lunes, septiembre 26, 2016

Literatura / Entrevista a Pablo Ramos

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«La droga se reemplaza con otra droga, nada más. Yo reemplazo la droga con la escritura.» (Foto: Rafael Yohai)

C iudad Juárez, Chihuahua. 26 de septiembre de 2016. (RanchoNEWS).- El autor El origen de la tristeza va al hueso de sus propias miserias para reflejarlas en crónicas de una crudeza excepcional. Los textos están organizados a partir del programa de los «Doce Pasos» de Narcóticos Anónimos (NA) y Alcohólicos Anónimos (AA). Silvina Friera lo entrevista para Página/12.

La vida es una puerta giratoria: entrar y salir no es tan fácil cuando la deriva de la cocaína y el alcohol conducen a hospitales, cárceles y cementerios. El dolor absurdo de tropezar siempre con la misma piedra, volver a consumir sabiendo que al menor descuido la enfermedad desemboca en la muerte, ya no le genera vergüenza ni culpa a Pablo Ramos. «Todos los adictos sabemos cómo empezamos, ninguno de nosotros sabe cómo ni cuando va a terminar», afirma el escritor, músico y guionista en el prólogo de Hasta que puedas quererte solo (Alfaguara), un libro extremo y de una crudeza excepcional porque pone el dedo en la llaga y aprieta con rabia sus propias experiencias vitales para llegar al fondo de sus miserias. Las crónicas, en el registro de la confesión mística que podría interpretarse como la dialéctica entre hundimiento y salvación, están organizadas a partir del programa de los «Doce Pasos» de Narcóticos Anónimos (NA) y Alcohólicos Anónimos (AA). «La Ternura es el hecho estético por excelencia, porque es la inminencia de una revelación que no se produce y que tal vez nunca se produzca. Lo más probable es que jamás lleguemos a la Ternura, claro, eso sería llegar a ser Dios. Pero no se trata de llegar a ella sino de ‘moverse hacia ella’: hacia el otro» se lee en la introducción del «Paso dos».

Al autor de El origen de la tristeza y La ley de la ferocidad, al cantante de la banda Analfabetos –que se define como «rock proletario»–, le cuesta domesticar un poco sus pasiones, como si no hubiera mucha diferencia entre el personaje que construyó y él mismo. Hace poco hundió el puño de su mano derecha en la cara de un taxista que se refirió a la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner como la «conchuda», cuenta a Página/12 en el bar de la librería Eterna Cadencia. Como si levantara el Martín Fierro que ganó como guionista de Historia de un clan, Pablo exhibe la cicatriz de unos tres centímetros que le dejó el diente del taxista en los nudillos de su mano. También muestra la ley de la felicidad: una foto de su hija Antonia, que nació en febrero de 2014. Hasta que puedas quererte solo va por su cuarta edición y ya agotó más de 10.000 ejemplares.

¿Es todo tan real como se cuenta en el libro?

Sí, excepto en la estructura. Siempre me interesó la forma, por ese fanatismo que tengo por (Werner) Herzog. A veces los lectores confunden la forma de un cuento o la novela La ley de la ferocidad porque la estructura es medio documental, medio de crónica. Acá es al revés: la estructura es bien de cuento para cosas que realmente pasaron. Los diálogos no los puedo reproducir exactamente, pero sí el espíritu. Esa gente existió; toda la gente está con el nombre real porque los que están vivos quisieron poner el nombre. Yo también figuro con mi nombre, que tampoco es tan real porque uso el apellido de mi mamá. Entonces hoy en día no sé bien la diferencia… Más que construir un yo literario, construyo una especie de mitología y escribo desde esa mitología –más que desde mi persona–, que implica a mi abuelo, a mi papá, a mis hermanos.

Hay muchos muertos en el libro...

Hay un tendal de muertos… y hay pocos porque no hablé de Sida. Éramos treinta pibes, quedamos cinco, veinte se murieron de Sida. Soy de la generación en que el Sida arrasó a los que se picaban. Me salvé porque soy fóbico a las agujas, sino me hubiera metido lo mismo que se metían todos.

¿Por qué no hay hilos sueltos en Hasta que puedas quererte solo?

