miércoles, febrero 07, 2018

Textos / «Fernando Pessoa, en su destiempo» por Enrique Andrés Ruiz

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Juego de damas (1927), óleo de Ábel Manta (Foto: Archivo)

C iudad Juárez, Chihuahua. 5 de febrero de 2018. (RanchoNEWS).- A poco que hayamos frecuentado el Libro del desasosiego que ­Pessoa puso en la autoría del contable Bernardo Soares, sabremos ya que su extrañamiento, sí, de la vida y la acción comunes, lo sustrae a las coordenadas precisamente históricas, y que su incurable exilio de la vida espontánea le hizo ver reflejada en lo otro y los otros su dolorosa cautividad reflexiva. Es esto —«el hombre completo es el que se ignora»— lo que aleja su personalidad creadora del optimismo o euforia, ya fuesen constructivos o destructivos, de la época de las vanguardias, que fue la suya. Más cabría reconocer en él los rasgos platónicos y paulinos o quizás agustinianos —pero en todo caso existenciales— de quien se duele por no poder ser un transeúnte como otros, con la fe impremeditada que se supone en ellos, volcado como ellos en la acción práctica y sin distancia consigo mismo.

De hecho, de Pessoa se hace muy dificultoso extraer lo que en otros llamaríamos «su estética» si entendemos por ello únicamente una economía propia del significado de las formas simbólicas; primero porque su personalidad no consiste en ninguna identidad unitaria, sino en la subjetividad hecha astillas que Ángel Crespo (su introductor español, junto a José Antonio Llardent) llamó una «vida plural». Y no sólo por el despliegue de sus heterónimos, sino por el angustiado desgarro que emparentaría mejor, qué sé yo, con la reflexión a la vez religiosa y política del Dostoievski de Los demonios, por ejemplo.

El texto de Enrique Andrés Ruiz es publicado en el suplemento Babelia de El País



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