jueves, febrero 04, 2016

Literatura / Entrevista a Jonas Jonasson

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El escritor en su granja, en la isla sueca de Gotland. (Foto: Stig Hammarstedt)

C iudad Juárez, Chihuahua. 3 de febrero de 2016. (RanchoNEWS).- Una experiencia de las que no se olvidan: aterrizar en la isla de Gotland en invierno leyendo las últimas páginas de la nueva novela de Jonas Jonasson, que transcurren precisamente en este rincón del mundo cuya luz enamoró a Ingmar Bergman. El autor de los best-seller El abuelo que saltó por la ventana y se largó y La analfabeta que era un genio de los números publica ahora su tercera y no menos enloquecida entrega, con un título que va en la línea –kilométrica– de lo que se lleva en Suecia desde Stieg Larsson: El matón que soñaba con un lugar en el paraíso. La entrevista es de Maricel Chavarría para La Vanguardia.

El asesino se llama Anders y es un ex reo y maleante que se siente empujado a difundir la fe cristiana, circunstancia que aprovechan una estrambótica predicadora desengañada y un recepcionista de motel temeroso de Dios, que hábilmente sacan partido de su fe y de la de tantos feligreses. Humor blanco, muy blanco, a costa de los mitos bíblicos, la homilía y la caridad, aunque de tan amable irreverencia que se diría más digno de un proselitista que de un ex empresario del sector audiovisual condenado ahora a vender millones de libros.

¿Ve justificado su propio éxito?

«Trece millones de ejemplares es más de lo que nadie puede merecer», admite sin necesidad de llevarse la mano al corazón.

De ese último libro, traducido ya a 28 idiomas y del que se rodará una miniserie, ha vendido en 4 meses 101.600 ejemplares en su país. Ahora llega en castellano, editado por Salamandra, y en catalán por Catedral. Lo explica el autor durante una cena en Visby, la capital amurallada de esta Mallorca sueca que en verano debe ser increíble, especialmente si se cruza hasta Farö y se alcanzan las playas del norte en las que Bergman rodó Persona.

En Visby tiene el autor en propiedad un hotel –«el sótano es del siglo XIII», se jacta– y además acude a la biblioteca de la localidad a escribir. «Me tienen reservado un sillón rojo, aunque puedo teclear en cualquier parte». Le basta con ponerse Mozart o Schubert en los auri­culares.

Pero la vida diaria del tímido Jonasson transcurre en un lugar más tranquilo todavía: una granja centenaria en el centro de la isla –«Soy de interior», sonríe de soslayo–, en la que convive con su hijo de ocho años. Allí nos recibe a la mañana siguiente casi en mangas de camisa. El hombre no parece notar que ha empezado a nevar e insiste en mostrarnos el lugar: ahí la vivienda; esa otra casa de madera desmontable data de 1850, y ahí está el corral en el que tenía entre otras la gallina que le regaló la editora Isabel Martí. La bautizaron Sant Jordi, pero «el zorro se las ha zampado todas y hay que empezar de cero».

La entrevista transcurre –¡por fin!– al calor de su cocina, con anchos suelos de madera. Tiene previsto reformarla, de manera que la mesa no será de comedor, sino una isla central, más elevada en la que poder cocinar sin dejarse la espalda. Jonasson mide casi tanto como ese antiguo reloj de pared cuyo tic-tac le ayuda, dice, a concentrarse.

¿Cree que ha encontrado a Dios en esta granja o lo traía con usted cuando se mudó a la isla?

Ja ja, con Dios o sin él, esta isla me da la paz que nunca había experimentado. Tiene esa limitación mental que desconocía: si nieva como para cerrar el aeropuerto de Göteborg, en la península, no podría tomar el avión y salir de la isla. Dios o la naturaleza me dicen que no es tan importante. Eso me recuerda a Allan Karlsson, el protagonista de mi primera novela, que siempre me decía… hey, Jonas, no vivas siempre tan estresado camino del aeropuerto de Arlanda. No vas a perder el vuelo; y si lo pierdes habrá otro; y si no lo hay, pues no hay solución.

¿Por qué decidió trasladarse?

Es una isla llena de cultura, música, literatura. De Ingmar Bergman, en el norte, a músicos famosos que se instalaron en el sur: todo el mundo vino aquí. Hay una cultura creativa, e históricamente es potente.

Su nueva novela parece liviana, despreocupada. ¿Quiere hacer reflexionar a la gente sobre la religión de manera saludable?