No quise que ningún alambre quedara afuera. Todos los alambres que usé para atar la estructura están adentro. Hago toda una estructura para construir algo, para dártelo, y después saco la estructura y te digo: «mirá cómo de la nada construí esto». En el momento que estamos viviendo, político y social, yo milito en Rosario y milito acá, me parece que es como decir: «construir esto me llevó todo este material que se descarta, todo este andamiaje espiritual; te doy todo, bancátela». Tenés el cuadro con el alambre que esta atrás para colgarlo con el clavito en la pared. El agujerito del clavito que me salió mal, no lo tapé con enduido: esto es mi arte y está lleno de cosas que se van a ir descascarando en el tiempo. Me parece un hecho estético adicional o paralelo que es interesante también. Hoy el que lee, escribe o es muy probable que escriba, que vaya a un taller, que sea poeta, que escriba una canción y no se la muestre a nadie. De esa manera tengo una relación más íntima con esa persona porque la respeto más. Yo creo esto que dice (Jean Paul) Sartre que la literatura es el ejercicio de una libertad sobre otra libertad; entonces ensancho la libertad del otro y ejerzo mejor la mía, tengo más espacios. Me parece que la ternura de la que siempre hablan en mis relatos la pone el lector. No es la que pongo yo.

Una pregunta que aparece a medida que se avanza en la lectura del libro es: ¿hasta dónde se puede tocar fondo? La sensación es que todo el tiempo está tocando fondo y vuelve a emerger…

Cárceles, hospitales o la muerte… ¿Sabés lo que hay en el fondo de tu fondo?, como me dijeron en los grupos. Una pala para que sigas cavando y lo hagas más hondo. Cuando llegás al fondo, encontrás una pala y si sos muy autodestructivo no podés acabar. El fondo es morirte, traspasarte, porque el problema del fondo es que cavás o tentás a la suerte pensando que queda un montón de resto, pero es una cascarita. Y cuando te pasaste, fuiste: caíste en un agujero del que no volvés. El fondo es algo muy bueno, es un comienzo. Un alumno de mi taller escribió un cuento sobre un tipo que está viendo cómo alguien juega en una máquina y se orina encima. Los manteros que venden cosas cerca del casino, venden pañales para adultos: la gente para no ir al baño y seguir jugando se mea en encima conscientemente. Es mucho peor que no controlar esfínter, es mucho más abajo… El fondo es impresionante; siempre hay alguien que te vende el pañal. El pañal para adultos es la pala. El tema es con qué intencionalidad buscás en el fondo. Yo creo que busqué el fondo para ir para arriba, no para hundirme. Este libro intenta medir el problema, no solucionarlo. Este libro es mío porque sobreviví y tengo la responsabilidad de escribir. Ahí me convierto en un escritor moral, ahí está lo que debo o no escribir.

Las cuerdas vocales del escritor se extravían por el cansancio acumulado luego de una agitada jornada de grabación de Animal que cuenta, el programa que tiene por canal Encuentro. Pide un vaso de agua y retoma la idea de por qué se convierte en un escritor moral.

«¿Qué es la recuperación? Una palabra espantosa, ¿recuperarse para ir a trabajar y que te rompan el culo y que te paguen dos mangos?

«¿Recuperarse para qué? Hasta que entendí que es recuperar el tiempo, ahí entendí por qué dicen ‘llevo tres meses, dos días limpio’… ese tiempo es la única medida que tenés: el de drogado o de borracho se fue. De golpe, una frase de Sebastián Vettel me hizo entender el libro: ‘si te sobra pista quiere decir que venís despacio’. Todos nosotros no venimos despacio y no nos sobró pista, no somos tan buenos pilotos como él –compara–. Todos los adictos que conozco son un Fórmula 1. Cuando dejé de consumir, cambié mi vida y quise escribir. Llevo diez años de escritor, pero parece que llevo veinte por la manera en que me instalé».

¿Lleva diez años de escritura limpio, sin alcohol y sin drogas?

No. (Horacio) Convertini dijo algo muy lindo en Facebook: «Este no es un libro de alguien que venció, sino de alguien que la pelea». Voy y vengo… La otra vez vino un pibe de afuera y me trajo de regalo un litro de Jack Daniels. Lo tuve dos días en mi casa, lo abrí, y le dije a los chicos de mi taller: «¿me ayudan con esto?». La vida es una puerta giratoria y yo estoy en esa: estoy re bien, veo a mi hija casi todos los días, funciono, no consumo habitualmente, pero estoy rodeado de gente que me cuida. Mis amigos son amigos de los grupos, no siento más vergüenza ni culpa por el asunto, que antes era muy fuerte. Pero es muy difícil porque el mundo está plagado de drogas; entrás al supermercado chino y la góndola del escabio tiene 400 botellas de cualquier cosa. Es más fácil conseguir cocaína que un paquete de cigarrillos a la noche; cualquiera tiene. Yo vivo oliendo vasos, de diez vasos que huelo, diez son tragos, ¿sabés lo que es oler y no tomártelo? Al 11º me lo tomé. Y si me descuido, a la semana me van a buscar a la villa.

