jueves, junio 25, 2015

Teatro / España: Atalaya estrena una versión de «Marat-Sade», espejo de la desigualdad social

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Un momento de un ensayo del Marat-Sade de Atalaya. (Foto:Félix Vázquez)

C iudad Juárez, Chihuahua. 18 de junio de 2015. (RanchoNEWS).- Marat-Sade, uno de los textos fundamentales de la dramaturgia del siglo XX, es una constante en la escena española desde que Adolfo Marsillach lo estrenó en 1968 desafiando a la censura de la dictadura y con un montaje que fue absolutamente rompedor. Desde entonces, la obra de Peter Weiss, que habla de la eterna confrontación entre individualismo y colectividad, se ha representado en España en cada década. Los últimos son el nuevo montaje que Marsillach hizo en 1998 para el Centro Dramático Nacional y el que realizó Animalario en 2007. Reporta desde Sevilla Margot Molina para El País.

En esta década, la compañía sevillana Atalaya ha querido darle otra vuelta de tuerca a esta obra que juega al teatro dentro del teatro y narra el asesinato de Jean Paul Marat, líder de los jacobinos tras la Revolución francesa. Marat-Sade, dirigido por Ricardo Iniesta, se estrena en el festival Clásicos de Alcalá, en Alcalá de Henares (Madrid), el 25 de junio. El montaje es una coproducción de Atalaya y el Festival Grec de Barcelona y podrá verse en el Teatro Lliure del 17 al 19 de julio.

« El texto de Peter Weiss, que es de 1964, cobra ahora más sentido que nunca. Vivimos en una sociedad en la que ha aumentado muchísimo la desigualdad y la gente está más politizada que hace 10 o 15 años. Existe una corriente que ha cuestionado el capitalismo, prueba de ello son los cambios que se están produciendo tras las municipales en grandes ciudades como Madrid, Barcelona y Valencia», explica Ricardo Iniesta, director y fundador de Atalaya, que obtuvo el Premio Nacional de Teatro en 2008.

 «La obra se centra en la dicotomía entre el individualismo exacerbado del Marqués de Sade y la apuesta por la colectividad y la honestidad que hace Marat. Weiss la concibió como teatro dentro del teatro, aunque partía de hechos reales porque los actores encarnan a enfermos mentales del hospital de Charenton en 1808. Ellos representan una obra bajo la dirección de Sade, quien estuvo realmente internado en ese centro y organizó veladas teatrales a las que acudía la burguesía», aclara Ricardo Iniesta en Sevilla después de uno de los ensayos.

El lenguaje Atalaya, una compañía que tiene 32 años y ha presentado sus trabajos en más de 150 festivales nacionales e internacionales, se muestra en esta última producción en su estado más puro. «Lo que me movió a montar esta obra es la película de Peter Brook, que es de 1966, pero nuestro trabajo se aproxima más a la primera puesta en escena de Marsillach. Nuestra producción es la suma de tres lenguajes muy claros: el teatro épico de Brecht, el teatro de la crueldad de Artaud y el estilo grotesco de Mejerhold», precisa Iniesta, quien firma también el espacio escénico.

La propuesta de Atalaya, que después de Barcelona iniciará gira por España, tiene en cuenta más que en montajes anteriores que los que representan Persecución y muerte de Jean Paul Marat son enfermos mentales recluidos en un centro y, por lo tanto, sus personajes tienen que reflejar también esas dolencias. Jerónimo Arenal encarna a un Marat enfebrecido que solo despierta de su letargo para lanzar sus famosas proclamas:  «Somos libres solo para elegir cómo morir»,  «No hay libertad, si no hay igualdad»... frente a Manuel Asensio quien da vida al señor de Sade —quien ha perdido su título tras ser internado en el manicomio—, un sádico redomado que se muestra complacido cada vez que consigue que la escena termine en una revuelta de sus pacientes-actores. En el elenco destacan también Silvia Garzón, que encarna a Carlota Corday, la aristócrata encargada de asesinar a Marat, y Carmen Gallardo, que hace las veces de presentadora de la obra ante el público que acude al hospicio de Charenton en 1808.

Raúl Vera, María Sanz, Lidia Mauduit, Raúl Sirio y Joaquín Galán completan el elenco que interpreta una veintena de canciones en directo, a veces acompañados por un acordeón, en un espacio escénico en el que Iniesta se sirve de una serie de cortinas, que también podían ser sudarios o las sábanas del hospital, para crear todos los ambientes del montaje y transportar al espectador a ese hospicio en el que, después de la Revolución, los locos parecían menos locos que los de fuera.



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