lunes, enero 11, 2016

Literatura / Entrevista a Eva Leticia de Sánchez, por Consuelo Saenz

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La escritora mexicana. (Foto: Archivo)

C iudad Juárez, Chihuahua. 8 de enero de 2016. (RanchoNEWS).- Detrás de cada autor existe una historia personal que da vida e impulso a su creación literaria. En no pocas ocasiones, escribir se convierte en un acto de liberación y de rebeldía. La rebeldía que supone encontrar la vocación personal a una edad en la que se ha llevado un largo tiempo de vida familiar y doméstica, y supone, además, detenerse a contemplar el crecimiento de los hijos y la llegada de los nietos. Si surge la determinación por volcar a través de la escritura el bagaje vivencial y emocional al borde de los cuarenta años, no parece, en absoluto, una posición envidiable. La vehemente necesidad de contarlo todo, de escribirlo todo requiere, entonces, de una buena dosis de valemadrismo. Justo a esa edad en que se conoce más por viejo que por diablo. Si cualquier profesión laboral es competitiva, el ámbito literario sería algo así como Sodoma y Gomorra.

Eso no sorprende a la escritora Eva Leticia de Sánchez (Tula de Allende, Hidalgo, 1959) quien incursiona en el mundo literario con El desencanto de las sombras (Ediciones B, 2012), y que no pocos han definido como: una magnífica historia acerca del movimiento estudiantil comunista durante la década del sesenta. Sin embargo, parece no tomar en serio mis palabras cuando le menciono los excelentes comentarios, reseñas y videos que circulan acerca de su ópera prima. Existe en ella la duda cartesiana de quien ha tenido una vida difícil y por momentos desgarradora: «No me arrepiento de nada de lo que viví, pero viví situaciones bochornosas y amargas que en nada contribuyeron a hacer crecer la seguridad en mí como persona, de modo que todo el texto (El desencanto de las sombras) fue muy difícil de escribir».

Con una segunda propuesta literaria bajo el brazo, un libro recién publicado de relatos llamado Solas y muertas (Ediciones sin nombre, 2015), Eva Leticia de Sánchez recibe mi llamada telefónica en la Ciudad de México y damos inicio a una breve entrevista.

El desencanto de las sombras ha suscitado comentarios y reseñas favorables; han exaltado la historia y definen tu prosa como impecable. Dime, después de su publicación y todo lo que ha acontecido ¿cómo te sientes? ¿Ha sido recibida de la forma que esperabas?

La verdad, no esperaba nada tras la publicación de El desencanto de las sombras, quizá porque dudaba mucho de mí y no sabía qué esperar. Lo que sí sentía, era el deseo de que fuera muy leída y que tuviera alguna repercusión. Era una mezcla extraña de sentimientos contradictorios. Iba del convencimiento de que no debía crearme expectativa alguna, a la ilusión casi infantil de que tuviera éxito; no me refiero a éxito de ventas; eso, aunque suene falso, nunca me ha interesado –tan es así que a la fecha no he cobrado ni un centavo de regalías– sino a que los lectores se sacudieran con el texto, que se conectaran conmigo en ese espacio íntimo que es la lectura, que mi historia tuviera la fuerza suficiente para calar hondo. A tres años de su publicación, y después de haber sido distribuida en todo el mundo, sigo sin saber cómo ha sido recibida. Sé que, salvo algunas excepciones, a ningún medio le ha interesado. Que a la crítica tampoco. Que los lectores cultos, esos que decretan lo que se debe leer y lo que no, ni la conocen. Sin embargo, algunos sitios de descarga gratuita, extranjeros, la han subido a la red y recomiendan su lectura. Algunas personas, cuya opinión en cuanto a literatura es muy respetable, han manifestado que les parece una buena novela. Lectores, no amigos ni conocidos, me han dado opiniones favorables. Les creo.

Respecto a cómo me siento, puedo decirte que me siento satisfecha. Cuando comencé a escribir, hace ya dieciocho años, no lo hice pensando en publicar. Es decir, primero se trataba de conocer qué era la ficción, de diferenciar entre lo que era escribir mis pensamientos y crear historias para ser leídas por otros.

Luego, la preocupación fue aprender e intentar que esas historias tuvieran una mínima calidad. Cuando terminé Alias Lucía, que es el título original de El desencanto de las sombras, en el 2004, no tenía ni idea de qué seguía. Por supuesto sabía que el paso siguiente tendría que ser buscar la publicación, pero me sentía muy insegura, dudaba de que le interesara a alguna editorial. No obstante, me aventuré y la sometí a dictamen en varias. Fueron procesos muy largos y desgastantes. Alguien me daba ánimos diciéndome: no te publican no porque tu novela sea mala, sino porque no eres conocida, no tienes relaciones en el medio, no tienes apellidos que pesen y porque no eres joven. Sólo le faltó decirme que porque soy fea, (risas). El caso es que tras seis años de buscar editorial, Alias Lucía encontró a Ediciones Sin Nombre y a su editora, Ana María Jaramillo, y fue publicada.

