sábado, agosto 19, 2017

Textos / «Cartas a Henry 12» por Susana V. Sánchez

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C iudad Juárez, Chihuahua. 19 de agosto de 2017. (RanchoNEWS).- Continua Susana su dialogo epistolar con Henry, si usted llega por primera vez a esta correspondencia le sugerimos leer las primeras cartas en estos enlaces a continuación: Primera entrega Segunda entrega Tercera entrega Cuarta entrega Quinta entrega Sexta entrega Séptima entrega Octava entrega Novena entrega Décima entrega Decimoprimera entrega   

Carta # 12

Jueves 12 de Septiembre de 2013

Querido Henry:

Hoy amaneció lloviendo a intervalos, entre chubascos bien fuertes que al terminar daban paso un cielo purísimo de un azul intenso. Tal parece que el cielo se empeña en replicar el clima que tuvimos el día que nos casamos. ¿Te acuerdas? Cuando salí de mi casa estuve a punto de caerme en el arroyito que pasaba frente a la casa de mi papá (mi casa en ese tiempo), porque toda la noche había llovido y el piso estaba lodoso y resbalosísimo. Hubiera sido catastrófico, ¿te imaginas? Llegar a la iglesia con mi vestido de novia todo enlodado. Por fortuna logré mantener el equilibrio y solamente los zapatos se me enlodaron.

Siempre que pienso en ese hecho, reflexiono que nuestra boda fue como un preludio de nuestro matrimonio: lleno de problemas y vicisitudes al principio. Esos terribles primeros años de casados. Esos tiempos en que tuvimos tantos problemas, tantas dificultades causadas por otras personas. Ahora que me he hecho vieja, pienso en las enormes presiones de ese tiempo, y me sorprende que nuestro matrimonio haya resistido tantas pruebas, a pesar de que, aunque no éramos precisamente un par de adolescentes, sí éramos muy jóvenes. Actualmente, veo como los matrimonios se están deshaciendo en cuestión de meses y me pregunto si la humanidad será capaz de inventar otra institución que tenga la efectividad que ha tenido hasta ahora el matrimonio, a través de tantos siglos, para proteger a la familia y en general a los individuos. Aún en modalidades tan diferentes al matrimonio occidental, tal como lo concebimos hoy en día, como por ejemplo, la poligamia de los pueblos primitivos. Práctica que ha persistido legalmente en muchas culturas actuales hasta nuestros días; los pueblos musulmanes serían un modelo de este tipo de matrimonio. Pero no son solamente los pueblos de Medio Oriente los únicos que la han practicado, hay muchas comunidades en Occidente que también la han practicado, aunque los gobiernos de los países actuales la hayan prohibido. Los mormones norteamericanos están entre estos. En realidad, yo diría que esta práctica ha persistido en todo el mundo aunque de manera no reconocida por las leyes de hoy en día. Pensemos por ejemplo en México y su institucionalizada casa chica. Estas famosas casas chicas donde habitan amantes y concubinas de muchos hombres. Estas mujeres constituyen esposas secundarias o terciarias, es decir alternativas que al ir teniendo hijos forman familias de facto. Desde luego hay muchos tipos de relaciones que caen en esta categoría. Hay hombres que son muy responsables y sostienen económicamente a los hijos de estas otras relaciones que tienen al margen de su matrimonio; algunos incluso se ocupan de la educación de sus hijos nacidos en sus familias alternas y respaldan a estas concubinas-esposas en todo lo referente a sus hogares. O sea, muchos hombres practican la poligamia, aunque estos matrimonios de facto no estén sancionados por las leyes civiles o religiosas. Sin embargo, a la sociedad no le ha quedado más remedio que extender la protección que tienen las familias legalmente constituidas, a aquellas que se han constituido de facto. Así pues, las leyes mexicanas por ejemplo, protegen a las concubinas y sus hijos, incluyéndolos hasta en lo referente a la herencia que el padre pueda legar al morir. Y por supuesto, en todos los países del mundo occidental, el matrimonio, ya sea legalmente constituido y amparado por las leyes civiles o eclesiásticas de las sociedades de hoy en día; o en una alianza de facto, efectuada solamente por la voluntad de una pareja, recibe el amparo de la ley de una u otra forma. Entonces, el matrimonio, reconocido o no, ha sido una práctica eficaz para la constitución de la familia. Ha significado una protección que ha escudado al individuo, sobre todo a la mujer en su edad reproductiva, pero también al hombre para enfrentar las vicisitudes de la vida. Pero fundamentalmente, el matrimonio ha constituido el amparo necesario para recibir a los hijos producto de las relaciones naturales de una pareja. Además, otra función del matrimonio, que no es poca cosa, ha sido servir de base para la creación de riqueza por parte de los integrantes iniciales de una familia.

