lunes, noviembre 22, 2021

Textos / «Antonio Escohotado: la voz intempestiva» por Rafael Narbona

Antonio Escohotado. (Foto: Archivo del autor)

C iudad Juárez, Chihuahua. 21 de noviembre de 2021. (RanchoNEWS).- España es un país pródigo en energúmenos. No utilizo el calificativo para expresar desprecio, sino para certificar un hecho. Según su etimología griega y latina, el energúmeno es un poseído, alguien con una fuerza interior que le impulsa a conducirse con vehemencia. Para los griegos, esa agitación procede de la presencia de un «demonio», al que no se concibe como un genio maligno, de acuerdo con la tradición judeocristiana, sino como un «dios». El «demonio» de Sócrates, un energúmeno para sus conciudadanos, es una inspiración divina que incita a buscar implacablemente la verdad, una actitud que suele suscitar perplejidad, incomprensión y malentendidos. España cuenta con grandes figuras con ese talante: Unamuno, Rafael Sánchez Ferlosio, Gustavo Bueno y Antonio Escohotado, que acaba de morir con ochenta años.

De joven Escohotado fantaseó con alistarse en el Vietcong, pero ya en su vejez se alineó con el liberalismo, criticando ferozmente la utopía comunista. El filósofo explicó esa evolución alegando que ya no pretendía ser «original e ingenioso», sino «sabio y ecuánime». En su obra Los enemigos del comercio, una historia moral de la propiedad, dividida en tres volúmenes publicados entre 2008 y 2017, y, según su autor, «el libro de mi vida», critica la idea de que «la propiedad privada es un crimen y el comercio su instrumento». Esa perspectiva no brota en los albores del capitalismo, sino en la Antigüedad, cuando la secta esenia interpreta el sexto mandamiento como una condena del comercio por constituir un acto impuro. El Sermón de la Montaña corrobora esta lectura, afirmando que algún día los últimos serán los primeros. Se establecen de esta manera las bases de una interminable guerra de clases que culminará con el comunismo, una ideología responsable de una de las matanzas más apocalípticas de la historia.

El texto de Rafael Narbona lo publica El Cultural