martes, junio 20, 2017

Cine / España: Entrevista a Costa-Gavras

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El cineasta en 2011 durante el rodaje de El capital. (Foto: El País)

C iudad Juárez, Chihuahua. 15 de junio de 2017. (RanchoNEWS).- Dice Costa-Gavras (Atenas, 1933) que aprendió español en Torrevieja. Tres meses de trabajo en Alicante le dejaron un acento de galán francés seductoramente manchado de italiano. El director de Missing y actual presidente de la Cinemateca francesa visita Huesca con motivo de su festival de cine, donde recibe el Premio Luis Bueñuel, y lo hace convencido de que el cine es un reflejo de su sociedad o no es.

«Siempre se dice que mi cine es político y, en realidad, todo es política. El cine es básicamente un espectáculo, un instrumento para transmitir emociones. Y eso es cualquier arte. Lo era la tragedia griega en su tiempo y, en efecto, lo es el cine ahora», escribe Luis Martínez para El Mundo.

En cualquier caso, el problema es que el cine cada vez es más espectáculo y menos todo lo demás.

Eso es cierto. Se ha perdido la capacidad que tenía antes un productor y un director de proponer algo a la sociedad. Ahora sólo importa el dinero, lo rentable que pueda ser una película. Sobre todo en Estados Unidos, pero Europa se está contagiando. Parece que todos estemos haciendo películas para los chinos. Y parece también que a los chinos sólo les interesa Los guardianes de la galaxia.

Una película como Missing ¿se podría hacer ahora?

Rotundamente no. Hace poco hablé con uno de los que trabajaban en Universal cuando se rodó la película y me confesó que ahora sólo hacen momias.

Pero Missing fue conflictiva incluso para la época. Le recuerdo que le denunció el embajador de Estados Unidos en Chile...

Todo el proceso fue muy natural. Me entregaron un guión y dije que sólo me interesaban las últimas páginas, la búsqueda del padre. Y aceptaron. El único punto conflictivo fue cuando propuse a Jack Lemmon. Se quedaron de piedra. Yo les expliqué que no le consideraba un cómico. Ellos querían a Gene Hackman, pero les contesté que se trataba de contar la historia de un padre indefenso, de un pequeño burgués de derechas. Hackman habría acabado con el embajador a la primera mentira. (Se ríe).

Una constante de su cine es la del hombre solo contra el Estado, contra la barbarie. ¿Cuánto tiene de autobiográfica esta obsesión?

Probablemente mucho. Si algo he aprendido en la vida es que estamos solos y debemos resistir solos. No se resiste en comunidad. Hay que entrenarse además en la resistencia con las pequeñas cosas. Yo soy abuelo y sé lo importante y difícil que es decir que no a algunos de los deseos de un nieto. (Se ríe).

Un monumento a la resistencia es La confesión, con guión de Jorge Semprún. ¿Cómo describiría su relación con él?

Lo más importante es que aprendí mucho de él y con él. Era un hombre con una gran formación política y una inmensa altura humana. Un tipo excepcional. Podríamos haber trabajado mucho más juntos. Sólo hicimos tres películas. Pero entre los libros y los ministerios no tenía tiempo. Con él aprendí, entre otras cosas, a escuchar. Me curé de la tentación de imponer mis ideas.

En su condición de exiliado, ¿cómo ve la deriva de Europa?

Todo está basado en una gran mentira. En Francia, el 40% de la población tiene un abuelo extranjero. Debería ser un proceso natural acoger a los que vienen, a los refugiados. La historia de la humanidad es la de gente que emigra. Los que llegan no son maleantes. Los políticos tienen que convencerse y convencer a la gente de que hay una solución y ésa es acogerles.

Europa es uno de los temas recurrentes de su filmografía, ¿qué ha pasado para que vivamos lo que vivimos?

Desde siglos, Europa ha visto de todo: lo peor y lo mejor de lo que es capaz el hombre. El problema es que esta Europa que hemos construido está hecha al revés. La prioridad no puede ser la economía. Hay que empezar por la política, la educación, la cultura... Y la economía tiene que estar al servicio de todo esto. No al revés, que es lo que está ocurriendo.

¿Cómo ve a Macron, su nuevo presidente?

Es un misterio. Veremos. Lo bueno es que él representa una nueva era en la que la vieja política ha quedado fuera.

Es un fenómeno global...

Sí, ha pasado en Grecia, Italia e incluso en España por lo que veo. Es la expresión de una nueva realidad. La globalización y el mundo digital han cambiado las reglas. Todo de momento es un enigma.

Incluidas las reglas del propio cine. Como presidente de la Cinemateca francesa, ¿qué cine nos espera?

La revolución es total. Lo positivo es la universalización del medio. Todo el mundo puede rodar. El problema es que compañías como Netflix lo quieren todo. Y el problema es que son compañías sin ningún proyecto cultural. Sólo les preocupa la cuenta de resultados.

¿Puede el cine cambiar la realidad?

Sin duda. Lo ha hecho ya. El cine ha cambiado el mundo. Gracias al cine hemos visto a los otros, hemos visto el cuerpo desnudo, hemos aprendido a amar, a odiar...

Me refería al cine más vocacionalmente político.

No sé lo que es el mensaje ni jamás me he planteado una película desde el punto de vista de para qué sirve. Una película es una película y si cambia algo en la gente es cosa suya. Jamás he pensado en eso. Hago películas de lo que me interesa.