Podría ser. La clásica cuestión de «si Dios existe, ¿Cómo es que puede permitir tanta violencia y desastres?» se ha hecho más presente con la llegada de internet, todo es más inmediato: un niño muere en una playa turca y en un minuto su foto está en todo el mundo. Y se vuelve tan obvio que Dios no estuvo allí para salvarlo... No escondo este hecho, pero de algún modo creo confort: he recibido algunas cartas de curas y gente religiosa en las que expresan su gratitud por mi libro.

¿Ha molestado a alguien riéndose de la práctica religiosa?

He recibido una carta crítica, sí, pero más que eran positivas, porque apunto que nada puede ser tan sencillo como pensar que Dios lo controla todo en todo momento. Yo no estoy seguro de la existencia de Dios pero sí de la de Jesucristo, porque vive dentro de mi hermano. Mi hermano llevaba una vida muy dura hasta que hace una década Jesús entró en él, y desde entonces es feliz, está en paz, tiene confianza. Si me preguntan si creo en Jesús diré que no, no creo sino que le conozco, porque está en mi hermano.

¿No se tratará más bien de una experiencia de amor puro?

Sí, bueno, ¿acaso tiene usted alguna evidencia de que no es Jesús?

Vaya, el truco de su novela...

No sé hasta qué punto es importante si se trata de Jesús o no. Creo sencillamente que si él lo dice se convierte en una verdad.

Pregunta obligada: ¿cómo hace para que sus personajes resulten tan esquemáticos?

Cuando he acabado el libro, vuelvo y los adelgazo y adelgazo aún más. Es una técnica para dejar abierto a la imaginación del lector el resto de detalles. Huyo de explicar si el personaje dice lo que dice de manera contenta o si está triste. Nadie sabe exactamente qué aspecto tiene el matón, ni el recepcionista, ni la predicadora. El lector tiene que decidir, y su visión puede cambiar durante la lectura. Me hicieron una entrevista en una revista escandinava de psicología sobre este tema, les parecía que mis libros eran más interesantes que otras novelas negras con personajes de una psicología más perfilada. Yo a mis personajes les conozco bien a medida que escribo, pero si describo todo lo que sé de ellos no le dejo nada que investigar al lector.

¿Objetivo: agilizar la lectura?

Prefiero que el lector pase de página a que cambie de libro.

En su novela deja asomar su mente empresarial. No hay más que ver la de ideas perversas que les da a las ONG para sacar tajada.

Lo trágico es que funcionan. Si pones una foto de un león magnífico y dices que se llamaba Cecil y que ha muerto a manos de un sádico dentista estadounidense tienes a todo el mundo reaccionando; reaccionan al león fotogénico.

¿Por qué echa mano del humor?

Quiero mantener la fe en la humanidad, y una manera es poner distancia, no tomarse nada demasiado en serio. Si te tomas las cosas como son entrarás en depresión. Siempre se puede aprender de Monty Python y ver el lado bueno de la vida.

¿Existe un humor sueco?

Pensaba que sí, pero la verdad es que no. Ser traducido a 45 idiomas y haber vendido centenares de miles de copias en Corea... ¿Por qué habría de gustar el humor sueco en Corea? Será que no es sueco, sino un humor global tal vez. ¿Por qué tiene que traducirse al vietnamita? ¿Por qué hay un tipo en Tokio que quiere que vaya a toda costa? Porque seguramente no existe nada que podamos llamar humor sueco. Y de hecho, hablando del famoso humor inglés: si yo puedo reírme con ese humor, ¿es todavía inglés o lo he traducido?

¿Teme que su humor se pierda en la traducción a otras lenguas?

Sé que hay buenas traducciones y otras no tan buenas. Estás en manos de las habilidades del traductor y de su capacidad de apreciar el humor. Y eso no está en la lengua sino en la personalidad. Yo creo que represento el humor de Jonas Jonasson.

Irán estuvo muy interesado en El abuelo... ¿Cómo cree que puede sentar allí ahora esa mofa de la fe?

No lo sé, pero deberíamos tomarnos menos en serio. Si Netanyahu y Abbas tomaran distancia, el conflicto palestino se solucionaría en 20 minutos. En todo caso, yo me río de la iglesia sueca porque he crecido con ella, no habría osado coger otra religión con la que no estuviera familiarizado. No me habría atrevido a reírme del Islam. Cuando la gente se levanta y dice  «Je suis Charlie», eso no va conmigo. Je suis un cobarde. Incluso teniendo el conocimiento del Islam no me habría atrevido a escribir algo como lo que he hecho con la iglesia sueca. porque soy un cobarde. Es lo que soy.




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