El cineasta chileno estrena La memoria del agua, una película en la que muestra la lucha de una pareja por mantenerse a flote. (Foto: ARCHIVO)
C iudad Juárez, Chihuahua. 5 de agosto de 2016. (RanchoNEWS).- Matías Bize (Santiago de Chile, 1979) debutó a los 26 años en el largometraje con En la cama (2005) y ganó la Espiga de Oro en la Seminci. Desde aquel filme, en el que narra el encuentro sexual de una pareja una noche, hasta esta La memoria del agua que llega ahora a nuestras salas, pasando por La vida de los peces (2010), ganadora del Goya a la mejor película latinoamericana, Bize se ha labrado una reputación como inspirado explorador del intrincado mundo de la pareja. En La memoria del agua el actor chileno Benjamín Vicuña y Elena Anaya interpretan a un matrimonio en ruinas marcado por una terrible pérdida y que dificultosamente emprende un nuevo camino cada uno por separado. Un filme sobre el duelo y la emoción pura con el que Bize quiere reflejar «algo tan universal como dos personas luchando por una pareja». Juan Sarda charla con él para El Cultural.
Es un drama, de forma clara, pero tiene una estructura de thriller. Hay un misterio que no se desvela hasta el final. ¿Lo ve así?
Vamos dando la información poco a poco. De todos modos no es algo importante porque lo importante es la relación entre ellos y cómo cada uno de ellos va luchando a su manera. Es una historia de amor y eso es el detonante. Se trata de ver cómo esta pareja supera esta bomba atómica.
¿Hay una búsqueda consciente del minimalismo?
La idea es que sea emotiva y elegante. Hay algo en la película que está latente todo el tiempo, hay una tensión, hay algo que va a suceder. Se mueve como un organismo vivo. Uno va tensándola, complicándola y también transformándola. Las miradas y los silencios son muy importantes. La idea es aportar pequeñas señales para que el espectador vaya construyendo la historia. Se trata de que el espectador sienta y repase su vida pero cómo se dicen las cosas se cuenta finalmente a través de las miradas de ellos. Yo me di cuenta ya en el montaje de que una página de guión muchas veces era innecesaria porque podía resumirse en una sola mirada. El montaje fue un proceso de ir desnudando la película hasta quedarnos con el corazón de la historia, con el hueso. Casi primeros planos. Ojalá el espectador la viera a través de los ojos de ellos.
¿Quería investigar cómo reaccionamos después de una tragedia?
Hay claramente dos posiciones. Él intenta salir a flote e ir hacia la luz, mientras que ella no quiere ser feliz. Mostramos los dos caminos sin hacer ningún juicio moral. Quizá su manera de salvarse es mantenerse en el dolor durante el tiempo que sea. Quizá luego lo logre y él vuelva a caer. Nosotros no hicimos ninguna investigación, nos pusimos en el caso simplemente y en ese sentido creo que son las opciones que ellos tienen para salir a flote. Ella se aferra a su antigua pareja y se mantiene en el dolor mientras él trata de acercarse a su padre o buscar chicas en las discotecas. Es importante no juzgarles.
¿Es una ruptura amorosa una «pequeña muerte»?
Sí, hay un luto por una parte de uno mismo que se extingue. Después de una ruptura te tienes que reubicar en el mundo y eso es muy doloroso. Uno con una pareja tiene una manera de ser y cuando se acaba surge la pregunta de tu propia identidad, tu forma de relacionarte con la vida y cómo estás posicionado porque dejas de ser el marido o el novio de alguien.
Esa idea del luto se traspasa a toda la película.
Hay un aspecto judeocristiano en la idea de culpa de que hay que sufrir, pero yo quiero mostrar lo contrario, me parece muy bonito buscar la luz. De todos modos no quiero que ese concepto de culpa sea explícito, lo hay pero no está en primer plano. Lo más lindo de esta película es que se aman.
¿Cómo logra ese sonido tan particular?
El sonido está concentrado en ellos. En esto también vamos a lo esencial. En las películas suena la gaviota del muelle o los pasos de alguien que pasa por detrás y lo que hacemos es eliminar el sonido ambiente. Escuchamos cómo respiran y nada más.
¿Es cierta su fama de director hiperperfeccionista?
Llegamos a hacer setenta tomas de alguna secuencia. Muchas veces el cansancio saca la verdad. Trabajamos mucho y muy duro pero creo que el resultado está en la película.
Vemos pocas veces a la clase media alta en el cine suramericano. ¿Por qué?
El cliché del cine latinoamericano como cine únicamente social me lo encuentro mucho viajando por el mundo. Me dicen que mis películas no parecen latinoamericanas porque no hablan de pobreza, no hablan de política. Yo intento hacer la película que me sale de adentro. Es una película muy chilena pero también es una historia que puede entenderse en cualquier parte del mundo. Luchar por una pareja es algo que pasa en todas partes y lo he visto viajando con la película. Te aparece una película brasileña en la que no hay favelas, sino una historia de amor que te sorprende. Eso tiene que ver con hacer una película desde la verdad.
¿Y por qué vuelve una y otra vez al mundo de la pareja?
El mundo de la pareja es lo que a mí me gusta. Hay un espacio de exploración infinito. Es lo que me ha tocado vivir. Cuando uno hace una película tiene que hablar desde la verdad, de lo que uno siente. La manera más fácil de conocerme es ver mis películas. Lo que hago en esta película es plantearme qué me pasaría con mi pareja estable si me sucediera lo que les sucede a los protagonistas. Todo tiene una génesis autobiográfica. La vida de los peces es exactamente lo mismo. Me pregunté qué pasaría si me reencontrara diez años después con una chica con la que acababa de cortar y allí me inventé una fiesta que no se acaba nunca.
A pesar de sus premios, ¿le cuesta financiar películas tan personales como ésta?
Ninguna película es fácil. Yo en realidad lo tengo más fácil porque llevo unas cuantas. Creo que lo difícil de verdad es tener un buen guión y la valentía de atreverse a hacer una película. El dinero va a estar, siempre. Es una cuestión de coraje y mucho trabajo.
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