viernes, octubre 19, 2018

Textos / «El tiempo del profesor Marcuse» por J.J. Armas Marcelo

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Herbert Marcuse (Foto: Archivo)

C iudad Juárez, Chihuahua. 17 de octubre de 2018. (RanchoNEWS).- Los que ahora ya somos viejos, pero tenemos muy buena memoria (tal vez seamos los menos…), de vez en cuando pensamos en Herbert Marcuse, aquel profesor de California que revolucionó nuestras «creencias ideológicas» durante algunos años. Aquellos textos nos parecían luminosos: la crítica al marxismo soviético, la dedicada con sosiego y razonamiento al sistema capitalista, la reflexión sobre nuestros instintos, el Eros y el Thanatos, alumbraban nuestras discusiones universitarias en 1968 y lo recordábamos, una vez más, en 1978: de ese tiempo mercurial somos los viejos de hoy que tuvimos la suerte de entrar y salir de la Universidad sabiendo que habíamos estado en la universidad. Marcuse fue un maestro en el mundo entero, sus libros se leyeron en cátedras universitarias y en conferencias por todo el orbe, se le leyó, se le citó y se le discutió hasta la saciedad. Para nosotros era un filósofo.

Uno de estos días, estaba negociando mi tiempo conmigo mismo cuando vagaba por mi pequeña biblioteca de mi casa de Madrid y cayó en mis manos llenas de ocio lector el nombre y los libros de Marcuse. De ahí nace esta reflexión. Aquel profeta, ¿qué era en realidad? Era fundamentalmente un profesor universitario. Sí, un agitador de conciencias, un hombre que traía a nuestro pensamiento político y social nuevas ideas en las que ampararnos a la hora de respirar y soñar con la libertad. Ah, claro que sí, me refiero a la libertad personal, primero que ninguna, y a las demás libertades, incluso aquellas que la masa defiende como propias y que no son fruto sino de su imaginación tal vez calenturienta o fructífera. Éramos, pues, universitarios marcusianos, pisando la dudosa luz de aquel mercado de valores que el capitalismo, en lucha contra el comunismo, nos había marcado: como elementos críticos, resistentes, y peligrosamente consagrados a la utopía de que también había hablado el profesor Marcuse.

El texto de J.J. Armas Marcelo lo publica El Cultural



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