jueves, marzo 05, 2015

Fotografía / Entrevista a Pedro Meyer

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«Debemos enseñar a leer imágenes», afirma el fotógrafo. (Foto: Archivo)

C iudad Juárez, Chihuahua. 5 de marzo de 2015. (RanchoNEWS).- La siguiente entrevista fue realizada por Rogelio Villarreal y publicada por Magis el 1 de junio de 2014,  Joan Fontcuberta dice «Estamos instalados en un capitalismo de las imágenes y sus excesos, más que sumirnos en la asfixia del consumo, nos confrontan a la gestión política de poder descartarlas, sustraerlas o censurarlas. Surgen entonces dos estrategias: proponer una ecología visual que contenga la producción desenfrenada de imágenes preconizando el reciclaje de imágenes existentes; o focalizar la atención no en las imágenes que abundan sino justamente en aquéllas que faltan», en la entrevista publicada en el número anterior de esta revista y los dos coinciden en que lejos de garantizar una mayor transparencia, tiende a provocar ceguera, también nosotros, razón de más para seguir analizando este importante tema. Con el pionero de la fotografía  digital de México. 

En los primeros años de la década de los noventa, Pedro Meyer comenzó a hacer retratos digitales que parecían fotocopias de un cuadro de Roy Lichtenstein: los rostros eran apenas reconocibles en esas gráficas de pixeles gruesos y negros. Unos años antes, el 1 de febrero de 1989, investigadores del Tec de Monterrey habían intercambiado por primera vez mensajes electrónicos con sus colegas de la Universidad de Texas, lo que pronto harían también colegas de la Universidad Nacional Autónoma de México. A mediados de esa década, los primeros navegadores del ciberespacio exploraban ya las fronteras en expansión del nuevo mundo virtual. Uno de los primeros sitios en nuestro país se debe a Meyer: Zone Zero, dedicado por completo a la fotografía.

Fundador en 1976 del Consejo Mexicano de Fotografía, organizador de dos ediciones del Coloquio Latinoamericano de Fotografía, en 1978 y 1981 —que permitieron articular una vasta red entre fotógrafos, artistas y escritores de la región—, y uno de los principales impulsores de la creación en 1994 del Centro de la Imagen, institución dedicada a la investigación, la formación, el análisis y la divulgación de la fotografía, Pedro Meyer anuncia ahora la apertura del Fotomuseo Cuatro Caminos, el próximo septiembre. Este amplísimo espacio, ubicado entre los límites del Distrito Federal y el Estado de México, albergará exposiciones, talleres y cursos; la educación visual y fotográfica, dice, tendrá un lugar primordial en el museo.

Meyer compró en 1984 la primera computadora personal Macintosh, que aún conserva, y ha sido un protagonista destacado en la revolución digital que sacudió las formas de ver y comprender el mundo. Colaborador en el desarrollo de programas de edición electrónica de imágenes, como Photoshop y Painter, y de tecnología para cd-rom y libros electrónicos, en la víspera de su octava década de vida continúa experimentando con nuevas formas de enriquecer la capacidad expresiva de sus fotografías. Sobre esto charlamos por Skype.

A veinte años de la fundación de ZoneZero, ¿cuál es el balance de este sitio pionero?

En estas dos décadas, el crecimiento del sitio ha sido exponencial, lo mismo que las transformaciones tecnológicas. En aquellos años, la conexión a internet se hacía marcando el dial; empezamos subiendo imágenes modestas y no había posibilidad de añadir sonido ni video, mucho menos animación. Ahora, los nuevos dispositivos móviles han provocado un cambio radical en el sitio, pues muchos usuarios navegan desde sus celulares o tabletas; la mayoría de ellos está en los medios sociales, por eso ahora publico mis editoriales a manera de comentarios en Facebook. Hemos tenido que rediseñar una gran cantidad de contenidos, pues muchos estaban hechos con animación en Flash, por ejemplo, que no corre en teléfonos. Es un dilema, se requiere mucho tiempo y dinero para reeditar y actualizar, lo que nos hace preguntarnos si vale la pena, sobre todo en esta época en la que todo se ve de manera muy rápida, se usa y se tira. La magnitud de lo que pasa ahora era impensable hasta hace poco. Hay un billón de teléfonos nuevos al año e impresoras capaces de imprimir hasta una casa. Son cambios sísmicos que han propiciado una relación superficial con los contenidos.

Dice el fotógrafo español Joan Fontcuberta que hay una gran cantidad de basura en internet, en los medios sociales...

