viernes, febrero 12, 2016

Cine / Entrevista a Patricio Guzmán

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Patricio Guzmán en el rodaje de El botón de nácar. (Foto: Archivo)

C iudad Juárez, Chihuahua. 12 de febrero de 2016. (RanchoNEWS).- Lo dice él mismo en Salvador Allende (2004), una de sus muchas películas documentales sobre la figura del asesinado presidente chileno: «Allende marcó mi vida». Más de cuarenta años después del fatídico golpe de Estado que derrocó al líder izquierdista, Patricio Guzmán (Santiago, 1941) sigue realizando películas sobre este trágico episodio de la historia de Chile que se perpetúa más allá de ese 11 de septiembre de 1973 con la sangrienta dictadura de Pinochet y con una brutal represión que dejó más de tres mil «desaparecidos». Como se dice en El botón de nácar, con el que obtuvo el Oso de Plata en el Festival de Berlín, es una forma de matar que significa matar dos veces, porque amigos y familiares no tienen forma de recuperar el cuerpo. Una concesión, enterrar a los propios muertos, que como se recuerda en el documental incluso formaba parte de la ley sagrada en las guerras antiguas. El botón de nácar es un filme absolutamente original y personal, donde se mezclan el drama de los desaparecidos en el Océano Pacífico con cuestiones metafísicas y el desdichado destino de los «patagonios», pueblo aborigen de las costas chilenas masacrado literalmente por los colonizadores. Entre esos asesinados por la dictadura y el genocidio de los primeros pobladores de Chile, Guzmán establece un paralelismo para reflejar la brutalidad de una nación construida sobre las bases de la destrucción.Una historia eterna de dominación y conquista que los contemporáneos quieren olvidar pero cuya memoria se niega a desaparecer. Juan Sardá entrevista al cineasta para El Cultural.

Dice que la historia de Chile puede explicarse con el 'botón de nácar' que destruyó a Jimmy Button y que simboliza la perdición de los indígenas. ¿De dónde lo sacó?

Cuando comencé a estudiar la vida de los aborígenes no conocía la historia de Jimmy Button, ese indio que fue llevado a Inglaterra, vestido como un británico y cuando regresó a su tierra no sabía ya ni ser inglés ni ser indio. Button vivió solo en las montañas y los ingleses lo «compraron» por un puñado de botones de nácar. Después, en Chile, en Villa Grimaldi, que fue el mayor centro de tortura y hoy alberga un museo sobre la represión de Pinochet, me volví a encontrar con un botón, esta vez incrustado en uno de los rieles que enganchaban a los cuerpos de los asesinados antes de lanzarlos al mar para que se hundieran. Al principio tenía una historia un poco irracional, un poco mágica, y de repente ese botón me servía para darle un sentido porque simboliza la historia de Chile.

De los 80 mil habitantes originales del pueblo aborigen apenas hay 20 supervivientes. ¿Por qué ha permanecido este genocidio tan silenciado?

Y de esos veinte hoy solo quedan tres que son capaces de hacer un discurso articulado porque la mayoría se quedaron mudos y trastornados. Chile es un país mestizo pero aislado por la cordillera de los Andes. Los aviones empiezan y acaban en Santiago, no siguen la ruta a otra parte. Ese aislamiento ha impedido que entren las ideas modernas y que el país se repliegue sobre sí mismo. Chile es un país que vive en el presente, que no reflexiona. Veinte años de dictadura borraron su pasado. El pueblo chileno es muy dinámico, recuerda a algunos de Asia, pero ha preferido no mirar a su historia. Por otra parte, el conflicto con los mapuches, que son los indios del norte y suman un millón de personas, ha hecho que se silenciara todo lo demás porque ellos hacen mucho más ruido y han acaparado todo el protagonismo.

Ese Jimmy Button se convierte en una metáfora de los supervivientes, que después del exilio o las largas condenas ya no se sienten de ninguna parte. Usted ha vivido muchos años en Madrid y París, ¿ha sentido algo parecido alguna vez?

Nunca me sentí español ni ahora me siento francés. Siempre me he considerado chileno aunque haya vivido la mayor parte de mi vida fuera de mi país. Pero sí conozco ese doble exilio y el dolor que produce Por muy lejos que me haya marchado a vivir soy incapaz de abandonar el tema chileno, nunca podré soltarlo. Comencé mi trayectoria cinematográfica con Allende y me sigue marcando, la muerte de mi propia cameraman, de tantas personas a las que quise. Fue a los 27 años cuando empezó todo aquello para mí, entonces era un izquierdista completamente teórico, hoy he cambiado mucho pero nunca dejaré de lado mi tema principal cinematográfico.

 ¿Ve similitudes entre el asenso de Podemos en España y la historia de Allende?

Después de ese millón de muertos de la guerra civil que siguen enterrados en cualquier parte sin que sus familiares hayan podido recuperar sus cuerpos es muy esperanzador lo que está pasando en España. El medio siglo de Franco ha tenido un efecto tremendo y ahora parece que todo evoluciona muy rápido. En Chile, lo mejor que tenemos son los universitarios, los jóvenes quieren saber lo que sucedió hace cuarenta años.

 ¿Qué opina del fracaso del chavismo en Venezuela?

 Lula fue aún peor y los Kirchner empezaron bien pero no supieron ampliar la base social. El neoliberalismo cayó como una plaga sobre Suramérica y lo fue destruyendo todo como lluvia fina. Esos movimientos no han funcionado porque han usado conceptos caducos que hoy en día no son lo principal. Pero contra ese liberalismo no hemos podido hacer apenas nada, solo nos ha tocado aguantar.

En su anterior filme, Nostalgia de la luz, era el desierto de Atacama donde vivía el espíritu de los desaparecidos. Ahora es el Océano. ¿La memoria siempre nos rodea?

El ser humano está incrustado en ese pasado, me gusta mucho trabajar en esa línea. Ahora voy a rodar una película sobre los Andes. Fue en Atacama donde comenzó esta máquina de matar y me pareció una metáfora fantástica esos telescopios que sirven para mirar al cielo mientras es la tierra la que habla. Mirar atrás en el fondo es mirar adelante, el presente casi no existe, está apegado a un pasado gigantesco y al mismo tiempo es puro futuro. Me interesa observar la vida así.

Después de todos estos años, ¿ha conseguido cerrar las heridas de lo que pasó desde el golpe de Estado?

Ese recuerdo de un Chile abierto e ilusionado de Allende me acompañará siempre. Las heridas transforman a las personas. Si uno tiene un accidente grave, no lo olvida. Uno no abandona eso, no se puede. Hay gente que se vuelve loca. Los artistas tenemos una ventaja y es que nuestra creatividad nos ayuda a enfrentarlo. Continuamos tan jóvenes pero con mayor sabiduría.



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