martes, enero 08, 2019

Textos / «Bienvenidos al año del ‘sfumato’» por Ángela Molina

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Una mujer observa la obra L.H.O.O.Q., de Marcel Duchamp. (Foto: Archivo)

C iudad Juárez, Chihuahua. 4 de enero de 2019. (RanchoNEWS).- Una de las últimas creaciones de Leonardo da Vinci (1452-1519) es un conjunto de dibujos de unos personajes disfrazados para lo que parece una mascarada. Están pintados al carboncillo, con trazo firme y preciso, y a la vez envueltos en un fondo neblinoso. Hay un jinete con un sofisticado sombrero de ala ancha que monta un caballito de madera, un joven con unas vaporosas mangas que lleva al cinto un cuerno de caza, un andrajoso mendigo que parece más un actor y una mujer de potentes piernas que hacen pensar que se trata de un hombre. Leonardo tituló este último dibujo La Dama que señala, y es ciertamente inquietante. Su cuerpo está representado de perfil, un brazo apunta hacia delante mientras la cabeza se vuelve hacia nosotros. Tiene la misma sonrisa enigmática que la Mona Lisa. Es posible que Leonardo la pintara en paralelo a su retrato más famoso y que le llevó 16 largos años de asertivos toques y pentimentos (1503-1519). En él, la esposa de Francesco del Giocondo hace con su mano derecha un gesto de admonición que recuerda al del ángel bizco de Paul Klee que «entona su himno frente a Dios antes de disolverse en la nada» (Walter Benjamin).

Leonardo da Vinci falleció el 2 de mayo de 1519. En pocos meses habrá transcurrido medio milenio de eras malgastadas y acontecimientos que jamás hubiéramos imaginado o que quizás se han perdido ya en el tiempo, como lágrimas en la lluvia. Servirán, al menos, para pensar en la urgencia de volver a las lecciones del sabio humanista que, bajo la piel de la pintura, dispuso las bases de la posterior revolución científica y de tantas narraciones visuales que comenzaron con las palabras de Zaratustra a la multitud: «Estamos cansados del hombre. El ser humano es algo que debe ser superado». Nietzsche no se refería a una evolución en clave darwinista, sino a la creación de una nueva naturaleza, una biolítica en la que la especie humana no sería más que un puente natural entre el simio y el poshumano, un ser diseñado por el propio hombre para sucederle y superarle. Un ultrahombre.

El texto de Ángela Molina es publicado por el suplemento Babelia de El País



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