jueves, enero 05, 2017

Literatura / Entrevista a Carlos García Gual

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El escritor y filólogo publica La muerte de los héroes (Turner), un viaje literario por un momento crucial, muchas veces omitido u olvidado, en la vida de los héroes míticos, su muerte. (Foto: Archivo)

C iudad Juárez, Chihuahua. 5 de enero de 2016. (RanchoNEWS).- «Contra el olvido, los nombres de los héroes perduran en la red imaginaria de la mitología, y en la literatura que se alimenta de sus historias y recuenta sus hazañas con nuevos acentos». Y lo mismo que no escapan del olvido, ni siquiera los héroes pueden escapar de la muerte. Muertes, que a pesar de ser su vida ejemplo de heroísmo, valor e ingenio, suelen ser extrañas, azarosas, irónicas o absurdas, y subrayan la fragilidad de la condición heroica, que al fin y al cabo no deja de ser un trasunto de la condición humana. En La muerte de los héroes (Turner) el escritor, filólogo y dos veces premio nacional de Traducción, Carlos García Gual (Palma, 1943),se embarca en un viaje literario sin precedentes que le lleva a recorrer un momento crucial, muchas veces omitido u olvidado, en la vida de 25 héroes míticos, el momento de su muerte. Agrupándolos en tres bloques: los héroes míticos, los homéricos y tres heroínas trágicas, y comparando entre sí la infinidad y amplia variedad, tanto temporal como de contenido, de versiones literarias, García Gual nos propone un estudio detallado que nos permite acercarnos a los héroes clásicos desde aquel elemento que más los aproxima a nosotros, su condición mortal. Andrés Seoane lo entrevista para El Cultural.

¿Por qué se decide a abordar este momento de la muerte del héroe, un instante que es a la vez clave pero no extraordinario, pues es común a todos?

Todos los héroes murieron, cumpliendo su condición mortal, pero dejaron tras ellos sus rastros de gloria, memorables para los hombres que vinieron luego. Éste es el destino del héroe: buscar la memoria futura con sus hazañas y ejemplar audacia. Son ejemplares porque muestran hasta dónde puede llegar el arrojo y el esfuerzo, venciendo monstruos, explorando caminos, magnánimos y victoriosos. Pero la muerte no es un triunfo más, sino un límite inevitable, y llega siempre, a veces de modo extraño. A su modo esas muertes expresan la fragilidad de la condición humana. La excelencia no evita la muerte, y ésta tiene algo de fracaso trágico. Incuso los mejores también mueren - sólo los dioses son inmortales.

La muerte de los héroes se fue modificando e incluso inventando al correr de los siglos, amén de la adecuación estética a los gustos de cada época, ¿cuál fue la importancia y uso las distintas muertes de los héroes como ejemplos morales?

Los mitos épicos, tradicionales y memorables, no suelen centrarse en la muerte de los héroes, sino en sus gestas luminosas; la muerte es la sombra final, un cruel telón último. Pero en los héroes guerreros la muerte asume carácter de reto y los más nobles arrostran la muerte luchando por su honor y su patria. Frente al audaz solitario surge el héroe solidario, como Héctor, el más moderno de la Ilíada. En las tragedias sí abundaban las muertes heroicas, ya que ahí no se insistía en la fama, el kleos, sino el dolor, el páthos. El patetismo trágico ofrece una lección magnánima de humanidad.

En este sentido llama la atención la inclusión de tres heroínas trágicas presentes en la mitología, ¿qué función tiene el otorgarle a la mujer un papel protagonista que no retomaría durante muchos siglos?

Para contar esas veinticinco muertes, en una especie de antología, he espigado muy varios textos. (Pues, como apunté, los grandes poemas no suelen contar las muertes: ni la de Aquiles ni la de Paris ni la de Agamenón se cuentan en la Ilíada, ni la de Ulises en la Odisea, por ejemplo). He querido añadir esas muertes de tres figuras femeninas trágicas para resaltar el arrojo de Clitemnestra, Casandra y Antígona. La sociedad griega sometía a las mujeres al silencio y la sumisión domestica- como tantas sociedades antiguas -, pero las tres, inolvidables, se abren su propio camino, ciertamente trágico, en ese mundo heroico de normas patriarcales.

