viernes, junio 19, 2020

Textos / «Monsiváis (una N. de la R.)» por Fabrizio Mejía Madrid

.
Carlos Monsiváis. (Carrtón de Rocha)

C iudad Juárez, Chihuahua. 19 de junio de 2020. (RanchoNEWS).- «Ya que no tuve niñez, déjenme tener currículum», escribe Carlos Monsiváis, una vez que, en su evocación de 1943, emigra con su familia de La Merced a la colonia Portales en busca del prometido Templo presbiteriano. Instalado en la soledad de la minoría que ve en Juan Diego al primer fan del star system, reconoce que su familia es como cualquier otra: Edipo es el gentil griego que mantiene unida a la familia mexicana. En los libros bíblicos, en los cómics y en el voyerismo del California Dancing Club adquiere por igual la devoción como memorización sonora y el estremecimiento espiritual del ruego: «Otros tres de pollo, por favor». La tragedia griega la lee como novela policiaca, antes de que cundan las telenovelas. Sin aliento para competir en la natación de la Y (Guay) contra Alberto Isaac, decide experimentar la Ciudad de México como se vive una descripción y a las descripciones como todo lo que no dijeron sus maestras en la primaria Pedro María Anaya, en San Simón Ticumac, sobre los ídolos patrios: «Un héroe sin eslóganes es como una maestra de primaria que no llora el 15 de mayo». Resume su infancia como materia optativa: «Historietas, himnos y soledad».

A los 13 años ayuda a su tío a repartir volantes a favor de Miguel Henríquez Guzmán, el candidato cardenista que osa enfrentar al PRI alemanista. Les hacen fraude electoral y son masacrados en La Alameda el 7 de julio de 1952. «La derrota y la represión», escribe, «representan mi ingreso al escepticismo y el desencanto». Tras un breve paso por un club que llevara el nombre de un comunista brasileño (Luis Carlos Prestes), decide que lo suyo es «el socialismo sentimental»: John Reed, Upton Sinclair, las brigadas internacionales en ayuda de la República en España, y las huelgas de pizcadores que narra John Steinbeck. Ya en la Prepa Uno, la de San Ildefonso, se abate por saberse de «una generación-puente»: «Sigo viviendo el desenfado como meta y no, de modo natural, como punto de partida» (Amor perdido, 1980).

El texto de Fabrizio Mejía Madrid lo publica Proceso

El texto