martes, julio 19, 2016

Literatura / Entrevista a Eloy Urroz

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«No estoy seguro hasta qué punto se les están adormeciendo las neuronas a los adolescentes, no sólo de México; el problema es mundial», afirma Eloy Urroz. (Foto: Luis Humberto González)

C iudad Juárez, Chihuahua. 19 de julio de 2016. (RanchoNEWS).- En su primera novela, Las leyes que el amor elige, «no me importaba el lector. Escribía, como decimos, lo que me salía de los tanates, pero en ésta, Demencia, que es la novena, dije que no avanzaría ni una línea sin estar absolutamente convencido de que tengo amarrado al lector», expresa el escritor mexicano Eloy Urroz (Nueva York, 1967) acerca de ese libro, publicado por Alfaguara. Ericka Montaño Garfias lo entrevista para La Jornada.

¿Qué lo hizo cambiar?

Una de las cosas fue darme cuenta de que, cuando agarras oficio, ya no es tan difícil llenar páginas. Sí lo es, pero no tanto como cuando es tu primera novela, cuando das el brinco del cuento al relato y del relato a la novela.

«Conforme avanzas ya no es tan difícil. Puedo escribir 500 páginas; el problema no es escribir esas 500 páginas: el problema es escribir cien o 200 páginas buenas, buenísimas, o lo mejor que puedas de buenas, donde nada sobre, donde todo esté meticulosamente construido para enganchar a los lectores. Estoy muy orgulloso del arranque de Demencia, de esas 30 o 40 páginas donde empieza esta novela delirante.»

En Demencia «todo es rapidísimo», añade el profesor de literatura latinoamericana en el Colegio Citadell, en Carolina del Sur, y uno de los integrantes del movimiento literario del crack. «Es un relato que tiene toda la intención de que se lea en dos o tres sentadas, que todo sea trepidante».

¿Recomendaría entonces comenzar por esta novela?

Sí. Porque si vas a entrarle con otra de las mías... Sí recomendaría que se acercaran primero a Demencia y si les gustan las novelas breves siguieran con La familia interrumpida, que es una novela triste; si gustan de las novelas totalizadoras, totalizantes, como a mí, está La mujer del novelista, que es completamente diferente, o Un siglo tras de mí.

Estado de vigilia

Demencia tiene mucho de inclasificable, aun cuando en la contraportada se define como «novela negra y surrealista» o thriller.

Para mí el desafío era crear esta sensación de rareza, extrañeza, en la que el lector tuviera claro que esto que va a vivir o a leer no es un sueño. Es un poco como Murakami en Crónica del pájaro que da cuerda al mundo, donde pasan cosas raras todo el tiempo.

«No sé si llamarle surrealista; en parte podría serlo, porque ese vocablo significa algo por encima de la realidad. Demencia no es fantasía, no es onírico, tampoco pasan cosas sobrenaturales, no hay ovnis, personas con dos cabezas; no es realismo mágico, nada que ver, pero sí quería transmitir un estado de vigilia, de duermevela.

«Quiero pensar que es una obra literaria, como lo son las otras, nada más que con un elemento nuevo que nunca había explorado: los crímenes del parque y de la anciana.»

Que no sabemos si ocurren.

Exacto. Ni siquiera sabemos si ocurrieron; desde el principio queda la duda de si la anciana del departamento cuatro está muerta.

A partir de esa duda surgen otras que el lector podrá resolver o no.

No vayas a decir el final, yo mismo no sé si ése es el final. Demencia es una novela de la incertidumbre, de la ambigüedad.

En otra parte Néstor, el personaje del escritor, menciona que ya el lector está acostumbrado a la novela fácil, la que no exige.

Sí. Por eso creo que el reto para los novelistas, o los novelistas de mi clase, es lograr seguir siendo literario, continuar siendo un autor que no hace concesiones, pero que al mismo tiempo pueda llegar a un público que no siempre está dispuesto a lecturas muy complicadas. En otras palabras: hacer sencillo lo difícil.

«Te pongo un ejemplo: algo que fue muy difícil en esta novela es la parte coral (la llamo mi novela coral) ¿Cuántos puntos de vista leíste? ¿Ocho? ¿Diez? No sé cuántos son: Fabián, Néstor, Viviana, Marisa, Cristina, hasta el doctor habla, hasta el papá abogado pederasta habla, todo mundo opina. Sin embargo, ¿te perdiste?»

No.

Y no hubo que dar explicación: «Lector ahora va a hablar Marisa». El personaje habla y el lector sabe que es ella. Eso que para el lector es sencillo me costó mucho trabajo, porque debo ponerme en los pantalones de éste para saber cómo está leyendo y escribir hasta que suene de tal manera que lo difícil no le resulte difícil.

Sin concesiones literarias

¿Cómo logra un escritor mantenerse en ese nivel de pedir al lector que lea?

Cada vez es más difícil. Sería mentira si dijera que no. Nuestros rivales son todos los medios electrónicos, los digitales. Los adolescentes deberían estar leyendo historias, haciendo algo productivo donde la imaginación realmente se estimule.

«Creo que la lectura, cualquiera, hasta la peor, es importante; estimula la imaginación, la inteligencia de un adolescente. No estoy seguro hasta qué punto se les están adormeciendo las neuronas, no solamente de México; el problema es mundial.»

Pero otro rival fuerte son los libros de fórmula.

Esos son otro rival, pero justamente es lo único que no estoy dispuesto a hacer, lo que no he querido hacer y ni siquiera lo hice en Demencia, que es mi novela más «sencilla», que no menos literaria.

«Es mi novela más approachable (accesible) al lector promedio y la hice pensando en que éste, sin hacer concesiones literarias, pudiera entrar a una buena historia pero también literariamente bien escrita, formalmente bien construida, sin sacrificar eso que cualquier lector tiene derecho a exigir: suspenso, misterio, adrenalina, acción.»


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