miércoles, septiembre 20, 2017

Libros / «Conversación en Princeton» de Mario Vargas Llosa

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Mario Vargas Llosa durante la presentación de Conversación en Princeton. (Foto: Archivo)

C iudad Juárez, Chihuahua. 20 de septiembre de 2017. (RanchoNEWS).- El escritor peruano publica, junto a Rubén Gallo, Conversación en Princeton (Alfaguara), un compendio de las clases literarias impartidas por el Nobel donde ahonda en el papel del intelectual y el oficio de novelista. Andrés Seoane escribe para El Cultural.

¿Debe un escritor respetar la verdad? Bajo esta sencilla pregunta, el Nobel peruano Mario Vargas Llosa impartió en 2014 una serie de charlas en la Universidad de Princeton con la idea de estudiar las relaciones entre historia y ficción, «sobre el testimonio que puede ofrecer la literatura cuando se ocupa de hechos históricos. Durante varios meses, quince alumnos y yo debatimos sobre si al hablar de historia, la literatura debe ser fiel o tomarse las libertades de una novela; sobre hasta qué punto la fantasía puede intervenir en una novela con hechos históricos», ha explicado el Nobel, que se mostró impresionado y encantado con la participación constante de los alumnos y con los intercambios de opiniones, hasta el punto de afirmar que «no exagero un ápice si digo que en estas clases he aprendido yo más sobre mi propia obra que los mismos estudiantes».

Todas las charlas aparecen ahora reunidas y ordenadas en el volumen Conversación en Princeton (Alfaguara), preparado por el catedrático de Literatura Hispanoamericana Rubén Gallo, en aquel entonces director del Programa de Estudios Latinoamericanos de la universidad norteamericana. «El modelo del curso fueron las Conversaciones con Goethe, diálogos recogidos por su secretario J.P. Eckermann donde el maestro se explayaba sobre el por qué de sus obras. Quise hacer algo parecido con el Goethe de nuestra época», ha explicado Gallo. «Además, el libro supone una reivindicación de algo que está amenazado, la literatura. Las tecnologías digitales destruyen la capacidad de concentración, no solo para leer, sino también para pensar y dialogar. Incluso en las propias universidades, en los departamentos de literatura, ya no se estudia la propia literatura, sino teorías literarias rancias. Por eso creo que es simbólico sentar a casi 20 personas tres horas a la semana a charlar de literatura y nada más», ha afirmado.

En este sentido se ha pronunciado Vargas Llosa, defensor del papel clave de la literatura y del «buen lector» en la construcción de la sociedad, que ha manifestado que «espero que esta revolución digital no mate a los lectores. No entro mucho en las redes sociales, pero me horroriza en lo que se ha convertido el lenguaje en lugares como Twitter». El escritor mantiene la esperanza de que «la literatura prevalezca sobre esta oleada, porque si no vamos a volver a convertirnos en monos, ya que solo la buena literatura enseña las enormes posibilidades comunicativas que ofrece el idioma. Si no sobrevive, la sociedad del futuro será invivible», ha remachado. Sin embargo Gallo ha querido rebajar la alarma recordando que «ya en los años 30, los escritores decían que la radio empobrecía el lenguaje y el cine provocaba un descenso de la capacidad de concentración. Creo que esto es una nueva oportunidad para la literatura de reinventarse y regenerarse, como a principios del siglo XX».

Literatura y compromiso

La selección de novelas de Vargas Llosa comentados en las clases presenta un claro contenido político ya que en todas ellas es la política el elemento central de una forma u otra. Charlar sobre Conversación en la catedral, Historia de Mayta, ¿Quién mató a Palomino Molero? o La Fiesta del Chivo, ha llevado al escritor a reflexionar sobre las evidentes diferencias de compromiso entres su generación y los escritores de hoy. «Mi generación estuvo muy comprometida con la acción política porque cuando era joven Latinoamérica estaba plagada de dictaduras que queríamos derrocar», ha recordado. «En los 50 y 60 era muy difícil concebir a un intelectual que prescindiese de la política, como fue Borges. Ahora todo ha cambiado, porque ya no existen apenas dictaduras, salvo Cuba y Venezuela, y aunque las democracias sean imperfectas, son populares». Esta situación ha motivado a ojos del Nobel «la desmovilización del intelectual y del escritor, que ahora se ocupa de la cultura como un ámbito que no debe envilecerse con la política, algo con lo que yo no estoy de acuerdo», ha recalcado.

Hablando de política, el escritor ha sido inevitablemente cuestionado sobre la actualidad catalana, tema sobre el que se pronuncia con énfasis y nostalgia. «Quiero mucho a Cataluña, porque viví cinco años en Barcelona, pero ya no la reconozco en la de hoy. Eran los últimos 70, el fin de la dictadura, y ninguna ciudad lo aprovechó tanto como aquella Barcelona, capital cultural de España entonces, que ejerció de puente de unión entre los escritores españoles y latinoamericanos, que se habían dado la espalda 40 años», ha expuesto. Además, Vargas Llosa asegura que «no conocí a ningún nacionalista en esa época, en la que existía la idea de que el nacionalismo era algo anticuado y anacrónico, de viejecitos que vivían en el pasado».

Volviendo al presente, el escritor ha confesado que «creo que el referéndum no va a tener lugar porque es un anacronismo contrario a la tónica de estos tiempos, que avanzan hacia lo contrario», en referencia a la Unión Europea y a los procesos de integración. «El independentismo es una enfermedad que está creciendo de forma lamentable en Cataluña y que va en contra de las leyes. Mi esperanza es que el gobierno tenga la energía suficiente para abortar este golpe de Estado en ciernes».

Una vida escribiendo

De nuevo en terreno literario, tras una vida entera dedicada a la escritura, Vargas Llosa considera que su visión de la literatura mantiene vigencia hoy frente a cuando comenzó con la pluma. «No ha variado en lo fundamental, que es considerar la literatura clave para la formación de una sociedad libre y democrática, una sociedad más crítica y más difícil de manipular», ha sostenido, enfático. Sin embargo sí reconoce que ciertos elementos evolucionan. «Cuando era joven creía a Sartre y a su famosa frase "las palabras son actos". Creía que la literatura era una forma de acción social. Hoy en día creo menos en el efecto instantáneo de la literatura, pero sí creo en su efecto, que es intangible y sobre todo impredecible». Además, afirma que con el tiempo sus novelas se han vuelto más sencillas, menos barrocas. «Al principio una busca la complejidad, la oscuridad, como prueba de erudición y de calidad literaria, pero después descubre que la clave reside en la claridad, como decía Borges».

En respuesta a la pregunta planteada al inicio de las clases en Princeton, Vargas Llosa recuerda que la lección más provechosa con los alumnos fue un día en que hablaron de Tolstoi y de su manera de escribir Guerra y paz. «Tolstoi quería ajustarse a la verdad, pero se la saltó alegrísimamente empujado por la efervescencia creativa. Sin embargo su testimonio prevalece sobre cualquier manual y sobre la verdad histórica», algo que el Nobel ve como un ejemplo de cómo un escritor con talento puede cambiar la historia retroactivamente. «Yo mismo investigo mucho para poder mentir en mis novelas con conocimiento de causa», ha bromeado.


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