domingo, mayo 10, 2020

Textos / «Un elefante en la sala» por Sergio Zurita

.
Los protagonistas y el puente de Queensboro, en la emblemática escena de Manhattan. (Foto: imdb.com)

C iudad Juárez, Chihuahua. 8 de mayo de 2020. (RanchoNEWS).- Una escena de la película Recuerdos (Stardust Memories) comienza con una toma abierta —un long shot estilo Antonioni. En una playa, a lo lejos se alcanzan a distinguir tres figuras: dos seres humanos y un elefante. Corte. Ahora la cámara está mucho más cerca. La bellísima Charlotte Rampling abraza a un adolescente pelirrojo con lentes —se le nota lo pelirrojo aunque la película sea en blanco y negro. El adolescente sale de cuadro y entra Woody Allen. Es su cumpleaños. Ella le da tres regalos espléndidos. «¿Sabes?», dice él, «cuando era niño, quería que me regalaran un elefante». «Yo te hubiera regalado un elefante», dice ella. «Sí, ¿pero dónde estabas tú?», pregunta él.

Muchas películas después, en Crímenes y pecados (Crimes and Misdemeanors), el personaje interpretado por Woody Allen está filmando un documental acerca de un filósofo, el profesor Levy, quien dice: «Con el ser amado ocurre una extraña paradoja: le pedimos que nos devuelva ese amor incondicional que sentíamos de niños y, al mismo tiempo, le pedimos que borre todo el daño que nos hicieron en la infancia». La escena de Recuerdos es ejemplo de esa paradoja. Woody Allen quiere que su amada viaje al pasado, mucho antes de que se conocieran, para regalarle un elefante. ¿Por qué un elefante? Supongo que porque, cuando eran niños, tanto el verdadero Allen como su personaje querían ser magos. Pero ayer volví a ver la película y ese elefante se convirtió en el elefante que a veces está en la habitación y del que nadie quiere hablar porque, de hacerlo, ya no se hablaría de otra cosa. En este caso, el elefante apareció en 1992, cuando periódicos y revistas del mundo se volvieron tabloides y todos los noticieros, programas de chismes. Fue cuando Mia Farrow acusó a Woody Allen, su pareja sentimental, de haber abusado sexualmente de dos de sus hijas adoptivas; una de ellas coreana, de unos 16, con supuesto retraso mental. Y la otra —horror— de siete años.

El texto de Sergio Zurita es publicado por el suplemento El Cultural de La Razón

El texto