No necesariamente, pues los gatitos y los perros sí son importantes para alguien, lo mismo que las fotos de fiestas, y eso tiene que ver con cómo se entiende el uso de la fotografía. Hoy todos son fotógrafos, todas las generaciones, millones de personas que comparten imágenes y noticias con un núcleo reducido de gente, todas autorreferenciales, selfies, de sus hijos, mascotas, comidas, viajes... pero todo lo que publican le interesa a su círculo de amigos y parientes. Ahora los teléfonos son pequeñas computadoras, y eso es algo que advertí hace 25 años en algún número de la revista Luna Córnea: que en el futuro las cámaras serían computadoras y que en esos aparatos convergerían herramientas de video, sonido y muchas más.

Por eso mismo, lo que hacemos es tratar de aportar algo, así sea mínimo, a la educación, que es un desastre en el país. Para eso partimos de una premisa básica: la fotografía tiene un lugar central en la cultura contemporánea, y por esa razón debemos enseñar a leer imágenes. Cuando Gutenberg imprimió los primeros libros había muy poca gente capaz de leerlos, pero con el tiempo se creó una dinámica natural. Hoy todos somos fotógrafos, pero con una cultura visual escasa.

Analfabetismo visual, de ahí tu énfasis en la educación...

Sí. El Fotomuseo Cuatro Caminos, que se inaugurará en septiembre, no será un protagonista del mundo del mercado del arte, sino de la educación. Abriremos con un corte de caja de la fotografía mexicana del siglo XXI, una exposición curada por Gerardo Montiel Klint y Francisco Mata con lo más relevante de la producción de 300 fotógrafos mexicanos en lo que va del siglo. Además habrá cursos, talleres y reuniones de investigadores y educadores de la fotografía.

Habrá también un interés especial en la narrativa fotográfica, para los que tengan algo que decir. En esta era de analfabetismo visual, enseñaremos que así como con el abecedario unes las letras para formar palabras y después palabras para formar oraciones, de la misma manera se puede hacer con secuencias fotográficas para contar una historia.

Tu obra fotográfica analógica —medio millón de negativos— se está digitalizando desde hace unos años y subiendo a pedromeyer.com

Lo cual representa otro gran problema, debido a los avances tecnológicos. Nunca terminas, cada dos años hay que cambiar los programas, invertir; es como el tejido de Penélope. De ese medio millón de imágenes, hay 85 por ciento digitalizado que debe clasificarse con palabras clave, con nombres de lugares y personas, fechas, y eso solamente lo puede hacer una persona. Es un trabajo que estamos replanteando, pues ahora muchas consultas se hacen desde el celular, ahí hay que funcionar y rápido, hay que adaptarnos a esas otras pantallas. La de la tecnología es una carrera diabólica, es como un tren que va tendiendo las líneas al mismo tiempo que corre.

Es una época de vértigo, en la que ya no hay tiempo para ver, leer y escuchar con atención...

Quizás el mayor problema de la comunicación es que no escuchamos para comprender sino que escuchamos para responder, como leí hace rato en Facebook. Eso altera la naturaleza de las conversaciones. Si comparto una foto o un texto da lo mismo, no nos interesa el diálogo sino ganar puntos con el ataque o la ocurrencia. ¿A quién le estamos hablando? ¿Quién está interesado, involucrado? Criticamos a la diputada que le atribuye a García Márquez libros que no son de él, pero en esta época de trivialidad espantosa en todos los niveles esa legisladora no es la excepción, sino que refleja a una mayoría de la población.

Fotografía, Cultura y Tecnología

Pedro Meyer nació en Madrid en 1935, donde sus padres, que habían abandonado la Alemania nazi, estaban de paso hacia México. En este país fue testigo de acontecimientos como las manifestaciones estudiantiles de 1968, y dos libros emblemáticos llevan fotografías suyas en las portadas: La noche de Tlatelolco, de Elena Poniatowska, y Los días y los años, de Luis González de Alba, ambos publicados en 1971. Estuvo en Avándaro el día y la noche de septiembre de 1971 cuando se realizó el concierto que congregó a más de 200 mil jóvenes para escuchar grupos de rock mexicano. Fue a Nicaragua como reportero y sus fotografías y textos sobre la revolución sandinista ocuparon las primeras páginas del entonces novedoso diario Unomásuno durante varias semanas. Fue comisionado para cubrir la gira del candidato priista Miguel de la Madrid a la presidencia, en 1982, y para registrar la vida cotidiana de los trabajadores de Pemex, y en esas dos ocasiones las fotografías revelaron realidades un tanto incómodas; el libro Los cohetes duraron todo el día, publicado por la paraestatal en 1987 para conmemorar los cincuenta años de la expropiación petrolera, fue embodegado.

