martes, enero 12, 2016

Cine / Entrevista a Tom Hooper

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Tom Hooper con Alicia Vikander durante el rodaje de La chica danesa. (Foto: Archivo)

C iudad Juárez, Chihuahua. 8 de enero de 2016. (RanchoNEWS).- Después de todo, y aunque nos cuesta comulgar con sus supuestas y celebradas virtudes, las películas del director británico Tom Hooper (Londres, 1972) son un perfecto barómetro de la sensibilidad masiva hacia el cine de prestigio. Son el reflejo de nuestra mediocridad como «espectadores cultos». Películas de época, ambientadas en un pretérito de inmediatez y realismo, filmadas cámara en mano, con el indiscriminado empleo del ojo de pez, los tonos brillantes y el vestuario como primer paso a la composición de unos personajes que estilan interpretaciones teatrales, casi declamadas (cuando no cantadas), en la piel de actores con hambre de premios. Todo para disfrazar de autenticidad historias mil veces contadas. Ahí estaba Colin Firth incorporando a un rey tartaja que declara radiofónicamente la guerra para convertirse no solo en el héroe de la superación personal, sino en el penúltimo de los personajes con minusvalías físicas o mentales que tanto entusiasman a los previsibles académicos de Hollywood.

Inteligente y calculador

El cine de Hooper está aliado con los Oscar -cuatro de doce para El discurso del Rey (2010) y tres de ocho para Los miserables (2012)-, pero también con el público que concede al menos una vez al año ver «cine de personajes», acaso como quien lee el best-seller de la temporada para sentirse en sintonía cultural con sus tiempos. Hooper, que hizo su primera película cuando tenía 13 años, es un tipo inteligente y calculador. Como su cine, todo en él está cortado a la medida de la discreción. Dice que lo más difícil de su trabajo es «decidir qué película hacer», sobre todo desde que las propuestas de todo tipo se amontonan en el escritorio de su productora londinense, desde donde contesta amablemente a nuestras preguntas. La entrevista es de Carlos Reviriego para El Cultural.


¿Por qué decidió hacer La chica danesa?

Ojalá supiera contestar. Hacer una película son al menos dos años de tu vida, y gran parte de lo que ocurre en tu futuro profesional y personal va a depender de cómo saques partido a ese tiempo. Voy a estar seis meses de mi vida dedicado enteramente a acompañar el estreno de la película por todo el mundo, no voy a hacer otra cosa, así que la decisión de qué proyecto merece la pena hacer es la más difícil de mi trabajo. Me considero una persona analítica pero siempre trato al final de seguir a mi corazón, en quien sigo confiando. Si escogí hacer La chica danesa es porque mi corazón lo dictó.

Lo cierto es que desde que Hooper anunció llevar a la pantalla la novela homónima de David Ebershoff, un tratamiento ficcional de la historia verídica de la artista danesa Lili Elbe (nacida Einar Wegener), una de las precursoras de la cirugía de cambio de sexo, la atención de la comunidad transgénero se volcó sobre él. La controversia mediática, alimentada o no por los publicistas del filme, no se hizo esperar cuando se confirmó a Eddie Redmayne (La teoría de todo) como protagonista. ¿Por qué no dar el papel, de hecho, a un actor transgénero? «Creo que la pasión que mostró la comunidad transgénero hacia la película nos inspiró para ser más diligentes, más educados, tener más cuidado y hacer la mejor película que pudiéramos crear -sostiene Hooper-. El género es un espectro muy amplio, que incluye masculinidad y feminidad y todos los matices que hay en medio, y sentí que Eddie se colocaba en un espacio muy interesante de ese espectro. Ya había trabajado con él en la miniserie Elizabeth I (2005) y sentí que había una vertiente femenina en sus gestos que me pareció apasionante explorar».

 ¿Es la película más difícil a la que se ha enfrentado?

Seguramente. Me enamoré del guión cuando lo leí en 2008, y antes de que yo entrara en juego Nicole Kidman iba a ser la protagonista... Pero pensé en Eddie. De hecho, cuando sugerí su nombre, me dijeron que sería muy difícil financiar la película sin una gran estrella. Es gracioso cómo ahora es una idea desfasada, pues al ganar Redmayne el Oscar por su interpretación de Stephen Hawking, todo cambió. Por eso ha sido posible finalmente hacer el filme bajo mis condiciones.

El transgénero no es nuevo en el cine. ¿Qué cree que puede convertir La chica danesa en un emblema de este cine?

Me interesa mucho Boys Don't Cry, y de hecho por eso llamé a Hilary Swank para mi primera película, Tierra de sangre (2004). Lo especial de esta película es que no creo que el mundo supiera nada de las artistas Einer y Gerda. Y yo compartí esta ignorancia, no sabía nada de ellas hasta que leí el guión. Pensaba que la primera operación de cambio de sexo fue en los cincuenta, pero Lili ya lo hizo en 1930 y eso me dejó asombrado. Creo que la historia tiende a reflejar los prejuicios de su tiempo, así que no es una sorpresa que haya quedado marginada. Es un relato extraordinario porque va unido al matrimonio y a su relación con las artes.

La chica danesa del título puede referirse tanto a Lili como a Gerda (Alicia Vikander), pues la película se centra en ambos personajes...