No sé qué otros modos será el Hombre capaz de inventar para proteger a los individuos, sobre todo a los niños, las nuevas crías humanas. Porque por otra parte, el matrimonio ha tenido también una efectividad muy grande en proteger al individuo adulto, al ser humano como tal. Y estas reflexiones me llevan siempre a pensar en mi propio matrimonio. Esa intensa y duradera relación que establecí contigo el día de nuestra boda. Ese día también estuvo lloviendo y saliendo un luminoso sol serrano a intervalos. Nos casamos en pleno verano. Ese día, hizo un calor exuberante por la mañana y cuando por fin se vino la tempestad, por la tarde, como acostumbra acontecer en mi Madera, mi querido pueblo, enclavado en la Cordillera de la Sierra Madre del Occidente mexicano, el ambiente se refrescó tanto que quise liberarme del traje de novia para poder ponerme un suéter. Recuerdas, vida mía, cuando nos fuimos al hotel para seguir la pachanga con tu familia y tus amigos. Cuando cayó la noche estaba haciendo un franco frío, el frío húmedo de la Sierra donde yo crecí. Pero a nosotros no nos molestó para nada que estuviera lloviendo tanto. ¿Recuerdas mi amor que desde ese día siempre consideramos la lluvia una señal de buena suerte? Y estoy segura que así fue. Por casi 30 años, la lluvia fue nuestro amuleto de la buena suerte.

Hoy, en tu funeral fue un día igual. Con la salvedad de que aquí estamos en el desierto. En este salvajemente seco desierto que comparten el Norte de México y el Sur de los Estados Unidos. También hoy, que es tu despedida de este mundo, ha estado lloviendo de manera intermitente. Sigo creyendo que es un augurio de buena suerte. Quiero darle el adiós a tu cuerpo físico, agradeciéndole al cielo por esa señal que fue tan íntima y particular para nosotros. Quiero despedirte con todos los honores de este mundo que transitaste con tanta valentía y repartiendo tanto amor y tanto bien. Tu cuerpo vuelve a la tierra, pero tu alma maravillosa iluminará para siempre la vida de los que te hemos amado, de aquellos que tuvimos la fortuna de acompañarte.

Como te comenté anteriormente, decidí celebrar tu funeral y tu misa de despedida el mismo día, aunque en este país se acostumbra llevar a cabo esos dos eventos en días diferentes. Pero tus hermanos quieren irse el sábado y yo quise que tuvieran un día de descanso después de todos estos eventos y sobre todo por la terrible pesadumbre que ha constituido para ellos acompañarnos durante tu estancia en el hospital. La necesidad del traslado a sus hogares, en esas ciudades tan distantes donde ellos viven va a ser muy pesada después de estos dolorosísimos días.

En la mañana me levanté preocupada por la convicción de que no sé exactamente dónde está la iglesia. A pesar de la tristeza enorme que ya me embarga, sé que tengo que ocuparme de todos los asuntos relacionados con estos actos. Quisiera que todo saliera muy bien; que tu despedida sea la que tú hubieras querido, la que te mereces.