Una parte de la obra más conocida de Meyer se puede ver en sus libros Espejo de espinas (Fondo de Cultura Económica, 1986), Verdades y ficciones (Casa de las Imágenes y Aperture, 1995), The Real and the True: The Digital Photography of Pedro Meyer (New Riders Press, 2005) y Herejías (Lunwerg, 2008), un volumen que compila lo más sobresaliente de cuatro décadas de su producción, que se exhibió de manera simultánea y dividida en temas en sesenta museos y galerías de todo el mundo —físicos y virtuales.

Además de haber sido el primer fotógrafo que imprimió imágenes digitales en papel de algodón en gran formato, eres el autor del primer cd-rom en el mundo, Fotografío para recordar/I Photograph to Remember (Voyager, 1990), además de Verdades y ficciones/Truths and Fictions (1992).

Sí, son CD con imágenes y sonido continuo. Con Fotografío para recordar fue la primera vez que se presentaba un contenido sumamente emotivo en la pantalla de una computadora, algo que se pensaba que no se podía hacer porque el medio era «frío». Ahí narro cómo el cáncer fue acabando con la vida de mis padres, y le pedí al compositor Manuel Rocha que hiciera una pieza para acompañar las imágenes y la voz.

Has transitado de la fotografía analógica a la digital, y has cubierto un periodo importante de nuestra historia...

A veces creo que eso ya es irrelevante. En la era del «teléfono inteligente» a nadie le importan esos hechos, son tan remotos como el descubrimiento de América. Antes tu padre podía platicar contigo con toda calma y eso era importante, era algo digno de compartirse. Hoy son demasiadas las cosas que ocurren a un ritmo tal que creo que los seres humanos no nos hemos desarrollado para responder de manera exitosa; quizá sean necesarias más neuronas para tanta información.

Creo que la tecnología puede resolver muchos de los problemas básicos del ser humano, como poder mejorar la seguridad, la educación, la salud, fomentar la creatividad, pero la velocidad nos aturde. Es una etapa de transición en la cual la gente parece que no está equipada para usar esas nuevas tecnologías como un medio para resolver mejor sus vidas. Aunque tengo un sentimiento pesimista o ambiguo ante esto y sigo preocupado, sin respuesta, nos ocuparemos de la educación hasta donde sea posible.

Volviendo a la fotografía, los efectos y tratamientos con programas como Photoshop producen fotografías más «artísticas», lo que nos recuerda los escándalos y polémicas sobre manipulación y alteración.

La fotografía siempre ha sido alterada, manipulada, por eso es necesario quitarle la carga de ser un documento que refleja la realidad; ésa no es su función, es algo que no puede cumplir. Es tautológico decir que es manipulada, ¿cuándo no lo fue? No hay un solo ejemplo de fotografía que no esté alterada, desde el encuadre, los colores, las distorsiones que producen las lentes. Ya debería quedar atrás la discusión en torno a la fidelidad de la imagen fotográfica respecto de la realidad. Recuerdo a fotógrafos sin duda comprometidos con la denuncia de las injusticias sociales, pero obcecados ante la evidencia de que el encuadre, el gran angular y el blanco y negro —por no hablar de efectos y trucos de laboratorio y de impresión— son alteraciones de la realidad.

Parecían seguir al pie de la letra el verso que Octavio Paz le dedicó a Manuel Álvarez Bravo: «La realidad es más real en blanco y negro». O, para citar a Lauwaert, seguían el dogma de la «teología fotográfica de la liberación».

Sí. Los jurados de concursos, premios y bienales se escandalizan cuando descubren fotografías retocadas, es decir, alteradas; sobre esto he escrito en varios de mis editoriales de ZoneZero: los miembros del jurado carecen de elementos para defender sus decisiones. Pueden estar de acuerdo con el recorte o el encuadre, pero no con que se elimine un pie o una cámara de video de la toma.

Cuando vinieron a México representantes de World Press Photo para abrir un diplomado en línea de fotografía narrativa, les pregunté si habían leído el editorial donde criticaba a los jurados, y me contestaron, paradójicamente, que por eso nos habían escogido. Están inmersos en una dinámica como la del rey que va desnudo, aún sostienen la fantasía de la fotografía como un documento fehaciente porque de eso depende su credibilidad, pero saben que no es cierto, que eso es un mito. Deben cambiarse las reglas del jurado, y mi planteamiento, les dije, es que puedo entender que la finalidad sea la integridad y veracidad de la información, pero ésta no puede estar sustentada en una falacia: la fotografía no es la realidad, lo que vemos en la imagen debe verificarse por dos o tres fuentes más para darle credibilidad.