La mayoría de los héroes clásicos son conocidos, a grandes rasgos, por todo el mundo, ¿cuál es el atractivo de la mitología griega para haber sobrevivido hasta hoy, mucho más tiempo que otras construcciones literarias posteriores?

Ese conjunto de relatos, con sus dioses y héroes muy variados y humanizados, presenta una intrigante y poética selva de aventuras y de apasionados encuentros. En ellos se espejean las pasiones humanas en un mundo de sorprendente colorido. Esos antiguos mitos, más allá del original trasfondo religioso, ya perdido, fueron conservados por los poetas (no por sacerdotes ni en ningún libro sagrado) y eso les da un aire fresco y apasionado que no tienen otras mitologías. La «frivolidad» de los dioses griegos se contrapone al sentido trágico de la vida. Son relatos de una dramaticidad poética inolvidable; por eso han perdurado tantos siglos y se prestan a incontables relecturas, irónicas muchas veces.

¿Cuál es el papel que cumplen los héroes en la sociedad? ¿Son necesarios en el mundo de hoy?

Los héroes pertenecen a un mundo donde el valor individual de seres extraordinarios (aunque mortales) es esencial para salvar la sociedad. Pero la moderna, de masas y consumidores uniformados, excluye esas actuaciones chispeantes y extraordinarias. Tanto la política social como la tecnología no dejan ya lugar para héroes guerreros o trágicos. La épica se acabó.

¿Qué personajes cumplen hoy la función de los héroes? ¿Existen héroes en la actualidad?

Perviven los de tipo antiguo sobre todo en los cómics y en películas de aventuras y de ciencia ficción. Para deleite de muchos. Sí, hay héroes menores, todos aquellos que arriesgan su vida por la comunidad y trabajan «heroicamente» por un mundo mejor (como investigadores, médicos, bomberos, misioneros, etc.). Con todo, conservar las grandes figuras heroicas en nuestro imaginario, en la memoria y la fantasía, gracias a la literatura, enriquece y anima.

Hace poco reivindicaba la literatura clásica en el artículo Los clásicos nos hacen más críticos, además del espíritu crítico, ¿qué nos aporta la lectura de los clásicos?

Creo que los textos antiguos, esos que llamamos clásicos, se han mantenido porque son los mejores, los que han sido leídos con fervor durante siglos. Su lectura nos aporta la visión de otros mundos, otras épocas, y también nos informa acerca de las grandes audacias y las hondas pasiones que vivieron otros, otros personajes y otros escritores, novelistas y poetas. El evidente ocaso de las humanidades en el mundo actual es la decadencia en picado de la lectura, y la progresiva falta de lectores sensibles. La gente joven lee cada vez menos, va gastando la mayor parte de su tiempo mirando pantallas de móvil o TV, o chateando desaforadamente, de modo que pierden el hábito de leer y aún más de reflexionar sobre lo leído. Leer, pienso, nos hace críticos, y mucho más imaginativos, nos lleva más allá del presente y del contexto cotidiano, nos invita a otros mundos, a menudo mucho más interesantes y coloreados que la realidad de todos los días. No leer limita mucho la inteligencia, adocena también la sensibilidad, y empobrece la visión del mundo, olvidando el pasado. Muchas imágenes amontonadas, sin reflexión, atontan, evidentemente.

Como apunta, en la actualidad se está produciendo un progresivo desprestigio de las Humanidades, rematado con la desaparición de la asignatura de Filosofía, ¿cuáles cree que son sus causas y consecuencias? ¿Cuál sería una posible solución?

Las Humanidades están amenazadas, de muerte casi, en los actuales planes de estudio. Más que nunca. No veo fácil remedio. Sería bueno, pero parece imposible en la España actual, encontrar algunos políticos sensibles y atentos a ese problema. Que se preocuparan por crear hábitos de comprensión, sensibilidad, y cultura en el mejor sentido: que facilitaran enseñanzas con más filosofía, más música, más historia, etc. ( y no sólo para alumnos de letras). Y que, de paso, dieran ejemplo leyendo algún libro o yendo al teatro de cuando en cuando. En fin, la única meta parece ser fomentar lo rentable y productivo para una sociedad de consumidores aborregados, entusiastas de los triunfos en el fútbol y en las cocinas. En fin, no hay más salvación que la individual: nadar contracorriente es muy buen deporte.


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