Tal como lo platicamos infinidad de veces, las personas fallecidas no están aquí para disfrutar o deplorar sus honras fúnebres. Este tipo de eventos se hacen por supuesto en beneficio de los que se quedan, de los sobrevivientes. Y, como lo planeamos cuando estábamos sanos y “en pleno uso de nuestras facultades mentales” como se dice en los tratados legales, acordamos que el que sobreviviera haría el funeral de acuerdo a como creyera que fuera lo mejor para la familia del fallecido. Así que aunque tú y yo nunca hemos sido seguidores de ninguna religión en particular, decidí hacerte un funeral completamente católico, en beneficio fundamentalmente de tu mamá y en general de tu familia. Por fortuna, tanto nuestro hijo como tus hermanos y mi hermana nos estuvieron colaborando en todo momento y en todos los detalles que se necesitaron. Eso me quitó una enorme carga de encima. Por ejemplo, alguien más se encargó de localizar la iglesia, que está ubicada en el área Oeste, lleno de calles laberínticas, llenas de curvas que serpentean y van a dar a veces a los lugares más inesperados. Pero por suerte, no nos perdimos, cosa que nos sucedió en Pensilvania en la boda de Wilbur, pérdida que nos ocasionó que nos perdiéramos el rehearsal y desde entonces tú y yo nos ganamos una mala fama de faltistas. Pues en esta ocasión, llegamos perfectamente a tiempo. La misa, en general transcurrió sin incidentes; como fue temprano en la mañana, la mayoría de los asistentes fueron compañeros tuyos del trabajo: tu jefa en primer lugar y prácticamente todo el grupo de traductores. Chris y yo fuimos los encargados de leer las partes de la biblia correspondientes a la misa. Yo escogí la 2da. Carta de San Pablo a los corintios, donde habla sobre el amor, exactamente la misma que se leyó durante la misa de nuestra boda. A Chris le asignaron su lectura y él leyó en inglés, por cierto que la misa también se llevó a cabo en inglés, pero yo leí mi parte en mi propia biblia en español. Cuando llegamos a la iglesia apenas había una ligera llovizna, pero conforme avanzó la misa el cielo se fue encapotando hasta quedar gris oscuro y al salir, estaba lloviendo a cántaros. Me sentí muy emocionada, era como una repetición del comienzo de nuestra vida en común y supe que me acompañarás de aquí en adelante en tu nueva forma espiritual. Tal vez todos los que lean esta carta se sientan confundidos. Los muy religiosos lo tomarán como un sacrilegio y los no creyentes pensarán que soy una loca que está inventando su religión particular. Los epítetos y las etiquetas no me importan. Desde el día que el hálito divino de la vida abandonó tu cuerpo, he sentido tu presencia a todas horas junto a mí. Aquel día en que nos casamos me juraste tu lealtad hasta la muerte, pero ahora sé que tu compañía la tendré hasta el final de mis días. Me ha correspondido sobrevivirte porque ése era mi destino y Dios así lo quiso. Pero así como estuvo escrito por el dedo del destino que tú me acompañaras en mi paso por esta vida, también sé que el amor que nos hemos tenido es más fuerte que la muerte.

Al terminar la misa nos regresamos todos a casa para descansar y comer porque a las cuatro de la tarde teníamos que presentarnos en la funeraria. A la funeraria sí acudió una gran cantidad de personas. El jefe máximo de la oficina de El Paso llegó temprano y el primer discurso lo dio él. Te hizo tales elogios que me sentí profundamente honrada de haber sido tu esposa. Estuve platicando con algunos de tus compañeros, por supuesto con Pepe y Sandra, también con Luis y con Olga. Casi todos los traductores estuvieron también en el funeral, pero también muchos de los empleados de otras oficinas y por supuesto los agentes. Yo también quise dirigirles unas palabras a los asistentes. En general les quise narrar como fue que nos conocimos, como dejamos de vernos por años y cómo nos volvimos a encontrar por mera casualidad y en este segundo encuentro decidimos casarnos. Y, como de allí en adelante permanecimos juntos hasta el sol de hoy, como dicen los puertorriqueños. Les hice una invitación a varios de los asistentes para que nos contaran de cómo había sido su relación de amistad contigo, pero el único que aceptó fue Homero. Me encantaron las palabras con las que se dirigió a la concurrencia para hablar de ti. Y por supuesto, le agradezco de todo corazón todo lo que dijo. También Katy recordó los tiempos en que iba a la casa de tus papás, cuando era novia de Will, y la profunda amistad que estableció con todos ustedes, pero especialmente contigo. Mientras estábamos en estas verdaderas charlas familiares, en la capilla ardiente había una televisión bastante grande donde se estuvo pasando el video de las fotos que escogieron tus hermanos y que por sí mismas hacen una narración visual de muchos momentos importantes de tu vida, desde que eras un bebé en brazos de tus padres. Fue muy extraño contemplarme a mí misma en las fotos de nuestra boda, siempre había visto esas fotos en su formato original de 3X5, así que contemplarme en esa enorme televisión, con ese vestido de novia que hoy en día se ve tan anticuado, fue una experiencia verdaderamente fuerte. No podía creer que me hubiera atrevido a ponerme una corona de tales dimensiones, en fin que me sentí un poco ridícula. Pero también me dio una gran ternura acordarme de esos días tan lejanos, pero tan presentes por lo determinantes que fueron en nuestras vidas. En muchas de esas fotografías yo estoy atacada de risa, mientras que tú tenías cara seria de circunstancias. Me pregunté si estarías preocupadísimo por la vida que acabábamos de iniciar, pero henos aquí, juntos todavía; y ¡ahora sí para siempre vida mía!


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