Posteriormente la novela llegó a Ediciones b, la dictaminaron y la publicaron, ahora con el nombre de El desencanto de las Sombras. Su camino ha sido algo complicado y tardado, pero ahí está, buscando sus lectores. Cómo no sentirme satisfecha.

¿Cuánto tiempo te llevó volver a escribir otro libro?

En este año, 2015, Ediciones Sin Nombre, con Ana María Jaramillo como editora, me publicó un libro de relatos, Solas y muertas. Relatos escritos antes, mientras y después de escribir El desencanto de las sombras. O sea, que no me es posible contabilizar el tiempo que tardé en escribirlos.

Cuéntanos. ¿De qué va?

La manera coloquial de describir los relatos de Solas y muertas es: de chile, mole y de manteca. Déjame explicarte por qué. He estado en un montón de talleres de creación literaria. Los elementos formales que recibí en ellos son mínimos. Aprendí sobre la práctica lo que pude pescar para aplicarlo, nada que fuera elaborado teóricamente en mi mente. Tampoco pude aprender a premeditar lo que escribo. Soy elemental: me gobiernan la intuición y los estímulos internos, (diría pulsiones si no me metiera en camisa de once varas usando el término), es decir, escribo sobre lo que me punza. Así que no podría jamás premeditar un libro de relatos sobre un tema determinado porque, para empezar, siento que todos los que escribiera serían variaciones de lo mismo. De modo que los relatos de Solas y muertas se encontraron, no los busqué, y son sobre distintos temas. Excepto uno, están todos narrados en primera persona, y por supuesto, con diferentes registros. Hay algunos plantados en la realidad, y otros en el filo de lo fantástico. Hay voces masculinas, femeninas, e infantiles. Yo no pensaba en ellos como un conjunto porque no encontraba qué pudiera unirlos, eran individuales, estaban solos en el mundo, (en el mío, claro), pero cuando Ana María y yo los revisamos nos dimos cuenta de que sí tienen elementos comunes: La soledad y la muerte, de eso va el libro.

¿Cómo viviste el proceso? Es decir, si fue distinto a El desencanto de las sombras, el cual fue resultado de un ejercicio de escritura que, sobre la marcha, en uno de tus talleres literarios fue tomando forma. ¿Qué nos puedes decir de éste?

Aunque los relatos son en apariencia inocentes, inocuos, llevan impregnados los momentos cruciales de mi vida. No hablan de mí, hablan por mí. Abordan el impacto recibido en un tiempo preciso por el tema que abordan. Por ejemplo, El Nadián, es un texto al que llegué tras el asesinato de un amigo, quien era un buen hijo, buen hermano y excelente persona. En ese momento reflexioné mucho acerca de la vida, de la muerte y de cómo ante el destino nos encontramos inermes. El hecho que te comento ni se menciona en el texto, que se volvió otra historia.

A los 53 años te encontraste estudiando la licenciatura en Derecho «por pura necedad» has dicho. ¿Cómo ha impactado en tu proceso literario tener una carrera universitaria?

No ha impactado en nada. Al contrario, los seis años y medio que invertí en estudiar la carrera y en obtener el título, fue un tiempo que le escatimé a la literatura. Casi no pude leer narrativa, y tampoco pude escribirla. Todo el tiempo traía revoloteando en mi mente los artículos de los códigos, los conceptos legales, los trabajos pendientes de una y otra materia. Soy un poquito obsesiva. No fui capaz de hacer compatibles ambas actividades. Por otro lado, una carrera, si no la practicas no sirve de nada, el título, menos. No obstante, colmó una necesidad que tenía. Déjame contarte que en todos los talleres de narrativa a los que asistí, la mayoría de los asistentes eran profesionistas. A mí me avergonzaba decir que yo era cocinera cuando ellos mostraban sus credenciales. Vestigios que le quedan a una de los prejuicios con que se lidia y se vive. Desde la razón sé que era una estupidez, pero desde el sentimiento y la manera de estar entre los otros, no tener ni la preparatoria terminada me hacía sentir disminuida. Hoy no creo ser mejor ni peor que antes del título, pero soy una fanfarrona que siente orgullo de decir: estudié Derecho.

¿Para qué estudiar leyes, Eva?

