jueves, octubre 20, 2016

Artes Plásticas / España: El Fauvismo: anécdotas, obras y fundamentos

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Restaurant de la Machine à Bougival (ca. 1905), de Maurice de Vlaminck. (Foto: Archivo)

C iudad Juárez, Chihuahua. 20 de octubre de 2016. (RanchoNEWS).- El culpable (o responsable) de que a los fauvistas se les asignara ese calificativo es Louis Vauxcelles. En 1905 el grupo expuso por primera vez su obra y este los llamó fieras (fauves) por la intensidad que transmiten sus cuadros a través del uso del color. En un momento en el que aún se estaban asimilando las novedades y aportaciones del impresionismo al mundo del arte, un grupo de jóvenes artistas se unió por motivos de amistad y por una preocupación pictórica común. El taller de Moreau vio nacer a estos salvajes de la pintura que rompieron con las reglas establecidas hasta entonces. Tan solo duró dos años pero el fauvismo revolucionó el academicismo anterior. Esto no es ninguna novedad, ni tampoco que fue la primera gran vanguardia del siglo XX que con su libertad de ejecución y el empleo de tonos puros consiguió crear un debate. El grupo que promulgó la individualidad y defendió la idea de que la pintura puede ser un medio de expresión por sí misma llega ahora a la Fundación Mapfre para hacer temblar también sus paredes. Una nota de la redacción de El Cultural

Con la intención de mostrar al público algunos de los aspectos menos conocidos del movimiento, las obras de Matisse, Derain, Vlaminck, Dufy, Braque y Rouault, entre otros, se dan cita en Los Fauves: La Pasión por el Color hasta el próximo 29 de enero. Producida con la ayuda y los préstamos de instituciones internacionales como la Tate, el Pompidou, el Musée d'art moderne de la Ville de Paris, la Kunstsammlung Nordrhein-Westfalen de Düsseldorf, el Milwaukee Art Museum o el Statens Museum de Dinamarca, los fauvistas muestran su pureza en Madrid. Su comisaria, María Teresa Ocaña, destaca y explica nueve aspectos de un movimiento que consiguió tambalear y crear el debate acerca de los cimientos del arte tal y como se conocía hasta entonces.

Tres anécdotas que unen a los fauvistas

La complicidad: Existía entre ellos una amistad que precede a la creación del grupo, en torno a 1896-97. Por entonces los artistas se juntaban en el atelier de Gustav Moreau y en torno a su figura, Matisse, el padre de todos ellos, se unió con una serie de discípulos como Camoin, Marquet, Roualt y Manguin. Esos artistas que trabajaban allí tenían la obsesión por reformar la pintura siguiendo la idea de renovar la huella que deja el Impresionismo.

Retratos caricaturescos: Esta complicidad en torno a la que se reúnen los artistas hizo que los retratos que se hacían unos a otros analizasen sus personalidades. Pueden parecer retratos rápidos pero van más allá porque capturan el interior de los artistas y, aunque puedan resultar hechos de manera arbitraria, en ellos recogen la psicología del personaje. Manguin, por ejemplo, practicaba en su autorretrato la caricatura y llegó a realizar varias en este tono y lenguaje. Les caracterizaba el sentido del humor y sus nuevas búsquedas les llevaron a plasmar sus maneras de ser de manera intuitiva y suelta. Cuando Matisse retrata a Derain plasma la personalidad extrovertida y exuberante que él mismo transmite en sus obras. Y cuando Derain retrata a Matisse lo hace dándole un aire de patriarca, de ponderado con mucha autoridad.