La entrevista de El País

Madrid, España. 15 de junio.- El miércoles por la noche, Konstantinos Gavras (Loutra-Iraias, 1933), más conocido como Costa-Gavras, recibió uno de los dos premios de honor del Festival de Huesca, junto a Álex de la Iglesia. El francogriego posee una carrera impecable, una colección de títulos como Desaparecido, Z, Amén, Estado de sitio, La caja de música...«Mis películas, y en general todas las películas, no son ni pueden ser un discurso político o académico, ni una lección, sino un espectáculo. Ahora bien, todas ellas hablan de la sociedad y de sus problemas, y a final eso las hace un poco políticas», cuenta por teléfono en su estupendo castellano desde Huesca, escribe Gregorio Belinchón para El País.

El nombre del premio recibido, Luis Buñuel, lleva a Costa-Gavras a hablar de su pasión por el cineasta español: «Es un grande del cine mundial. Yo estudié en la escuela algunos de sus trabajos y más tarde vi toda su filmografía en Francia. Me interesan mucho las mexicanas». ¿Puede que porque sean filmes con un mayor trasfondo social, más cercanos al estilo de Costa-Gavras? «Sí, puede, aunque algunas las hizo para sobrevivir [remata en risas]». Felicitado por su galardón, recuerda: «El pequeño Konstantinos estaría asombrado al recibir algo con el nombre de ese creador. Aunque creo que aún fue mejor el tiempo que pude pasar con él, un domingo en México mientras yo rodaba Desaparecido, gracias a su director de fotografía, Gabriel Figueroa. Fue muy emocionante».

Su defensa de su impecabilidad curricular le llevó a rechazar la dirección de la adaptación de El padrino: «El libro de Mario Puzo era muy malo; Francis Ford Coppola supo sacar de ahí una obra maestra». Desde El capital (2012) no ha hecho cine, lo que no quiere decir que esté mano sobre mano; dirige la Cinemateca Francesa –es su segundo mandato, ya la presidió en los ochenta– y así mantiene una visión muy fresca del cine actual: «Hay cosas muy interesantes, como la universalización del medio. A cambio, las nuevas compañías como Netflix parecen quererlo todo, sólo les preocupa... ¿cómo se dice? [pregunta a alguien a su lado en francés]. Eso, la cuenta de resultados».

Costa-Gavras se siente europeo. Hace años se declaraba indignado con la situación política y social en la UE. Hoy defiende que existen atisbos de optimismo. «Desde la misma UE empieza a salir un mensaje de cambio, son conscientes de que las instituciones y sus mecanismos necesitan mejorar. Y en Francia ya se ha notado con la elección de nuestro joven presidente, Emmanuel Macron. Él está realizando declaraciones en un sentido muy acertado: o cambia Europa o desaparece. La idea original de unión era extraordinaria, y políticos como José Manuel Durão Barroso –el actual presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker es un poco mejor, pero tampoco...– casi acaban con ella. No son los horizontes que necesita la actual Europa. Hay que impulsar una Europa unida en lo político, lo cultural y lo educativo». Es decir, que es optimista. «Escuchando lo que últimamente se dice, sí. Aunque si los gobernantes se dejan llevar por las pequeñas problemáticas... entonces no».

Costa-Gavras nunca ha olvidado que él fue un inmigrante, y que, señala, «cualquier europeo tiene un abuelo de otra región o de otro país», con lo que sigue con atención las noticias sobre los refugiados y el avance del integrismo islámico: «No creo que haya un apoyo a ese terrorismo, pero sí es cierto que crece su caldo de cultivo y que no hay voces generales desde la comunidad islámica europea que pidan parar eso. Es un peligro considerable porque es impredecible».

Cuando se estrenó en España su último trabajo en 2012, El capital, sobre la corrupción y los manejos del poder, aún no habíamos vivido la explosión diaria de noticias sobre el lodo de putrefacción político-económica en el que chapoteamos. Costa-Gavras se echa a reír: «No es sólo un problema español, sino de la sociedad actual. Porque el dinero hoy no es ideología, sino religión. La sociedad actual se mueve con un solo faro, la economía, y por tanto empuja a la gente al individualismo».

¿No se ha perdido la fuerza moral en los nuevos cineastas que tenía la generación de Costa-Gavras? «La respuesta es compleja, prefiero quedarme en que cada uno hace lo que puede». Y a continuación advierte que no cree en generaciones: «El cine es ante todo personal, luego nacional y finalmente europeo. Cierto, la Unión Europea debería de apoyar mucho más a que cada país ayude a su cine. Otra cosa es si muchas naciones quieren que haya un cine nacional, como un museo nacional... El cine son imágenes que viajan, aunque imágenes aferradas a una identidad, que suele ser la nacional. Luego, si los filmes son buenos alcanzan a espectadores de otros territorios. Hoy no sé muy bien qué pasará por la cabeza de los jóvenes espectadores con esas películas estadounidenses basadas solo en efectos especiales. La industria ha cambiado, olvida que el buen cine se fundamenta en las emociones de la vida».

Desde 2012, Costa-Gavras no ha rodado: «Dediqué un año y medio a escribir un libro, y posteriormente estuve pensando varios proyectos. Ahora por fin he encontrado las condiciones adecuadas para dirigir mi siguiente película». ¿Y sobre qué irá? «Es actual. No puedo contar más».

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