lunes, julio 30, 2018

Artes Plásticas / El museo que vende «warhols» para comprar obras de mujeres y afroamericanos

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Fragmento de Planes, rockets, and the spaces in between, de 2018, de Amy Sherald. (Foto: Archivo)

C iudad Juárez, Chihuahua. 30 de julio de 2018. (RanchoNEWS).- Hay museos que cacarean su voluntad de abrir sus salas, en un futuro hipotético y necesariamente lejano, a más mujeres y artistas surgidos de las minorías étnicas. Y luego están los que realmente toman cartas en el asunto. El Museo de Arte de Baltimore (BMA) se sitúa, sin lugar a dudas, en el segundo grupo. La pinacoteca estadounidense, soberana institución fundada en 1914 en esta ciudad de la costa este, ha generado estupor y titulares al vender siete obras de su colección, firmadas por nombres de primerísimo nivel como Andy Warhol o Robert Rauschenberg, para financiar la compra de otras piezas de artistas pertenecientes a colectivos poco representados en sus salas. Principalmente, mujeres y afroamericanos. Se trata de «corregir o reescribir el canon artístico de la posguerra», como sostiene su director, Christopher Bedford, un escocés de 40 años que llegó al museo hace dos con la voluntad deliberada de hacer temblar sus muros.

«Nuestro mandato como museo consiste en coleccionar las obras más relevantes de la actualidad. Para lograrlo, debemos despojarnos de los sesgos de otro tiempo, que institucionalizaron el racismo y la discriminación de género dentro del museo y siguen condicionando nuestro acercamiento a la historia del arte», explica Bedford, que en 2017 fue comisario del pabellón estadounidense en la Bienal de Venecia, ocupado por el artista afroamericano Mark Bradford. «Es un intento de afirmar que el relato narrado por nuestra colección no es preciso, porque se basa en principios de exclusión que no se adecúan a nuestros valores actuales», añade. Considera que ese desequilibrio resulta todavía más flagrante en una ciudad como Baltimore, de mayoría afroamericana: según datos del censo de 2010, el 64% de sus residentes son negros. Sin embargo, en una tarde veraniega, cuesta encontrar a alguno en el museo, a excepción de los vigilantes de las salas.

Álex Vicente reporta desde Baltimore para El País



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