martes, enero 24, 2017

Textos / «Cartas a Henry-Introducción» por Susana V. Sánchez

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Henry James. (Foto: Susana James)

C iudad Juárez, Chihuahua. 20 de enero de 2017. (RanchoNEWS).- Estas cartas que publicaremos, se han quedado en el tintero por diversas razones, la principal por ser de gran significado para Rancho Las Voces y además de tener la calidad del trabajo epistolar de Susana, implican respeto y mucho cariño. Henry además de ser mi amigo, compañero de escuela y trabajo. Apoyó nuestro proyecto Rancho Las Voces y simpatizaba fuertemente con la difusión del arte, por otro lado Susana además de amiga es colaboradora de este medio. Quisimos tener mucho cuidado de hacerlo y hacerlo bien, como comenta nuestra querida Susana pensamos que puedan tener un valor terapéutico dentro de nuestros lectores. Jaime Moreno Valenzuela  

Esta serie de cartas fueron escritas en un principio como entradas a mi diario personal. Aunque llevo muchos años escribiendo un diario, a partir de la muerte de mi esposo comencé a escribir en segunda persona, hasta que caí en la cuenta de que estaba tan acostumbrada a comentar todas las cosas y los sucesos cotidianos con él que comencé a hacerlo en forma epistolar. Lo hice porque, por una parte, él fue mi interlocutor prácticamente durante 30 años que equivalen a la mitad de mi vida. Empero, también comencé a escribir en esta forma porque aunque su cuerpo físico se fue de este plano de existencia, yo seguí sintiendo su presencia aunque con una transformación considerable.

Henry fue siempre un individuo de salud terriblemente frágil y su cuerpo conservó las secuelas de esa falta de salud. Cuando nos conocimos, en el tiempo de nuestro paso por la universidad, se estableció entre nosotros una simpatía muy grande. El día mismo en que nos conocimos Henry afirmó que él se casaría conmigo porque yo era la mujer perfecta para él. Yo, por supuesto, me reí de afirmación tan categórica, pero acepté su amistad con el entusiasmo que siempre me ha causado relacionarme con las personas inteligentes. Henry, sin duda alguna, es el hombre más inteligente que he conocido durante mi vida.

Henry fue un intelectual de una potencia muy superior al común de los hombres. Tenía una capacidad de comprensión, tanto de los grandes autores de libros filosóficos, científicos, religiosos, en fin en todos los órdenes del saber humano, como del individuo común, del hombre de la calle, de cualquier clase social o nivel educativo. Su gran pasión fue el Cine. De hecho terminó una licenciatura en Comunicaciones en la especialidad de Cine, Radio y Televisión. Sin embargo, no pudo conseguir trabajo en ninguna de estas instancias debido a la discriminación que lo persiguió durante toda su vida por ser una persona diferente. Creo que este hecho fue una gran pérdida para el séptimo arte, porque no me cabe duda de que hubiera sido un gran creador.

En fin, la falta de recursos económicos lo obligó a trabajar en campos diversos y cuando la computación se comenzó a popularizar durante los años ochenta, él se enamoró perdidamente de este conocimiento y llegó a tener un dominio muy grande de estas tecnologías. En la década de los noventas del siglo pasado, decidió estudiar una maestría en Literatura Hispanoamericana, más que por estar interesado en otro título académico, por la necesidad económica de tener un trabajo que en ese momento se le ofrecía como estudiante de posgrado. Sin embargo, fue un estudiante destacadísimo. Ya para ese tiempo se había dedicado por un largo tiempo a la traducción profesionalmente. De manera que durante el tiempo que duró el estudio de la maestría, tomó también muchos cursos de traducción a nivel maestría. En la universidad, durante el tiempo que duraron sus estudios de maestría, su trabajo consistió en ayudar a establecer el laboratorio de computación para el Departamento de Lenguas y Lingüística de UTEP, la Universidad de Texas en el Paso. Se le eligió para ese puesto precisamente por su gran dominio de la computación, a la vez que un conocimiento profundo de las literaturas hispanoamericana y norteamericana.

Al término de la maestría, consiguió trabajo en una de las ferias de trabajo de la universidad en el Departamento de Estado de los Estados Unidos de Norteamérica, ya que él tenía la nacionalidad Norteamericana. Henry trabajó por todo el resto de su vida en esta institución, básicamente como traductor e investigador. Desgraciadamente a los 58 años lo atacó un cáncer de hígado contra el que perdió la batalla, en esa guerra contra la enfermedad que tuvo que emprender desde que era un bebé.

Como lo afirmé al comienzo de esta introducción. Desde su partida yo le he escrito las cartas que le hubiera escrito si él se hubiera ido de viaje. Él fue mi compañero, mi mejor amigo, mi alma gemela, en fin lo fue todo para mí. Aunque estoy convencida de que este ser maravilloso, simplemente se trasladó a otro estado de consciencia, lo extraño terriblemente. Extraño su voz, su fabuloso sentido del humor, sus opiniones inteligentes y sapientes sobre los asuntos más diversos. Extraño su protección, el amparo y fundamentalmente el amor que me entregó en todo momento durante todos los años que duró nuestro matrimonio. Pero aunque extraño tanto su presencia física sé que él permanece junto a mí en todo momento. Sé que su transformación en un ser luminoso que habita otro nivel de consciencia, puede estar junto a mí y protegerme con el lazo indestructible del amor. Y que algún día, en la hora de mi propia muerte estará allí para conducirme y ayudarme en el traslado a ese otro nivel que llamamos muerte y que tanto temor nos causa. Ahora estoy estudiando la tradición budista y algunas otras religiones orientales que hablan en ese sentido y estoy convencida que los seres que nos acompañan y nos son queridos, nos han acompañado por un largo tiempo a través de diferentes eras. Esta convicción me ha llenado de valor para sanar del dolor y continuar con mi vida; pero sobre todo para darle sentido a los años que me faltan por vivir.

Al hablar de estas cartas con mis queridos editores, Jaime me sugirió que las publicara. Las publico con el fin de compartir con otras personas que han perdido a sus seres queridos el proceso terrible y doloroso del duelo; pero también para compartir los esfuerzos de reconstrucción de mi propia vida ahora que he quedado sin mi compañero. Creo que compartir las experiencias que integran este proceso puede ser también una valiosa ayuda para todas aquellas personas que lo hayan experimentado.

Agradezco infinitamente a mis queridos amigos, los editores de Rancho las Voces, Rubén y Jaime Moreno Valenzuela, por la oportunidad de compartir con su público estas cartas en las que he vertido el dolor de la muerte, una de las pérdidas más significativas que desgraciadamente casi todos los seres humanos tenemos que sufrir. Estas cartas han sido en gran medida un elemento muy importante en la superación del dolor por una de las experiencias más terribles de mi vida. Confío en que ellas puedan ser de alguna ayuda para las personas que han tenido pérdidas semejantes.


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