.
José Luis García Pérez (Don Juan Tenorio) se yergue en el medio de la escenografía concebida por Blanca Portillo. (Foto: Ceferino López)
C
iudad Juárez, Chihuahua. 8 de enero de 2015. (RanchoNEWS).- Cual científica rigurosa, Blanca Portillo se ha tomado la molestia de diseccionar el verdadero sentido de las palabras con la ayuda del diccionario de la Real Academia Española. Dos de las acepciones del término burlarson: «Engañar, inducir a tener por cierto lo que no es» y «seducir con engaño a una mujer». Dos términos que son aplicables, también científicamente, al personaje de Don Juan Tenorio, ese héroe romántico, seductor e icono de la transgresión al que Blanca Portillo ha reventado con decisión y valentía con una puesta en escena que hoy estrena en el Teatro Pavón, de Madrid, como directora, con el 80% de las entradas vendidas. Una nota de Rocío García Beato para El País:
Don Juan Tenorio, en versión de Juan Mayorga, e interpretada por José Luis García Pérez y Ariana Martínez, entre otros, es una coproducción del Teatro Calderón de Valladolid, la Compañía Nacional de Teatro Clásico y la productora de la propia Portillo, que desmonta de manera rotunda y sin fisuras los tópicos que siempre han rodeado a este personaje en las múltiples versiones que de él se han representado a lo largo del tiempo.
«Don Juan es un hombre peligroso, modelo de destrucción social y afectivamente, un psicópata, maltratador, violador y asesino, un hombre delenazble, con una falta absoluta de empatía», explicó ayer la actriz y directora, que acomete esta obra con el convencimiento de que la imagen y el mito que ha acompañado siempre al Tenorio había que destruirla, arrasarla, acabar con ella. «Es alguien que se lleva por delante todo lo que se cruza en su camino, es el vivo retrato del desprecio por los demás», añadió Portillo que para presentar esta versión del Tenorio de José Zorrilla no ha tenido que rebuscar ni inventarse nada, sino seguir con una exquisita fidelidad el texto original escrito en el siglo XIX.
Defensora convencida de que el teatro es ese lugar ideal en el que todo puede y debe ser objeto de debate y análisis, pero también como ciudadana y como mujer, Portillo lleva años soportando esa imagen del Tenorio —«nunca he podido entender cómo un personaje así se ha convertido en un icono abanderado de la libertad y de la representación de la seducción de las mujeres, como un valor en sí mismo»—. La necesidad de subirlo al escenario y radiografiar a las claras sus acciones y sus palabras está detrás de este proyecto en el que lleva embarcada más de dos años. «No puede ser que Don Juan Tenorio sea todavía modelo de comportamiento en nuestro país y en el mundo entero. Es un hombre amoral, teñido de un romanticismo profundamente mal entendido y reflejo de unos errores terroríficos», dice la actriz y directora, quien recita las propias palabras de Don Juan para demostrar la calaña destructora de este personaje —«por donde quiera que fui la razón atropellé, la virtud escarnecí, a la justicia burlé y a las mujeres vendí»—.
¿Cómo se explica que continúe vivo este mito? «Somos un pueblo muy permisivo, que pone en valor cosas profundamente negativas, lo vemos a diario en los diarios y las televisiones. Tenemos una capacidad para dejar que los malvados se instalen en el poder y admirarlos que no me lo explico». Tan profundo ha sido el estudio sobre el Don Juan de Zorrilla que Portillo no ha obviado las razones de su comportamiento, la educación en la infancia, el poder del mundo de los hombres, la ausencia de las madres y del universo femenino. Todo esto tendrá su reflejo en la producción, en la que por primera vez ella aborda también la creación del espacio escénico. Un montaje contemporáneo, un único espacio limpio, como una especie de mausoleo, un espacio con muy pocos objetos en el que el valor del actor está por encima de cualquier otra cosa. Un Don Juan contemporáneo, sin plumas, sombreros ni espadas, vestido con pantalones vaqueros y camiseta que revelará en escena toda su complejidad a los sones de una música de blues — «la música del dolor», como la califica Portillo—.
Este Don Juan dejará por el camino su imagen frívola y seductora, pero no perderá la extraordinaria teatralidad que alberga el texto de Zorrilla. De eso se han encargado con pasión y meticulosidad tanto Portillo como Juan Mayorga. «Mi contribución ha sido más que modesta», explica Mayorga, para quien el espectáculo del Teatro Pavón hará historia por su valentía, por presentar a un hombre malvado, sucio y áspero pero que no por eso deja de ser fascinante. «Es una mirada renovada, un montaje importante y controvertido, al que Blanca Portillo le ha quitado el polvo y el barniz que había ido ocultando todos los matices del texto», cuenta Mayorga, para quien el versionador de un texto es una especie de traductor, incluso cuando trabaja en su propia lengua. A la hora de enfrentarse a la obra de Zorrilla, Juan Mayorga se ha guiado por esa doble fidelidad al texto original y al espectador de hoy. «Las obras clásicas no pueden ser nunca reescritas, sino releídas, descubriendo el sentido del texto que el tiempo ha ido desvirtuando y para que las intenciones iniciales alcancen al espectador contemporáneo». «No es un montaje más de Don Juan Tenorio», sentencia el autor de esta versión.
REGRESAR A LA REVISTA