sábado, mayo 23, 2015

Literatura / Argentina: Al rescate de Di Benedetto

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El narrador y periodista mendocino. (Foto: Archivo)

C iudad Juárez, Chihuahua. 16 de mayo de 2014. (RanchoNEWS).- En la provincia argentina de Mendoza, cercana a la Cordillera de los Andes, nació un escritor que confeccionó una de las consideradas diez mejores novelas de América Latina: Zama, que publicó el 1956. Se trata de Antonio di Benedetto (1922-1986), un autor hoy casi olvidado, reporta Virginia Bautista, enviada de Excélsior a Buenos Aires.

«Es una novela magnífica. Está escrita en un lenguaje que no se sabe si es de esa época o de la actual. No sólo yo, los académicos piensan que Zama no tiene nada qué envidiarle a Pedro Páramo, de Juan Rulfo; Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez, o Rayuela, de Julio Cortázar. Incluso, yo creo que supera a Rayuela», afirma sin dudar Lucio Fernando Aquilanti.

«Es el autor de historias magníficas y muy actuales, que se pueden leer perfecto hoy. Cuando la literatura tiene una fecha de vencimiento, empieza a quedar un poco fuera. Muchos critican eso de Rayuela, porque ya está un poco fuera de época, anacrónica», agrega en entrevista con Excélsior el librero anticuario.

Esta opinión adquiere un significado fundamental al ser emitida por un gran especialista de la obra de Cortázar, quien conoce perfecto todo lo publicado por el llamdo Cronopio Mayor y formó durante 27 años el mayor acervo de sus primeras ediciones.

El coautor, junto con Federico Barea, de Todo Cortázar. Bio-bibliografía, de reciente aparición, que desglosa por primera vez lo publicado por el narrador y poeta, adelanta que después de tres décadas de ese trabajo ahora comenzará a rastrear las primeras ediciones de los títulos de Di Benedetto para elaborar una propuesta similar.

«Por lo menos hay unas 20 obras, especialmente cuento y novela. Es un narrador que hay que revalorar. Sólo se conoce en ciertos círculos. Si uno le pregunta a un argentino de clase media que si ha escuchado hablar de Jorge Luis Borges y Cortázar dirá que sí, y de Benedetto, el 90 por ciento dice que no. A ese nivel. Es un olvidado», añade.

Aquilanti confiesa que le resulta «raro» que este narrador de ascendencia italiana haya caído en el olvido, «porque debió haber sido reconocido no sólo por su obra en sí, sino porque muchos lo revolaron en su momento. Borges lo invitó a dar una conferencia con él en la Biblioteca Nacional y Borges no le daba un espaldarazo a cualquiera. Cortázar lo recomendó bastante. Tal vez no tanto como a otros, que les dio más impulso; pero siempre lo recomendó. Le hicieron cientos de notas y reportajes en revistas. Vivió y publicó en España. Sus libros están traducidos a varios idiomas. Es raro que ahora pocos hablen de él», explica.

Di Benedetto publicó su primer libro de cuentos en 1953, Mundo animal, y dos años más tarde, en 1955, dio a conocer su primera novela, El pentágono, reeditada como Anabella en 1974. Zama es considerada su obra maestra.

Luego salieron a la luz sus novelas El silenciero (1964) –traducida al alemán en 1968–, Los suicidas (1969) y Sombras, nada más (1985). Y entre sus libros de cuentos destacan Grot (1957), Declinación y ángel (1958), El cariño de los tontos (1961), Two stories (1965), Absurdos (1978) y Cuentos del exilio (1983).

«Su tema esencialmente es la naturaleza humana. Muchos de sus libros son autobiográficos», dice quien en 1996 adquirió Fernández Blanco, la librería de antiguo decana de Argentina, fundada en 1939.

En una casona de la calle Tucumán, centro de Buenos Aires, rodeado de unos 70 mil libros antiguos, detalla que Di Benedetto fue perseguido durante la última dictadura y apresado en 1976, encarcelado y torturado. «Sufrió dos simulacros de fusilamiento y fue excarcelado en 1977, anímicamente destrozado. Estuvo exiliado en España. Nunca supo por qué lo persiguieron. Hay quienes dicen que fue por una cuestión de mujeres. No era un revolucionario en absoluto. No era tampoco funcional al golpe de Estado. No era un tipo peligroso. En 1984 regresó a Argentina ya enfermo. Y murió bastante olvidado», asegura.

Además de la bibliografía, Aquilanti piensa montar una exposición sobre Di Benedetto y publicar un libro. Y planea terminar esta investigación hacia 2022, en el marco del centenario de su natalicio, «para hacerla con todo cuidado y rigor».

Bibliófilo

Aquilanti, quien se define primero como un librero anticuario y luego como coleccionista, «aunque ambos oficios nacieron juntos en su corazón cuando tenía 18 años», está convencido de que el coleccionismo debe ser útil.

«Una colección tiene que ser algo homogéneo, ser un norte. Hay que abrirla, colocarla al alcance de los investigadores, de la gente. Hay que ponerla en valor, catalogarla, quizá hacer exposiciones o editar un libro. Y luego encontrarle un lugar que la acoja, en vida del coleccionista», añade.

Y justo eso hizo con su atesorado acervo de primeras ediciones de Cortázar, que fue adquirida por la Biblioteca Nacional de Argentina. «Me tardé 27 años en integrarlo y tres en hacer el libro que reúne más de 800 piezas, incluyendo los 79 libros que publicó».

Destaca que, de cada título, «ponemos todo lo que contiene y dónde se publicó antes. Es un trabajo muy difícil, meticuloso, de una rigurosidad y una obsesión que raya en la locura, en el delirio. Es importante porque el estudioso de Cortázar, el coleccionista, tiene todas las herramientas».

Así Todo Cortázar registra por primera vez la totalidad de las obras que el narrador escribió solo y en colaboraciones, para catálogos de arte y obras políticas y literarias, para pintores, ediciones que él mismo hizo a mimeógrafo en casa, los prólogos y contraportadas, su correspondencia y entrevistas publicadas en libros, discos con su voz, iconografía, las traducciones y las publicaciones periódicas.

«Empecé a coleccionarlo a los 18 años, aunque lo leía desde los 14 años. Me enamoré de lo que estaba leyendo. Compré una primera edición autografiada por él de Los reyes, el primer libro que firma como Julio Cortázar en 1949», indica.

El también autor de un volumen sobre el origen de la imprenta en Río de la Plata descubrió con Cortázar el tipo de trabajos que le gustan, en el que se une su amor por los libros y su gusto por promover la obra del autor. Ahora aplicará la misma metodología a la obra de Di Benedetto.

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