sábado, enero 22, 2022

Textos / «Al otro lado del espejo» por Luigi Amara

Berthe Morisot, El espejo psiqué, 1876. (Foto: museothyssen.org)

C iudad Juárez, Chihuahua. 21 de enero de 2022. (RanchoNEWS).- Cada vez que nos miramos al espejo fingimos que no estamos ante un abismo. Reacios al vértigo de la profundidad, sobre todo si se nos hace tarde, nos acicalamos con más prisa que inquietud, con más inocencia que cautela, a pesar de que la superficie reflejante nos devuelva una imagen inestable y movediza de nosotros mismos.

Antes de la invención del espejo era necesario contemplarse en un remanso de agua. Los actuales de vidrio y azogue, que se popularizaron hacia el siglo XVII, curiosamente significaron una vuelta al recurso del agua. El vidrio se compone de átomos de silicio y oxígeno, dos de los elementos más abundantes sobre la superficie del planeta: se encuentran, por ejemplo, en la arena. Al calentar cristales de cuarzo, las moléculas de dióxido de silicio se funden y adoptan la estructura caótica de los líquidos, a través de la cual la luz penetra fácilmente. Según los químicos, la transparencia del vidrio se debe a que, al enfriarse, sus moléculas no vuelven a comportarse como en estado sólido, sino que permanecen como algo viscoso que se desplaza a una velocidad tan lenta que resulta inapreciable. Gracias a la magia plateada del azogue, al mirarnos al espejo volvemos a inclinarnos a una superficie líquida, en calma engañosa.

El texto de Luigi Amara es de su columna Fetiches ordinarios del suplemento El Cultural de La Razón