El problema pasaría porque no se puede establecer un límite y decir: «me tomo sólo un vaso».

Yo puedo quizá tomar un vaso y quizá no… Yo no sé quién soy en ese momento. Cuando leí una estadística de la Sedronar, que el 60 por ciento de los alcohólicos y adictos fueron abusados en la infancia, me quedé helado. Cada vez es mayor el tacho de basura que necesita el sistema; es tan grande el tacho que todavía no entramos a todos los que quieren tirar ahí, porque los pocos que van saliendo salen por su cuenta. El libro intenta ver la palabra enfermedad como alivio; por eso necesita una introducción y una estructura sólida porque habla de los que no tienen estructura sólida, ¿no? No son recuperados de los que hablo. No hay ninguna crónica del que se toma una raya y sale a poner los puntos. Estoy harto de escuchar a hablar a escritores que no saben lo que es un arma. Yo odio todo eso; es horrible la cárcel, detesto al que se toma una raya para chorear. La droga se reemplaza con otra droga, nada más. Yo reemplazo la droga con la escritura.

En el libro queda rebotando una cuestión: si sus adicciones a la droga y al alcohol tienen conexión con el alcoholismo de su padre, ¿el alcoholismo se hereda?

Sí, tiene que ver. Yo decidí agarrar esa herencia. Cuando lo veía escabiar, yo admiraba a mi padre. Quien lea La ley de la ferocidad con atención se da cuenta. Mi padre decía que yo no parecía su hijo; entonces voy a ser tu hijo: voy a jugar y voy a escabiar. El dinero para mí es lo peor; por suerte siempre me falta un poquito, que es el estado ideal mío. Yo no podía parar: (Diego Armando) Maradona se había comprado un camión y yo me compré un camión y andaba en camión. Yo soy la cabeza de Maradona, menos inteligente que Maradona, que quede claro que el Diego es lo más grande que hay. Yo tengo la mentalidad del negro, de que todo es ahora.

El artista Daniel Santoro habla de la «democratización del goce» que trae el peronismo, que es un goce inmediato, aquí y ahora, no en el futuro.

Claro. El peronismo flota a la deriva del tiempo, por eso es lo más grande que hay, de alguna manera es una versión aggiornada de Aristóteles. La izquierda tiene razón: el peronismo frena la revolución, pero mientras se frena la revolución mi vieja cobra una jubilación que antes no tenía por ama de casa. Los budistas dicen que si uno vive pensando en el futuro desperdicia el presente, pero si uno ignora el pasado corre el riesgo de desperdiciar el futuro. El tema es tender puentes, por eso para entender tengo que ir para atrás y para adelante.

¿Dónde está militando?

Estoy muy cerca de los chicos de Ciudad Futura en Rosario, estoy muy cerca de Juan Cabandié y de Jorge Ferraresi: de falopero ilustre ahora me hicieron ciudadano ilustre de Avellaneda (risas). Estoy muy cerca de la agrupación Patria, soy profundamente kirchnerista. Los gobiernos kirchneristas son los mejores que tuve en mi vida. Soy peronista y creo que el kirchnerismo es la manifestación más linda del peronismo. Oscar Wilde dice que todos estamos hundidos en la misma mierda, sólo que algunos todavía miramos hacia las estrellas. Un peronista es un tipo con la mierda hasta el cogote, mirando las estrellas.

¿Cómo vive estos nueve meses de gobierno de Mauricio Macri?

Lo vivo con un poco de bronca con nosotros mismos por habernos regocijado en el discurso, por haber hablado para los que ya estábamos convencidos, por haber cometido errores estratégicos como no haber apoyado a (Martín) Lousteau en el ballottage de la ciudad. Llegaron por elecciones y tienen que durar cuatro años. Este gobierno tiene que durar cuatro años. Este gobierno es pro militar, pro indulto y pro basura que endeuda de nuevo al país, que le pide perdón al rey de España... Macri fundió Sevel, Peugeot y Fiat juntos; es como que me des a Maradona y a (Lionel) Messi en la mejor época y nos vamos a la B. Ni en el palo está pegando la pelota, no están embocando una. Hay que seguir luchando; la diferencia entre los 90 y ahora es que la gente está en la calle. Dios dirá qué pasará… Ojalá no haya helicóptero, pero si pasa algo de ese tipo, va a ser un desastre...


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