martes, abril 25, 2017

Libros / «La mujer que mira a los hombres que miran a las mujeres» de Siri Hustvedt

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Siri Hustvedt
Siri Hustvedt: «El feminismo se ha asociado a la pérdida de la feminidad» (Foto: Archivo)

C iudad Juárez, Chihuahua. 25 de abril de 2017. (RanchoNEWS).-Cuando Siri Hustvedt (Minessota, 1955) leyó por primera vez a Sigmund Freud tenía 16 años y a pesar de que no entendiera todo lo que leía una semilla se plantó en su inconsciente. Años más tarde, cuando llegó a La interpretación de los sueños, el interés por el psicoanálisis ya había germinado en ella, escribió un libro sobre la relación cerebro-mente y a los 53 asistió a la consulta de un profesional. Tras años de terapia la escritora defiende la idea de que psicoanalizarse está relacionado con la creación artística, con la diferencia de que «en el arte siempre hay un otro imaginario», porque tanto la música, como el arte y la literatura está concebida «para otra persona». El psicoanálisis es, opina, hasta cierto punto, también algo imaginario. La persona hacia la que se proyectan las fantasías y deseos «puede convertirse en el padre o en el hermano pero el psicoanalista no deja de ser una persona real que puede hacer intervenciones reales que pueden cambiar el curso del análisis». Escribe Saioa Camarzana para El Cultural.

Las ciencias son uno de los fuertes de esta pensadora de origen escandinavo que acaba de publicar La mujer que mira a los hombres que miran a las mujeres (Seix Barral),donde recoge algunos de sus ensayos sobre arte, ciencia y feminismo. En la introducción del mismo trae a colación una problemática que ha avistado y es que a «lo que llamamos ciencias duras se les ha asignado los roles de los maestros de la cultura y cuando queremos la respuesta real de algo recurrimos a ellas». Sin embargo, aún existen muchas preguntas abiertas porque «la ciencia no es la historia de un progreso sin fin y, en ocasiones, algunas grandes ideas han sido olvidadas y recuperadas tiempo después». Por esa razón resulta importante que la gente entienda que «gran parte del conocimiento científico está disponible», pero no, recalca, en las publicaciones periodísticas.

Uno de los estudios que más tiempo le ha llevado ha sido el que gira en torno al suicidio. Tuvo un año y medio de preparación para dar una conferencia durante el que lo leyó todo y lo que más le interesó fue que «nadie había hablado del suicidio como una autoconsciencia reflejada y necesaria». De modo que el punto de partida fue entender que la ciencia que estudia el suicidio es necesariamente interdisciplinar. «En las discusiones contemporáneas sobre ello se omite la cuestión del control porque es una plaga internacional», explica. Pero lo cierto es que para muchos quitarse la vida supone «una manera de hacerse con el control de su propia existencia» y, por esa razón, «el suicidio es un acto intersubjetivo y dialógico». Y cultural, por supuesto, ya que no significa lo mismo en las diferentes culturas.

Lo que sí parece que se repite y otra de las historias que no tienen un progreso lineal, según Hustvedt, es la del feminismo. Este tema está conectado a la historia de la filosofía occidental y de la represión del cuerpo. «Hay una idea, y puedes ir a Descartes o Platón e incluso a Pitágoras si quieres, de que lo material está asociado al cuerpo, a la feminidad y a la naturaleza y lo opuesto, el espíritu, el intelecto y la cultura a la masculinidad. Creo que aún hoy vivimos dentro de esta dicotomía». Y por eso necesitamos aún hoy reafirmarnos en el feminismo porque «hay retrocesos». Tan solo hay que ver «el presidente que tenemos ahora en Estados Unidos. Lo misoginia ha ayudado a que Trump saliera elegido, no al revés», señala. En este caso en particular cree que «la emoción conductora de todo ello es el sentimiento de vergüenza del hombre blanco que sentía que todo les pertenecía. Sin embargo, poco a poco ese poder se ha ido erosionando por las mujeres, los inmigrantes, las personas de otro color. Y esto no solo ha creado un sentimiento de enfado sino de vergüenza y para la gente así Trump era la ruta que les guiaba desde la vergüenza hacia el orgullo».

El vínculo de esto con el feminismo es que en cierto sentido la feminidad se ve como un estado: «Ser mujer es la posibilidad de tener hijos y la masculinidad tiene que estar constantemente demostrada para no caer en la feminidad o en la homosexualidad», apunta. El drama de tener que demostrar esa hombría «hace que parezca que sino te vas a caer al estanque contaminado y esto es una fuerza motora de la cultura de la que no se habla», añade. Y en ese sentido, uno de los grandes problemas es que «para los hombres puede resultar difícil admitir y reconocer la autoridad de las mujeres, como si esto les disminuyera». De modo que «hasta que no superemos eso no vamos a poder hacer progresos», sentencia la escritora de Todo cuanto amé.

Esa pérdida se puede ver también en el mundo del cine. Las películas de los años 30 están repletas de «mujeres interesantes como Barbra Streisand, Bette Davis, Katherine Hepburn que tenían roles de mujeres complejas, vulnerables y poderosas pero todo esto se ha perdido». La razón es que el cine de Hollywood actual está hecho para jóvenes de 15 años y «las mejores representaciones de las mujeres están en los programas para adultos de la televisión», apunta. La excepción, no obstante, la encuentra en Pedro Almodóvar, que conoce muy bien la feminidad. «La interesante, compleja y divertida representación que hace de las mujeres está ausente en la mayoría de las películas».

Y, sin embargo, también hay mujeres a las que la palabra feminismo les crea rechazo porque en ocasiones, como también sostiene la ugandesa Chimamanda Ngozi Adichie, «se ha asociado con una pérdida de la feminidad». Pero, claro está, el feminismo no es eso sino que se trata de «abrir la puerta de la libertad humana, tanto para las mujeres como para los hombres, la libertad para perseguir sin ningún tipo de castigo los deseos propios, ya estén dentro de marcos femeninos o masculinos», detalla.

Tan solo hay que mirar a nuestros gobiernos y a las grandes corporaciones para ver «que en la élite la gran mayoría son hombres y se ve en las reuniones en las que solo está Angela Markel», anota. De todos modos la sociedad ha avanzado y Hustvedt siente que «muchos hombres están cambiando su idea de la masculinidad». Cuando ella era pequeña la idea de que un padre llevase en brazos a su hijo o empujase un carro en la calle no se contemplaba. Ni mucho menos que la mujer saliera mientras él se quedaba en casa cuidando del bebé de ambos. «Ahora esto es normal y si Trump existe es, en parte, por el miedo a los cambios que se están dando en la cultura. Ese es el retroceso».


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