André Derain (1905) visto por Henri Matisse y Henri Matisse (1905), la réplica de André Derain

Se costeaban sus modelos: Otra de las consecuencias de esa amistad que unía a unos artistas con otros hizo que en su interés por renovar el arte, una vez muere Moreau y el atelier cesa, se reúnan en torno al taller de Manguin. Desde allí juntaban el dinero necesario para poder tener modelos y poder pintar, como lo hacen ahora las escuelas de arte. Con estos modelos pudieron plasmar su punto de vista, una perspectiva personificada con la que algunos ponían el foco en la contraposición de colores mientras otros tenían en cuenta la luz y las inclemencias climáticas. A ello, de hecho, les había incitado Gustav Moreau, a realizar un tipo de arte que tuviese personalidad propia para convertir los lienzos en un lugar donde volcar sus sentimientos. El color era pura imaginación. Esa individualidad que cada uno aplicaba de una manera independiente conlleva la creación de vínculos que luego van a reproducir en su pintura cuando coinciden en el sur de Francia.

Tres artistas y su obra imprescindible

Las velas rojas de Derain (1906): Es una exuberancia de color con paletas exacerbadas y colores aplicados para captar la luminosidad del ambiente, la inclemencia del sol que se refleja en el Támesis y la vela roja que destaca todas las sensaciones de luminosidad. Esta obra, o más bien el conjunto de obras que realizó en Londres, en cierta medida trata de buscar un contrapunto a las visiones que había realizado Monet en la misma ciudad auspiciado por el marchante de la galería Durand Rouel. Ambroise Vollard, también marchante de las vanguardias de arte, financia a Derain esos viajes a la capital inglesa para hacer lo que ya había hecho Matisse pero con una visión propia.

Retrato de Marguerite de Matisse (1907): es un lienzo donde Matisse retrata a su hija, como hace en numerosas ocasiones en estos años y como es frecuente también en otros artistas fauvistas. En este retrato el color cede en favor de otros tonos más contrapuestos, como amarillos y verdes. Incluso inscribe el nombre de su hija en la parte superior del lienzo con letra infantil porque estaba muy atento a los ejercicios que hacían sus hijos. De hecho, les retrata muchas veces pintando o dibujando. Esta obra tiene como anécdota o singularidad que en un momento en el que Picasso y Matisse hicieron un intercambio de obras, el malagueño escogió esta y, por lo tanto, proviene de la colección del artista que se encuentra en su museo de París.

Femme nue blonde (1906): Este desnudo, que cierra la exposición, se ha visto muy pocas veces en Europa y nunca en España. Van Dongen fue un artista que se unió al grupo más tarde. No formó parte del núcleo duro de Matisse, Derain y Vlaminck, no fue tan fauvista como ellos pero este desnudo en el interior de un burdel visto desde arriba cuenta con una belleza exultante. No es tan fauve en cuanto a la agresividad del color pero sí en la fuerza del desnudo, con especial atención en las manos, con una paleta de vivos colores que definen el rostro. Son unos colores primarios que se complementan y quedan difuminados con el conjunto de la exposición.


Detalle de Femme nue blonde (1906), de Kees van Dongen

Tres ideas o fundamentos del fauvismo

Reforma de la pintura a través del color: Le dieron al color una preponderancia y personalidad que no tenían los Impresionistas. Ellos sacaron el caballete a la calle y captaron los colores de la naturaleza al azar, la luminosidad. Los fauves en cambio, sobre todo Matisse, Derain y Vlaminck, imaginaron sus propios colores y pusieron sus sentimientos en su plasmación y en la composición de las pinturas. Por eso, cuando se hizo la primera exposición en 1905, el público se escandalizó.

Acróbatas de la luz: Matisse, hipnotizado por los colores que usa Signac en sus obras realizadas en Saint Tropez, compartió un verano en Colliure con Derain. Este último, escribió a Vlaminck contando que estaban haciendo ejercicios de acrobacias a partir de la luz. Fueron los últimos artistas en pintar al aire libre y allí consiguieron realzar y radicalizar sus colores.

No hay manifiesto: Detrás del fauvismo, que es muy breve, no hay un manifiesto, ni un ideario, ni unas pautas escritas. Se basa mucho en el debate, en la reflexión y en las ganas de modificar la pintura pero sin unas reglas a las que atenerse. Lo único que queda, y es a título personal, son unas notas que reescribió Matisse en 1908 en las que teoriza, de manera consensuada con el grupo, sobre el movimiento.


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