Gun 1, 1955, pintado en 1999. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua. 7 de julio de 2016. (RanchoNEWS).- Ganó su primera cámara en una partida de póker. Aun era un joven sin oficio, que buscaba su sitio en el mundo alistado en el ejército americano. No tardó en comprender que en el arte como en el póker de poco sirven las reglas. Así, la intuición, la anticipación, la espontaneidad, la irreverencia y su inagotable vitalidad, se convirtieron en sus mejores armas. Durante más de seis décadas William Klein (Nueva York, 1928) ha hecho de la improvisación y la transgresión su sello. Su intrépida y provocadora visión de Nueva York le convirtió en leyenda en los años cincuenta. Desde entonces no ha dejado de sorprendernos con un arte capaz de echar por tierra cualquier servidumbre; su arte no admite encasillamientos. Gloria Crespo MacLennan reporta para El País.
William Klein: Il mondo a modo suo, da título a una retrospectiva del autor que se exhibe en El Palazzo della Ragione Fotografia de Milán. Son 150 obras, pertenecientes al archivo del artista, las que nos conducen por la trayectoria artística de este versátil innovador: pintor, diseñador, fotógrafo, escritor y cineasta. «Son pocos los artistas que logran alcanzar un enfoque en su obra tan personal y muchos menos los que lo hacen compaginando el cine, y la fotografía y el diseño», señala el crítico David Campany, en el catálogo que acompaña la exposición, editado por la editorial Contrasto. Partiendo de sus primeras obras pictóricas abstractas, la exposición nos conduce por sus series de ciudades: Nueva York, Roma, París, Tokio y Moscú. Se adentra en su revolucionaria fotografía de moda, exhibe sus Painted contact sheets, donde la fotografía se fusiona con la pintura, para acabar con una pequeña muestra de sus obras cinematográficas. «Es muy importante destacar que todas las obras realizadas por el artista forman parte de la misma corriente de creatividad. Los distintos medios que utiliza no suponen una limitación para el desarrollo de su quehacer artístico. Dependiendo de la idea que tenga utiliza un medio u otro que se acomoda a ella», señala Alesandra Mauro, comisaria de la exposición.
Cuatro cabezas, Día de Acción de Gracias , 33 y Broadway, Nueva York, 1954 © WILLIAM KLEIN
«Mantente alejado de las galerías» le previno el pintor Fernand Léger. Klein tenía entonces veinte años y había llegado a la capital francesa soñando con ser pintor y alternar con Picasso y Giacometti en La Coupole .«Piensa en los pintores italianos del Quatroccento. Piensa en la arquitectura. Piensa en las calles». Tardó seis años en hacerse dueño de ellas. Se convirtió entonces en un pionero de la fotografía callejera. Su serie de fotos de Nueva York le catapultó a la fama y dio contenido a Life is Good &Good for You in New York (La vida es buena y es buena para ti en Nueva York), uno de los libros más influyentes de la historia de la fotografía. Pero antes, influido por las vanguardias europeas, en especial por la Bauhaus, intercaló la pintura con la arquitectura; decorando paneles con sus pinturas hard edge. Su admiración por el espíritu de Laszlo Moholy Nagy, serviría de puente entre su pintura y su fotografía, a la que llegó a través de los fotogramas.
«Sus imágenes son como un puñetazo en la cara, van derechas hacia uno mismo. Es imposible perdérselas», señala Don McCullin en el documental The Many Lives of William Klein, realizado por la BBC. Los neoyorquinos no estaban preparados, para ver la cruda imagen que este autodidacta de la fotografía iba a mostrar de ellos. Si las reglas estaban hechas para romperse, Klein estaba dispuesto a romper todas. A los desenfoques, puntos de vista poco convencionales, encuadres torcidos o muy cercanos, y sobrexposiciones, se sumaba un tratamiento en el laboratorio, no menos libre de tabúes, que incluía cortes salvajes, ampliaciones granulosas y grandes contrastes. «Nunca la fotografía fue tan sucia, osada, viva y más delirante, Tampoco lo había sido Nueva York», destaca Campany. «Pretendía ser un etnógrafo: tratando a los neoyorquinos como un explorador trataría a los zulús; en busca de la instantánea más cruda, el grado cero de la fotografía», recordaba Klein.
Póster de película, Tokio 1961 © WILLIAM KLEIN
Alexander Liberman, artista y director de arte de la revista Vogue fue otra figura clave en la vida de Klein. Su inefable olfato a la hora de descubrir talentos, le llevó a invitar al díscolo fotógrafo a colaborar con la revista. «Su trabajo en Vogue le permitió financiarse su serie de Nueva York. Lieberman le hacía sentirse libre y le ayudaba a desarrollar su creatividad», señala Mauro. Así la fotografía de moda no salió indemne de la energía creativa del fotógrafo. La subvertió y agitó con el uso de teleobjetivos y gran angulares, con sus métodos poco ortodoxos y su mirada ambivalente e irónica del medio. Nunca ocultó su desinterés por ese mundo, de ahí la película que realizó en 1966, Qui êtes vous? Polly Maggo.
Continuaría fotografiando ciudades: Roma, donde colaboró on Fellini, Tokio y Moscú, Dejó claro su talante inconformista, tanto en su documental sobre Cassius Clay, como en el que realizó sobre Mayo del 68 o en Mr Freedom, la película que acabó prohibida en Francia, considerada como una sátira - estuvo a punto de causar su expulsión de tierras galas- cuando en realidad era una crítica a Estados Unidos- . Su obra cinematográfica abarca más de veinte películas. Su productiva trayectoria evidencia a un autor profundamente interesado por las contradicciones de la vida moderna y claramente comprometido con ella. Su obra rezuma energía y honestidad. Quizás su secreto esté en que, como escribe Campany, «Klein siempre ha estado dentro de lo que importa y fuera de lo que no».
Nina, Plaza de España, Roma 1960 © WILLIAM KLEIN
A sus casi noventa años, William Klein sigue en activo. El mañana le sigue interesando más que el ayer. «Prefiere mostrar su obra actual que la pasada. Cuando vino a Milán habló de su intención de coger de nuevo los pinceles», comenta Mauro. Pero al igual que el artista, sus obras que parecen inmunes al tiempo. «Su obra sigue siendo increíblemente fresca. Al verla uno reconoce inmediatamente su estilo y ese profundo dinamismo que habla al espectador de su vida presente, a pesar de que fueron hechas hace ya años», concluye la comisaria.
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