sábado, enero 02, 2016

Cine / Entrevista a Margarethe von Trotta

.
La veterana directora alemana estrena El mundo abandonado, una historia que relata el encuentro entre dos hermanas que nunca se han visto. (Foto: Archivo)

C iudad Juárez, Chihuahua. 31 de diciembre de 2015. (RanchoNEWS).- Margarethe von Trotta (Berlín, 1942) lo ha sido todo en el cine europeo. Figura central del Nuevo Cine Alemán de los años 70 junto a figuras como Wim Wenders (a quien suelta una pulla), Fassbinder, con el que colaboró en sus primeros trabajos, o Völker Schlondorff (su ex marido), la cineasta hizo fortuna con una serie de películas que fueron consideradas feministas como Las hermanas alemanas (1981) o Rosa Luxemburgo (1986), en las que brinda grandes retratos de mujeres. Su penúltimo filme, Hannah Arendt (2012) fue un gran éxito de público no solo en España, también en todo el mundo, para su propia sorpresa. El tema de las hermanas, por el confiesa que siempre sintió cierta obsesión sin saber muy bien por qué, ya que era hija única, vuelve a estar en el centro de su nuevo filme, Un mundo abandonado, en el que Sophie (Katja Riemann) una cantante de jazz alemana se lanza a la búsqueda de una cantante de ópera estadounidense (Barbara Sukowa, actriz habitual de la cineasta y leyenda del cine europeo) que tiene un sorprendente parecido con su madre. La historia no le resulta lejana a von Trotta, que descubrió hace pocos años que su madre había tenido una hija que vive en Moscú. A sus 73 años, von Trotta se mantiene espléndida y no para de reírse durante toda la entrevista. Juan Sardá hace la entrevista para El Cultural.

Trata un tema muy «telenovelero» como el de los hijos perdidos y recobrados pero lo hace de una manera ligera e incluso irónica. ¿Quería subvertir los clichés del género? 

Yo digo que es un melodrama cómico. Un melodrama con momentos ingeniosos. Mi propia vida fue como una culebrón. Cuando una mujer de la que no sabes nada te escribe diciendo qué quiere información sobre mi madre, le escribes preguntando por qué y cuando te contesta que es tu hermana, es como un culebrón. Cuando la conocí resultó que se parecía mucho más a mi madre de lo que me parecía yo. Todo eso me causó una gran impresión. Por una parte estaba enfadada con mi madre porque nunca me lo hubiera dicho y me costó entender que hubiera dado en adopción a mi hermana.

¿Ese descubrimiento le produjo felicidad?

No felicidad, más bien aturdimiento. Es muy difícil que una hermana llegue tan tarde en tu vida y crees ese vínculo porque el hecho de ser hermano también está relacionado con la infancia. Si no existe ese cúmulo de recuerdos en común es difícil generar una familiaridad.

En la película, sin embargo, sí se forma una verdadera nueva familia.

En la película sí pero no es mi caso.

Usted plantea esa conveniencia de saber la verdad, ¿quizá es mejor que algunos secretos siempre lo sean?

En la película sin duda es mejor conocer la verdad, para mí también lo fue. Siempre es bueno. De todos modos, también podemos comprender la decisión de esa madre. Su marido no la deja parir y ella se siente amenazada. Es lo único que puede hacer.


Katja Riemann y Barbara Sukowa en una escena de la película

Confronta a esa hija que busca a su hermana perdida con esa madre fallecida y plantea dos contextos sociales muy diferentes, de la volatilidad de las relaciones actuales a las rigideces de antaño. ¿Quería confrontar ambos mundos?

Sí, desde luego. Veo en mis hijos las dificultades que tienen con sus parejas. Lo que quiero decir es que las relaciones son complicadas, da igual el contexto porque surgen problemas diferentes. De todos modos, no creo que los jóvenes de ahora sean tan libres. En el caso de este personaje, ella quiere una relación verdadera pero no está dispuesta a aceptar la parte negativa del compromiso. En mi época, en los años 70, sí hubo una gran libertad pero no se ha repetido. Ahora, las relaciones son más conservadoras. En realidad ha habido solo dos momentos en el siglo XX que ha habido esa libertad, en los años 20 y a finales de los 60 y los 70. Fue una época en la que no nos importaba la fidelidad, eso ha vuelto ser muy importante. Quizá porque no tuvimos ese problema con el SIDA.

Esas bodas que oficia la protagonista introducen un elemento de surrealismo y actúan como parodia de la dificultad del matrimonio.

Esto está inspirado en una amiga mía que es pintora y tenía que hacer algo para ganarse la vida. En Alemania mucha gente se casa en el Ayuntamiento y después va a la Iglesia o escoge eso que llamamos «matrimonio libre» en un zoo, en un parque, en tu casa o en un teatro, y hay gente que se dedica a oficiar esas bodas alternativas. Es una manera de tener una boda más bonita que en el Ayuntamiento si no quieres una boda religiosa. Hay gente que se dedica a eso.

Es curioso cómo introduce ese pequeño elemento de fantasía. La madre está muerta y poco menos que creen en su resurrección.

No creo que sea tanto eso como que el marido se imagina en algún punto que podría ser la hija de su esposa. Hay un sentimiento de culpabilidad no cerrado y cuando encuentra la foto de esa cantante de ópera todo eso vuelve. El pasado regresa. En esta película es la persona muerta la que empuja la historia porque regresa a los sueños de su marido y consigue que finalmente la verdad se desvele.

El tema central acaba siendo el papel de las mentiras en nuestra vida.

Aunque no sepas la verdad de algo, o estés engañado, el hecho de vivir una mentira es dañino. La verdad es sanadora. Quizá hay mentiras que sí es mejor ocultar. Por ejemplo, si hay una pequeña infidelidad que para el hombre no es tan importante, si contarlo va a generar un dolor inmenso es mejor ocultarlo, estoy de acuerdo, porque en la balanza entre el sufrimiento causado y la importancia del hecho en sí está descompensada.

Dice Wim Wenders que el cine está moribundo porque está perdiendo espontaneidad.

Me temo que esto lo dice porque sus últimas películas no han funcionado muy bien. Su última película ha sido un fracaso en todas partes y ahora va diciendo que el cine está muerto. Parece que sí le va bien con los documentales. No creo que el cine esté moribundo, sinceramente. Quizá hay una manera de rodar que se ha terminado.



REGRESAR A LA REVISTA