Creí tener vocación para la abogacía. Trabajé como mecanógrafa de un abogado durante quince años, eso me llevó a pensar que comprendía las cuestiones legales y que aprendía a pasos agigantados. Me sentía tan competente, ja!, que daba opiniones sobre cuestiones jurídicas, ¡imagínate! Así que cuando llegó el momento de elegir una profesión, ni siquiera lo pensé, tenía que ser Derecho. Casi al finalizar la carrera me sentí tan decepcionada que estuve a punto de abandonarla. Me di cuenta de que no tengo hígado para soportar la manera en que se imparte justicia en México, ni paciencia para la tramitología burocrática.

¿Cómo ves la situación política y social de México? ¿Cuándo podremos obtener la justicia que exigimos?

Uy, ¡la pregunta de los sesenta y cuatro mil! Si hubiera la posibilidad de irse a vivir a la luna, me iría, porque este mundo no lo entiendo. No sólo es México, es el planeta entero el que está a merced de unos cuantos poderosos sin escrúpulos, sin respeto por la vida, humana y animal. Viles saqueadores en busca de poder. Juegan con el hambre y con la integridad física y anímica de la gente. No alcanzo a comprender por qué, por un lado hay espectaculares avances médicos, tecnológicos y demás, y por el otro hay millones de personas muriendo de hambre, expulsados de sus lugares de origen o siendo víctimas de guerras que no han declarado. Es desesperante leer las noticias. Y en el país no estamos mejor. Los que nos han gobernado hasta hoy, se han caracterizado por ser aves de rapiña; se sirven de los cargos públicos para enriquecerse o enriquecer a sus cuates. El poder ejecutivo tiene unas facultades ingentes que utiliza para reformar, para violentar los derechos de la ciudadanía, para desmantelar el país. Todo pasa por el ejecutivo y sus secuaces y a eso se atiene. El legislativo, siempre a las órdenes del ejecutivo, siempre dispuesto a volver legal el atropello. El poder judicial, plagado de burócratas serviles, de mercenarios del derecho. Mientras, nosotros los ciudadanos, estamos en estado de indefensión. Lo peor es que las mayorías ni siquiera se dan cuenta ni tienen la voluntad para exigir lo que por derecho les corresponde. Es desesperante. Sinceramente no tengo ni idea de cuáles sean las alternativas. Lo que me queda claro es que los derechos hay que defenderlos, hacerlos valer. Las leyes son injustas, están hechas a modo para el beneficio de una minoría, pero ni siquiera esas leyes injustas se respetan en lo poco que nos benefician. Hay que pelear, en una primera instancia, para que los mínimos derechos que nos han dejado, nos sean otorgados.

Eva, podemos decir que ya estás en la cancha literaria, tienes dos libros publicados y tu columna: Costumbres, en SEMMÉXICO. ¿De qué manera percibes los cambios que sobre la marcha se han dado? ¿Sigue siendo difícil publicar?

Gracias por ser tan amable al plantear que estoy en la cancha literaria. Yo no lo considero así. Creo que apenas he dado un pasito en esa dirección. Procuro tener los pies bien plantados en la tierra y no permitir que los sueños guajiros se desboquen. Le temo a las caídas fuertes. Así que agradezco cada pequeño logro que consigo y eso sí, mantengo los ojos viendo adelante.

Acerca de las publicaciones, para mí sigue siendo tan difícil como antes. Aunque las redes sociales propician el contacto entre la gente que se dedica a lo mismo, sigo sin poder relacionarme de una manera profunda con ellos, es decir, sigo fuera de la cancha. He tenido el privilegio de conocer personas a las que he llegado a apreciar mucho. Personas de las que, si tuviera el carácter oportunista, podría intentar «aprovecharme». Pero no lo tengo. Aprecio más si no su amistad sí la relación, que cualquier otra cosa que pudiera obtener de ellas.
Llámalo respeto, o soberbia: no sé pedir. No desprecio ningún gesto hacia mi persona o mi trabajo. Agradezco enormemente el apoyo que he recibido de quien me ha conseguido entrevistas, o ha realizado reseñas desinteresadamente; agradezco más que el hecho, la atención, pero juro que no han sido solicitadas por mí, y por eso las valoro más. No puedo sino darles las gracias.

Háblanos de tu columna Costumbres, en SEMMEXICO ¿cada cuándo se publica y dónde podemos leerla?

