sábado, octubre 07, 2017

Textos / «Queremos tanto a Hef» por Carlos Velázquez

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PIE DE GRABADO. (Foto: Archivo)

C iudad Juárez, Chihuahua. 7 de octubre de 2017. (RanchoNEWS).- Hugh Hefner falleció el pasado 27 de septiembre y Carlos Velázquez realiza un ejercicio de memoria sobre este mítico personaje del medio impreso y su impacto en la cultura contemporánea, el texto lo publica La Razón en su suplemento El Cultural.

Uno de los pasajes más memorables de mi educación sentimental fue patrocinado por Hugh Hefner.

La primera revista Playboy que compré fue aquella donde se encueró Alejandra Guzmán. Era 1993. Yo tenía quince años. La doña del puesto de revistas del barrio me ubicaba bien. Yo era un clientazo. Mi evolución como consumidor de revistas se basaba en el eje Capulinita-Video Risa/Simón Simonazo-Box y Lucha. Las de rock las compraba en otra parte. Con la insolencia que me otorgaba que ya se me parara el pito, me planté ante la doña y solicité la Playboy. Con parsimonia, sin levantar la vista de su crucigrama, me pidió mi credencial para votar. Me quedé paralizado. No te la puedo vender, remató. Eres menor de edad.

Me fui a casa decepcionado de mi boxeadora. Qué falta de lealtad para con la clientela. Había estado dejándole todo mi dinero durante años. Y así me pagaba. Aquella noche conocí el insomnio. El coraje no me dejaba dormir. No se me ocurría a quién pedirle el favor de que adquiriera la revista por mí. Estaba rodeado de puro profesional del bulin. Uno de las pasatiempos favoritos de la raza era «salar» a la gente. Esto significaba que te bajaran los calzones y te llenaran los genitales y el culo de sal. O de tierra.

Regresé al puesto de periódicos. Con la mirada con que el oso Yogi codicia la miel, yo observaba la revista. Compré un Sensacional de Luchas y me alejé. No estaba dispuesto a darme por vencido. No me quedó alternativa. Me presenté frente a la boxeadora y me delaté. Le confesé que era yo quien todos los días le robaba un ejemplar del diario de un costado del puesto. Nunca me había descubierto. Le prometí que si me vendía la Playboy dejaría de hacerlo. Por primera vez en los más de cinco años que me había presentado ante ella, despegó los ojos de su crucigrama.

Las materias con las que trabajaba Hef eran el deseo, el anhelo, el morbo. Y con ello construyó un imperio. Me vendió la revista con la amenaza de que si me la descubrían y la echaba de cabeza, ella me acusaría con la policía. Le pagué los quince nuevos pesos y me entregó la Playboy en medio de una publicación de crucigramas. Me encerré en el baño de mis casa a guachar la revista. Me sentí estafado. Pinche Alejandra Guzmán no enseñaba ni madres. Ni un méndigo pezón. En aquel momento no lo aprecié, pero lo que había ocurrido era una muestra de la mente maestra de Hugh Hefner, cuya filosofía inspiró la versión mexicana de Playboy. Demostraba que era más que un simple comerciante de carne. Era un genio de la vendimia. Las materias con las que trabajaba Hef eran el deseo, el anhelo, el morbo. Y con ello construyó un imperio.

Tres años más tarde volví a caer en la trampa. Ora sí con credencial para votar en mano, me agencié la Playboy con Stephanie Salas en la portada. Esta vez hubo pelos. Y en exceso. La cantante de Ave María no se rasuraba ni el pubis ni las axilas. Si existe alguien que haya impactado a nivel intergeneracional, es Hef. Por lo que dos décadas después apareció Frida Sofía, la hija de la Guzmán, en Playboy. Pinche Hef, sólo le faltó la conductora de Mujer casos de la vida real para tener al póker de la dinastía Pinal.

Este espacio no alcanza para enumerar la influencia que Hef tuvo en la cultura occidental. Recuerden aquel capítulo de los Simpsons en que Bart sale en una bata color vino echando burbujas con una pipa de juguete. Esa postal se la debemos a Hef. Aunque Playboy ha sido una publicación duramente criticada, siempre se menciona entre sus fortalezas la presencia de plumas pesadas. Publicó por entregas Farenheit 451, además de colaboraciones de Updike, Nabokov, Bellow, Baldwin, Mailer, entre muchos otros. Se nos olvida que era una revista de desnudos. Pero Hef era un visionario. Y lo que nos quedaba a deber con la revista nos lo pagaba en televisión. Cómo olvidar su reality: La mansión de Playboy.

En ese show conocí a la que sería mi fantasía sexual de los últimos años: Kendra Wilkinson. No me perdía el programa por ella. Incluso descargué su sex tape. Mi telón de fondo preferido en muchas de mis cogidas. Traducción: nunca dejé de ser un cliente del artista llamado Hugh Hefner. El pasado 27 de septiembre se nos fue pal otro barrio, dejando un legado y una marca a la que ningún mortal puede aspirar. Y varios lo intentaron, Larry Flint por ejemplo, pero les ha faltado la clase que a Hef le sobraba.

Murió a los noventa y un años. Figura controvertida, héroe para muchos, machista para otros, hay que reconocer que fue fiel a sus ideales. Cuando la industria pornográfica se vulgarizó, Hef mantuvo sus creencias en cuanto a lo que él consideraba debía ofrecer su publicación: el deseo por lo inalcanzable.

Hef, te vamos a extrañar.


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