Completamente cierto. La película explora el proceso del amor como un sentimiento generoso. El verdadero amor es el que desea lo mejor para la otra persona hasta el punto de colocar sus preferencias y decisiones por encima de las tuyas. La decisión de Lili transformó su matrimonio con Gerda, pero al mismo tiempo profundizó en el amor que sentían la una por la otra. Al final es lo que trasciende de la película, y no tanto el cambio de sexo.

Además de la transición sexual, parece que se propuso contar la transición del amor romántico al amor incondicional...

Sí, ese es el planteamiento. Un amigo mío, el guionista de Los miserables, William Nicholson, también me insistió en esa idea cuando vio la película, que era una película sobre una mujer cuyo amor está por encima de la dimensión física. Eso fue lo que me atrajo.

¿Se plantea en algún momento qué debe hacer para no convertir la historia en una  «película con mensaje»?

Esa era una posibilidad de la que debía alejarme a toda costa. Una vez más, consistió en centrar el foco en la historia de amor entre los personajes, y no tanto en su significación social o moral. No es una película sobre el cambio de sexo. Nuestra cultura tiene que llegar a un escenario en el que no deba obsesionarse con algo tan natural como la transexualidad. Lo que realmente debe ser relevante de la película es el extraordinario romance que relata.

 ¿Sintió alguna presión interna después de haber hecho películas tan exitosas?

Sí sentí presión, sería absurdo negarlo, porque las decisiones que tomo ahora tienen una trascendencia mediática. Hay un seguimiento de lo que hago o decido hacer, y no es fácil permanecer ajeno a la presión del éxito. A veces me gustaría seguir con veinte años, cuando hacía televisión y nadie se enteraba de lo que estaba haciendo. La bendición de esa visibilidad es que puedes transmitir historias para muchas personas.

Limitaciones autoimpuestas


Eddie Redmayne protagoniza La chica danesa

Al ser una película dirigida al gran público, ¿sintió algún tipo de limitación para poder profundizar tanto en el drama emocional como físico?

Es una cuestión interesante. Pero en mi caso, cualquier tipo de limitación es autoimpuesta. Siempre he querido que mi trabajo alcance a una amplia audiencia. Crecí en Londres en una cultura que tiende a demonizar los productos mainstream, hay gente en mi país que puede ser muy despreciativa hacia la cultura popular, pero yo nunca me sentí de esa manera. Si tu trabajo puede llegar a personas de 8, 18 y 80 años, si puedes romper barreras generacionales y culturales, y tocar emocionalmente a gente de España o de Japón, entonces hay que tener en cuenta ciertas restricciones culturales.

En cierto sentido, se ha especializado en hacer películas «oscarizables». ¿Existen ese tipo de películas? ¿Se diseñan con ese propósito?

Creo que hay una ficción alrededor de eso. No pienso en esos términos. Recuerdo que cuando hacía El discurso del Rey pensaba que estaba haciendo una película muy pequeña que casi nadie iba a enterarse de su existencia. En ningún momento, ni una sola parte de mí, esperaba que la película iba a obtener tanto éxito ni tantos premios. No lo sé, nunca empiezo con expectativas, solo trato de volcar todo lo que tengo en las películas que hago.

¿Qué distingue una película sentimental de una película sentimentalista?

Me planteo esa pregunta constantemente. Creo que tiene que ver con ese momento en el que el público se siente manipulado, o advierte que tratan de manipularle, en lugar de que los personajes se mantengan fieles a sí mismos. Creo que ciertas películas caen en el sentimentalismo cuando privilegian la estructura a la verdad que se respira en las escenas. Digamos que la estructura está por encima del desarrollo de los personajes. Creo también que el empleo de la música tiene mucho que ver en ello. Con Alexandre Desplat hemos cuidado la necesidad de mantener un equilibrio entre el dolor y el placer, porque en la transición del filme intervienen ambos sentimientos, debido a la dificultad añadida de romper tabúes sociales. La música tiene la capacidad de sentimentalizar las emociones y hemos huido de ello en todo momento.

¿Qué inspiraciones visuales buscó con el director de fotografía Danny Cohen?

Ambos estudiamos bien la obra del pintor danés Hammershoi. En el bloque de Copenhague tratamos de capturar la soledad y austeridad de sus lienzos, la mayoría de ellos pintados de hecho en su apartamento. La luz es muy danesa, como azul grisácea, y de hecho construimos un set basado completamente en el apartamento. Quería que el diseño del espacio donde vivían transmitiera esa sensación de claustrofobia que Einer sentía viviendo en el cuerpo de un hombre. También nos inspiramos en las propias pinturas de Einer y de Gerda. Mientras Einer pintaba paisajes, planos generales, Gerde sublimaba la belleza femenina en retratos, en primeros planos. Hemos buscado la mediación entre ambos.

¿Qué opinión le merece el arte de Gerda, que a pesar del éxito que tuvo en su tiempo ha sido olvidada?

Fue una historia triste. De hecho, murió pobre y sola en 1940. Se casó con un diplomático italiano que le quitó todo el dinero que había ganado. Tuvo que volver a Copenhague y seguir vendiendo sus retratos de Lili para sobrevivir. Esta circunstancia insiste en la idea de que Lili fue su gran amor, el único de su vida. Sus retratos siguen teniendo mucha fuerza hoy en día. Hay una exposición en Copenhague que, junto a la película, espero que ayuden a reivindicar su arte.


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