Comencé a escribir en SEMMEXICO textos breves, casi todos de ficción, a principios del 2015, invitada por la directora, Sara Lovera. A Sara la leía desde que ella trabajaba en La Jornada; reconocí su nombre en facebook y le envié una solicitud de contacto que ella amablemente aceptó. Por un tiempo intercambiamos comentarios e ideas, y un día me envió un mensaje invitándome a escribir para el sitio. Así, de buenas a primeras. Por supuesto, acepté. Es una página cuya finalidad es informar sobre todas las noticias en que se ven involucradas las mujeres: su desarrollo, individual y colectivo, sus derechos, en fin, todo sobre la mujer. La columna se publica cada quince días. Ellas, el equipo de mujeres que elabora la página, han sido muy respetuosas con mis textos, y también muy cálidas. Me siento honrada de participar en ese proyecto.

Te defines como: una mujer convencional, que vive una vida familiar y está alejada de los circuitos literarios e intelectuales. Que intentas escribir literatura desde hace más de quince años ¿Sigues intentando escribir, Eva?

Por supuesto que sigo escribiendo. Mi dolor de cabeza hoy es una novela de la que he escrito ya tres versiones. La historia está completa, pero no he dado con el lenguaje exacto de la voz que narra. No cuaja todavía. En eso ando. De hecho, me he sentido tan frustrada por los intentos fallidos, que me metí a estudiar un diplomado en creación literaria. He comenzado de cero, y volveré a empezar cuantas veces sea necesario con tal de adquirir los elementos de que carezco para redondearla. No es un capricho escribirla, es una necesidad que nace desde lo más hondo de mi alma. Lo requiero.

Mencionaste que has tomado varios talleres de creación literaria y que los elementos formales que recibiste de ellos son mínimos, porque confías en tu intuición y pulsiones. La gente que asiste a esos talleres va con la idea de que les ayudará a aprender a escribir. Otros, en cambio, aconsejan no tomarlos. A tu juicio, ¿qué se aprende o nunca se aprenderá de un taller de creación literaria?

Desde mi perspectiva, en un taller nunca vas a aprender a escribir; quien lo piense, creo que se equivoca. No recuerdo qué escritora lo expresó así: a escribir se aprende escribiendo. No hay de otra. En un taller lo que se encuentra, lo que yo he encontrado, es la posibilidad de compartir lo escrito con personas más o menos capaces de hacer una lectura detallada, más puntual que el común de los lectores; lectura encaminada sobre todo a analizar la forma en que se han elaborado las historias. En un taller se encuentran oídos atentos; desde mi punto de vista eso es muy valioso, más aún que la posterior crítica, pues en el momento mismo en que estás leyendo tu texto, te das cuenta de cómo reaccionan esos oyentes a lo que escribiste. La crítica que se hace es necesaria, aunque, claro, una debe decidir con qué te quedas de ésta, y qué desechas.

Retomo El desencanto de las sombras porque llama mi atención que ha gustado a los jóvenes. Un sector de la población que, considero, el más honesto y el más difícil de cautivar. ¿A qué lo atribuyes?

No estoy muy segura de que a los jóvenes les haya gustado. Hace poco me enteré de que una profesora universitaria se las dio a leer a sus alumnos, y tras la lectura, ellos opinaron que se trata de un texto como para adolescentes de secundaria, jajaja. Sin embargo sí me he encontrados con jóvenes muy receptivos, a quienes les ha gustado, aunque, sinceramente, pienso que su lectura no puede más que ser superficial, quedarse en el divertimento. La novela es muy ligera, nada complicada de leer, pero pienso que sólo la experiencia vivencial y una sensibilidad desarrollada a través de la lectura vasta permiten ahondar en el trasfondo. El desencanto de las sombras no va a ser candidata a ningún premio, pero tiene su jiribilla.

Eva, ¿en qué librerías y/o plataformas podemos adquirir tus libros?

El desencanto de las sombras está publicada en papel y en el formato electrónico. Sé que en papel se puede obtener por medio de las plataformas en línea como Amazon, Buscalibre, Muchos libros, Liverpool, Gandhi, Barnes & Noble, y otras. En librerías hay existencias en Porrúa y Liverpool. En formato electrónico, en Amazon y en Baja Libros. Y también pueden encontrar PDF gratuitos en internet, sólo hay que buscar con exhaustividad.

Solas y Muertas está a la venta en las librerías del FCE, y en la página de Ediciones Sin Nombre.

¿Cuáles son tus proyectos para el año nuevo 2016?

La continuación del diplomado en la Escuela Mexicana de Escritores. Trabajar en la novela que antes comenté. Seguir escribiendo en SEMMÉXICO, y lo que se presente.

Eva Leticia de Sánchez, agradezco tu tiempo y disposición.

Gracias a ti, Consuelo Sáenz, te deseo un excelente 2016, lo mismo que a los lectores de la revista electrónica Rancho Las Voces.

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