lunes, septiembre 19, 2016

Noticias / México: Coloquio celebra 100 años de la escritora mexicana Elena Garro

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Homenaje a Elena Garro en Bellas Artes. (Foto: Marco Peláez)

C iudad Juárez, Chihuahua. 19 de septiembre de 2016. (RanchoNEWS).- Por su trayectoria como narradora y dramaturga, a 100 años de su nacimiento, Elena Garro es más que importante, es por sí sola todo un género literario, expresó Elena Poniatowska en el coloquio El tiempo de la dicha, que se realizó ayer en la Sala Manuel M. Ponce, del Palacio de Bellas Artes. Carlos Paul reporta para La Jornada.

Sobre la personalidad y obra de Garro, Poniatowska explicó: «He preferido quedarme con la Garro de mi juventud: gallarda, avasalladora, que seducía con sólo hacer su entrada».

Al evocar la relación que tuvo con la autora de Un hogar sólido, dijo: «La conocí como una droga, con necesidad de angustia. Las cosas tenían sentido sólo si ella aparecía, si me dirigía una palabra o una mirada, con su voz casi inaudible, porque hablaba en voz muy baja. Cuando ella me hablaba, yo sentía que la virgen me hablaba; por eso comprendo que Patricia López Lopategui le reverencie como a una santa de iglesia».

Poniatowska conoció a Garro y Octavio Paz en su departamento en la calle de Nuevo León (colonia Condesa) en 1954. «Tuvimos largos años de amistad, hasta 1968. A raíz de ese año, Elena y yo ya no estábamos del mismo lado. A su regreso a México, después de muchos años de exilio (de 1962 a 1993), Helenita Paz, su hija, me pasó a su madre por teléfono, era apenas un hilo de voz; quizá una prueba que ella ponía al poder hipnótico de sus palabras, a su inmenso poder de seducción. Sólo me contó que ya no reconocía a México y que en Cuernavaca, en casa de su hermana, se le había perdido una gatita: ‘es que somos muy pobres’, dijo, como en un cuento de Rulfo.

«Elena Garro era nuestro Juan Rulfo femenino, la gran escritora mexicana, la poetisa que todo lo transforma. Fue contradictoria a más no poder. Al igual que sus personajes, que son ella misma, se definió mejor que nadie al decir que era una partícula revoltosa. Hechizó, pulverizó y domesticó a muchos enamorados. Si hubieran sido gatos, todavía estarían vivos para hablarnos a maullidos del sortilegio que ejerció sobre ellos».

Poniatowska se refirió a Los recuerdos del porvenir como una novela que conjuga la acción, la magia y la luminosidad, «la obra revela hasta qué grado la autora estaba ligada a los campesinos y a la Revolución Mexicana».

Ese trabajo literario, añadió la ganadora del Premio Cervantes de Literatura 2014, «nos revela a una Garro desconocida, no la que discutía desde la mañana hasta la noche sentada en la alfombra de su casa, sino una Elena que sabía del campo, que supo hablar del calor de Iguala con palabras embrujadoras, que le dio un sabor nuevo a nuestra literatura».

Las cóleras de Elena eran sagradas, sobre todo cuando defendió a los campesinos de Morelos. Se la pasaba en el Departamento de la Reforma Agraria de la Ciudad de México, atendiendo asuntos de ejidos, límites de tierra y escrituras, sostuvo. «Los campesinos de Ahuatepec la miraban como un Zapata femenino».

Resaltó que Garro se salvó de muchos precipicios. La frase «‘¡Ah, fue mujer de Octavio Paz!’ encierra la historia de amor y odio de la pareja más singular de la literatura mexicana. Una tragedia que le hizo decirle a Paz: ‘tu voz, espada fulminante’».

En la mesa también participaron las escritoras e investigadoras Luz Elena Gutiérrez de Velasco, Sandra Lorenzano, Sara Sefchovich y Sara Poot Herrera.

Gutiérrez de Velasco se refirió a las últimas cuatro novelas cortas de la homenajeada: Busca mi esquela, Primer amor, Un traje rojo para un duelo y Un corazón en un bote de basura. Rechazadas en un principio por consideraciones estéticas; para Gutiérrez esas obras no deben considerarse prescindibles en la narrativa de Garro, ya que se interconectan entre sí a la manera de un gran mapa, que configura las obsesiones temáticas y estrategias discursivas de la autora.

Lorenzano desarrolló la idea de cómo una relación de amor, cariño o afecto se vuelve literatura. Se refirió a las únicas dos veces que se encontraron Elena Garro y Adolfo Bioy Casares, en 20 años, en 1951 y 1956, y a las casi 100 cartas que intercambiaron.

«Adolfito fue el verdadero amor loco de mi vida. Es el único hombre del que me he enamorado, creo que eso nunca me lo perdonó Octavio», escribió Elena en cierto momento. Un romance «que ha quedado como tema literario en las novelas Testimonio sobre Mariana, La pérdida del reino y El sueño de los héroes».

Sefchovich llamó la atención sobre la ausencia de escritoras y su auge en el siglo XX, entre las que destaca Elena Garro, «quien al igual que Sor Juana, no tiene antecedentes ni postcedentes».


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