lunes, mayo 01, 2017

Edición 180 / Prólogo

La literatura en tiempos de redes sociales



Un dibujo de Erwin Lian del grupo Facebook Commute Sketchers de Singapur. (Foto: Global Voices)

Ciudad Juárez, Chihuahua. 1 de mayo de 2017. (RanchoNEWS).- Con versos como «Somos eso que hacemos que no le contamos a nadie y lo que pensamos el domingo por la noche al apagar la luz» o «Todo lo que se te escapa del control, te acojona que no veas», un poeta español llamado José A. Gómez Iglesias ha vendido 83 mil ejemplares de su primer libro titulado Casi sin querer; de su segundo, Cuando abras el paracaídas, ya lleva vendidos 50 mil ejemplares.

¿Cómo puede ser posible?

Por las redes sociales.

José A. Gómez Iglesias usa el seudónimo Defreds en su cuenta de Twitter desde donde difunde su poesía a sus 159 mil seguidores.

Este fenómeno es analizado por el periódico El Confidencial, en un artículo publicado en este número, en base en información de Nielsen, la empresa que contabiliza los números del sector editorial español y que los editores manejan para saber quién vende y quién no.

Defreds «ha vendido desde 2015 tanto como Luis García Montero en lustros. O casi 14 veces más que Sanchez-Dragó con los títulos que ambos publicaron en 2016 (49.000 frente a 3.600). La industria editorial y la literaria se alejan cada vez más», dice El Confidencial.

Aunque en el mismo artículo el escritor español Miguel Aguilar matiza de la siguiente manera: «Decir que alguien vende pocos libros me parece un poco injusto. Se publican en torno a 70.000 títulos en España, unos 200 libros al día. Para mí vender 500 ejemplares ya me parece una cifra apreciable teniendo en cuenta la cantidad de novedades que hay y el abanico de actividades con el que nos peleamos. No solo competimos con los demás libros, sino con Facebook, Whatsapp, el cine, las series, los videojuegos… con los hábitos de ocio de la gente. Por eso conseguir que 500 tíos le dediquen tres horas a un libro que publicas ya es admirable».

De todas maneras el fenómeno de las redes sociales está ahí y paradójicamente en estos tiempos se lee más; pero como dice el escritor argentino Rodrigo Fresán, en una entrevista también publicada en este número: «Y se lee más que nunca. Mi infancia estuvo marcada por la advertencia de que la televisión hacía mal a la lectura. Ahora la lectura le hace mal a la lectura, porque se lee todo el tiempo, pero se está malgastando la lectura viendo fotos de gatitos o de lo que comió al mediodía la mejor amiga. Me da tristeza que la gente lea muchísimo y llegue cansadísima a la noche y diga: «Ufff cómo leí hoy», pero no porque estuvo intentando leer Moby Dick o el Ulises de Joyce o En busca del tiempo perdido, sino porque va perdiendo el tiempo, que no es lo mismo que en busca del tiempo perdido».

La escritora mexicana Margo Glantz, en otra entrevista publicada en este número, opina lo siguiente:

«Estamos en una época en la que el fragmento es esencial. Las redes sociales nos están acostumbrando a una fragmentación cada vez más extrema. El caso último sería el tuiter, que tiene un límite de 140 caracteres pero un uso es masivo. Pero ocurre con todo. Nos estamos dando cuenta de que la gente prefiere ver las series que las películas porque son más fragmentarias. Y sin embargo, a la gente le parece absurdo que un escritor escriba un libro con fragmentos. La gente quiere que el libro tenga principio, medio y final, como tradicionalmente. Hay un marcado conservadurismo respecto a la escritura de ficción, pero se acepta tranquilamente el cambio que está sucediendo en la sociedad con la escritura privada, con la expresión misma».

Y concluye:

«Me parece muy interesante el fenómeno de las redes sociales y estoy tratando de investigar cómo funcionan y ver qué sentido tienen. Me doy cuenta de cómo el mundo moderno, con esta fragmentación extrema que es casi pulverización, ha perdido totalmente el sentido de la jerarquía. Coinciden y conviven noticias de muy diferente rango, cosas verdaderamente terribles, como la guerra química en Siria, con el divorcio de una pareja de actores. Las cosas más banales son las que más eco tienen. Si uno escribe alguna cosa inteligente, para que la gente piense, no es tenido en cuenta, pero si banaliza y cuenta sus cosas, es masivamente seguido. Hay un aspecto muy morboso en el interés de hoy, una especie de rechazo a cualquier pensamiento organizado. Y se lo digo yo que trabajo el fragmento. La fragmentación que abanderan las redes sociales es casi perversa, provoca una banalización de la cultura y una imposibilidad de definir cuáles son las cosas fundamentales de nuestra vida».

Ojalá que esta edición sea de su agrado.



REGRESAR A LA REVISTA



Servicio de Suscripción
* requerido
*






Email Marketing by VerticalResponse