Una noticia sobre refugiados o inmigrantes, pongamos por ejemplo, es cierta, con cámara o sin cámara, y por eso debemos enfocarnos en cuál es el planteamiento de la imagen; su veracidad debe estar centrada en la credibilidad del autor, no en el vehículo, la cámara. De la misma manera en la que un escritor puede editar sus textos, cambiar párrafos de sitio o invertir el orden de las frases, o en que un cineasta puede editar sus documentales para hacerlos más eficientes, un fotógrafo digital puede hacer exactamente lo mismo con sus fotografías. Lo que estás fotografiando no es un set de la realidad, ¿por qué una fotografía fija no debería poderse editar y armar si eso mismo puede hacerse con un documental fílmico? En el mundo digital utilizas medios electrónicos que te permiten llevar el discurso fotográfico mucho más allá que con la fotografía analógica. Pienso que el fotógrafo debe tener la libertad de trabajar y usar todas las herramientas que quiera, lo que de veras importa es que la información no se distorsione al grado de que se convierta en una mentira —lo que ha pasado, sin duda.

El caso del Pulitzer mexicano Narciso Contreras el año pasado es penoso, en vez de disculparse debió haberse defendido de manera inteligente, ¿en qué modificaba la eliminación de una videocámara tirada el contenido o la información de la fotografía? Casos como éste ha habido muchos, por haber retocado, contrastado, editado las imágenes. Eso no es faltar a la ética ni a la verdad. No es prohibiendo sino abriendo las compuertas como se pueden resolver esas situaciones. World Press Photo, por ejemplo, abrió un nuevo apartado para multimedia en donde se permite todo lo que prohíben en la foto fija; reglas como ésta son anacrónicas:  «La estructura original de la imagen digital podrá sólo ser alterada mediante las técnicas de cuarto oscuro tales como ajustes de la luminosidad, del contraste y del color, sobreexposición y subexposición. No estará permitido ningún otro cambio en la imagen digital original ». Para pensarse, ¿no?

La red representa de manera muy aproximada la estructura del pensamiento. Cuando tocamos algún tema, inmediatamente las neuronas establecen cientos o miles de conexiones que hacen que otras ideas vengan y vayan, creando ramificaciones neurológicas que son muy parecidas a las ramificaciones digitales del internet, con sus millones de ligas. En la fotografía digital confluyen diferentes tiempos y lugares, lo que rompe con la estructura lineal del desarrollo de la historia. Una imagen digital puede construirse a partir de otras imágenes tomadas en distintos espacios y épocas y plasmarse en una sola imagen coherente y sin fisuras o costuras notorias, una especie de  «cine fijo». Nunca antes había sentido que verdaderamente pintara con luz como hasta ahora, con la tecnología digital. Por primera vez en la historia de la fotografía hemos alcanzado una etapa en la que la expresión  «escribir con luz» no es ya una metáfora.

Alguna vez tus colegas te acusaron de ser un hereje...

Eso se debe a la renuencia de muchos fotógrafos a aceptar las nuevas tecnologías, la misma que han tenido millones de personas en la historia ante los cambios. Maquiavelo escribió en el siglo xvi sobre el temor a los cambios en las estructuras de poder establecidas. Ese terror a aceptar ideas nuevas y radicales, como las que en su tiempo propusieron Giordano Bruno, Copérnico y Galileo, les atrajo a estos científicos el escarnio y la hoguera. Guardando las debidas proporciones, para no pocos de mis amigos, yo era un hereje: ¡cómo puede ser que yo esté promoviendo y haciendo todos los esfuerzos en el ámbito digital y renunciando a mi pertenencia a la casta de los fotógrafos!

Si pudieras resumir en una frase toda una vida de trabajo fotográfico, ¿cuál sería?

Lo que he hecho es alimentar mis inquietudes y mi curiosidad, aportar al discurso general, a la discusión y a la búsqueda de respuestas aunque éstas nunca se han limitado estrictamente al ámbito de la imagen fotográfica, pues por medio de la fotografía hemos podido discutir temas como la identidad, la democracia, el arte, la cultura, la educación, la magnitud de la revolución tecnológica. He tratado de integrar en un modelo analítico la fotografía, la cultura y la tecnología.


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