viernes, noviembre 15, 2019

Cine / «El irlandés»: El hombre que mató a Jimmy Hoffa

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Escena de la película. (Foto: Archivo)

C iudad Juárez, Chihuahua. 13 de noviembre de 2019. (RanchoNEWS).- Con El hombre que mató a Liberty Valance (1962), John Ford prácticamente certificó el fin del wéstern. El crepúsculo del género vino así de la mano de una de las películas más bellas, melancólicas y categóricas de su autor. Ford estaba en su derecho: gracias a él el wéstern volvió a nacer con La diligencia (1939), vivió su transformación hacia la madurez con Pasión de los fuertes (1946) y la trilogía de la caballería y alcanzó una modernidad de la que era imposible volver con Centauros del desierto (1956); así que si alguien debía dar carpetazo al asunto, debía ser él. Liberty Valance fue una película extrañísima en su tiempo, con actores en la cincuentena que debían pasar por jóvenes, con un protagonista (Tom Doniphon / John Wayne) que debía ponerse del lado de la ley del Este, volviéndose contra su hábitat natural, porque era lo que debía hacer, aunque ello implicara perder todo lo que amaba y, encima, que la leyenda se imprimiera por encima de él para que se llevara el mérito un pie tierno con la cara de James Stewart que no distinguía una punta del caballo de la otra.

El término «crepuscular» abarca tanta tristeza y belleza que, hasta ahora, sólo un género tan puro como el wéstern había podido hacerse con él. Hasta ahora (repito). Dado que si algo es la última película de Martin Scorsese es puro cine de gangsters crepuscular. Al fin y al cabo, Scorsese, como Ford, ha vivido la evolución del género desde que Johnny Boy / Robert De Niro y Charlie / Harvey Keitel, sus chavales de Malas calles (1973), repartían estopa a base de bien en los billares de Brooklyn, pasando por la distintas etapas de madurez (éxito) que el crimen organizado italoamericano fue alcanzando en Uno de los nuestros (1990) y Casino (1995), hasta acabar en el geriátrico donde un anciano Frank «El irlandés» Sheeran (cómo no, Robert De Niro), arranca su relato en forma de flash-back (y en plano secuencia) de cómo pasó de «pintar casas» –maravilloso eufemismo del asesinato a sangre fría– hasta acabar compartiendo vida y miserias con una de las más grandes leyendas de la extorsión, el soborno y el asesinato: Jimmy Hoffa (Al Pacino); cuyo cuerpo, aún hoy, sigue en paradero desconocido.

Una reseña de Alejandro G. Calvo para El País

La reseña