura sin sentido. Das Kapital lleva veinte años gobernando el mundo y hay que pararlo. Debemos dejar de consumir, detener el desarrollo de un sistema que ha llevado a que el 1% de la población mundial concentre el 50% de la riqueza del planeta. El dinero no cuenta, la humanidad cuenta, así que todos a las barricadas: nadie trabaja hasta que vuelva la democracia.

 ¿Tampoco se hacen películas?

A quién le importa el cine. Es muy aburrido. Se ha convertido en parte del capitalismo.

 ¿Va alguna vez al cine?

Veo muchas películas pero no voy al cine desde 1986, y la mayoría de las películas que veo son de principios del siglo XX. Me gusta ir hacia atrás. El cine posterior a los años 50 me resulta aburrido. ¿Eres capaz de mencionar alguna película de Hollywood posterior a 1975, por ejemplo, que sea una obra maestra?

 ¿La delgada línea roja (1998) de Terrence Malick?

(Kaurismaki mira hacia el costado y ríe burlonamente) Hablo de obras maestras, no de cine de mierda. En los años 60, en los cines de Helsinki, solían haber cinco obras maestras por semana.

 ¿Y Love Streams (1984) de John Cassavetes?

Esa no cuenta porque es cine americano independiente, no cine de Hollywood. En esa liga también incluiría a Jim Jarmusch o Alexander Payne. Nebraska (2013) es una obra maestra.

 ¿Hay algún otro cineasta contemporáneo que le parezca interesante?

Sí, los hermanos Dardenne, Abbas Kiarostami antes de que se volviera comercial, Christian Petzold, Fatih Akin... Muchos, pero ninguno de Hollywood.

En las escenas de sus películas que Peter Von Bagh decidió incluir en Helsinki Forever es posible advertir su interés por filmar la noche, en contraposición a la mayoría de películas finlandesas antiguas, en blanco y negro, que son más diurnas.

En realidad es difícil apreciar de forma justa las películas en color que aparecen en Helsinki Forever porque están transferidas a un formato digital que desvirtúa su verdadera paleta de tonos. En cualquier caso, debo decir que la Historia siempre es más bella en blanco y negro. Genera una distancia que te permite olvidar tus viejos pecados. Si tus viejos pecados se muestran en blanco y negro es más fácil ser clemente con ellos.

Hablando de colores, su cine ha sabido capturar los tonos de las películas de grandes cineastas como Jean-Pierre Melville o Yasujiro Ozu.

Melville es azul y gris, mientras que Ozu es del color rojo de una de sus teteras. Esa es la paleta básica de mi cine.

Esas tonalidades, enfatizadas por la luz casi siempre intensa y expresiva de su cine, hacen pensar en el mundo de los cuentos de hadas. ¿Le interesa ese universo?

Crecí con las historias de los hermanos Grimm, así que diría que sí. Aprendí a leer cuando tenía cuatro años y desde entonces no he parado. Si no tengo un libro en las manos termino leyendo lo que sea (coge la cajetilla de cigarros que tiene sobre la mesa y se la pega a los ojos, luego toma un servilletero con el logo de la bebida Cacaolat). ¡Kolaloca! ¡Como la película checa de 1964! (se refiere al western paródico Joe el Kolaloca, dirigido por Oldrich Lipský y protagonizado por un vaquero abstemio). Leo de todo, de todas las épocas.

 ¿Diría entonces que la literatura está más viva que el cine?

Solía decir que el teatro era una forma de arte moribunda, pero ahora he cambiado de opinión. El cine es la forma de arte que está muriendo... si es que alguna vez fue un arte. Esa es una buena pregunta: ¿Fue el cine alguna vez arte? (larga pausa) Diría que algunos fragmentos de Casablanca... ¡y Sólo los ángeles tienen alas (1939) de Howard Hawks! Eso es arte. Quizás la única película que puedo comparar con La edad de oro (1930) de Luis Buñuel, que es la razón por la que hago cine.

En su cine no parecen tener cabida los teléfonos móviles o los ordenadores. Sus películas tratan sobre gente que se mira y comparte un tiempo y un lugar. ¿Qué piensa de las nuevas tecnologías, las nuevas «formas de comunicación»? 

Deberíamos tomar en cuenta a Stephen Hawking, que afirmó que la inteligencia tecnológica destruiría a la especie humana... y espero que ocurra pronto. Cuánto antes desaparezcamos, el planeta tendrás más posibilidades de sobrevivir. En el fondo, siento simpatía por la humanidad, y también por mí mismo, dado que soy un tipo gracioso (sonrisa burlona). Sin embargo, nos torturamos lo unos a los otros y destruimos el planeta. No tenemos futuro. Somos una especie extraña que se dedica a destruir todo lo que toca, así que adiós humanidad y gracias por esta entrevista.

(Kaurismaki se levanta enérgicamente de su silla, nos da la mano y nos comenta que le ha parecido una charla muy agradable).


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