Gelatin-Silver Print
16x20" Image
Unmatted
$1500
Producción : 41/2, Allan Young Productions, Canal +, Det Danske Filminstitut, Edith Film Oy, Film I Väst, Hachette Premiêre, Isabella Films B. V., J&M Entertaiment, KC M, Vibeke Windeløv, Gillian Berrie, Els Vandevorst, Liisa Pentilä, Peter Aalbæc Jensen y Anja Grafers
Dirección : Lars von Trier
Guión : Lars von Trier
Países : Dinamarca-Suecia-Francia-Noruega-Países Bajos-Finlandia-Alemania-Italia-Japón-Reino Unido-Estados Unidos
Año : 2003
Director de Fotografía : Anthony Dod Mantle
Fotografía : Color
Música : Antonio Vivaldi y David Bowie (Young Americans)
Edición : Molly Marlene Stensgård
Actores : Nicole Kidman (Grace), Harriet Andersson (Gloria), Lauren Bacall (Ma Ginger), Jean-Marc Barr (el hombre del sombrero grande), Paul Bettany (Tom Edison), Blair Brown (señora Henson), James Caan (el gran hombre), Patricia Clarkson (Vera), Jeremy Davies (Bill Henson), Ben Gazzara (Jack McKay)
Duración : 177 minutos
Distribución : Gussi-Artecinema
Sinopsis :
Inspirado en los principios del teatro Bretchiano, Lars von Trier filmó esta película enteramente en un escenario cerrado en el que la mayoría de los elementos escénicos están representados por marcas en el suelo. En este lugar, una mujer llamada Grace ha llegado en busca de refugio, y aunque la gente del pueblo se lo ofrece, ¿cuál será el precio que deba pagar? En contraste con la tranquila voz de cuento de hadas ofrecida por la narración de John Hurt, las actuaciones son naturales y crudas. Se trata de una parábola sobre la misericordia, la venganza y la fragilidad humana, que presupone la primera parte de una trilogía sobre Estados Unidos.
Premios :
Festivales :
SI DEJAMOS DE DANZAR
Si dejamos de danzar,
Onoruame
-nuestro Dios, Padre y Madre-
se entristecería.
Su tierra se marchitaría
y su sonrisa se acabaría
y caeríamos enfermos y cansados
al lado del camino
como un arbol en tiempo de sequía;
A la siembra le faltaría la lluvia
y la vida sería un mal sueño sin fin.
Nuestros niños andarían solos
con sus pensamientos,
lejos de lo demás,
y se perderían en el monte
donde Onoruame
ya no convive con el hombre
porque el hombre ya no busca su ayuda.
Si dejaramos de danzar
las cuatro columnas que sostienen el mundo
se nos caerían encima,
ya no habría alegría
en los cantos de los pajaritos,
y los animales se vengarian,
Acabarían con nosotros
como nosotros sin ningún respeto
acabamos con ellos.
Pero la danza
todavía es nuestra oración,
curación de nuestras almas,
Es el incienso
que le ayuda a Onoruame
-a pesar de todo lo que anda mal-
a sonreir y a seguir su lucha
contra la oscuridad.
Romayne Weeler
Antes de estudiar fotografía, Lourdes Almeida tomó, desde niña, clases de dibujo, porque su madre tenía una academia de arte. Luego estudió en la escuela libre de desnudo en Florencia, Italia; y el collage tampoco es nuevo en su producción.
En sus múltiples trabajos en torno de la Virgen de Guadalupe, Almeida empleó cajitas de hoja de lata, pero distaban mucho de las cajas concebidas para el proyecto Correspondencia habitada, cuya segunda parte se exhibe desde el miércoles en la galería Oscar Román, en Julio Verne 14, colonia Polanco.
Sin embargo, es la primera vez que la fotógrafa trabaja con la modalidad denominada arte correo. Para su exposición, Almeida preparó un texto en el que describe cómo al principio del siglo XXI, a mayor velocidad, varios usos cotidianos de la comunicación se vuelven obsoletos por la llegada de nuevas tecnologías, como sucede con el servicio postal en México, sobre todo con la correspondencia privada, que a raíz del correo electrónico cada día se envían menos cartas.
''Muy pocos utilizan el servicio postal y menos aún asisten físicamente al correo. A pesar de eso, algo que todavía no se puede enviar por correo electrónico son los objetos que representan la constancia física de los afectos", dijo Almeida.
Como de niña recibía cartas, la nostalgia, entonces, la condujo a retomar la correspondencia mediante el servicio postal. El proyecto Correspondencia habitada nació del envío que le hizo su hija Gael desde la India. Le gustó tanto el paquete que no lo quería abrir. Después de un mes de cambiarlo de un lugar a otro, decidió enterarse de su contenido, pero también registrar el proceso con su cámara.
Fue así como le surgió la idea de invitar mediante carta a diferentes amigos que tiene por el mundo para que le mandaran un objeto por correo ordinario. El paquete siempre debería contener un periódico del lugar de origen, el cuál servirá para ubicar la procedencia, además de los timbres y sellos que describirían el recorrido de la pieza.
Con el objeto recibido, y demás contenido del envío, Almeida se propuso realizar una pieza-arte objeto con la técnica del collage. Hace un año expuso la primera etapa del proyecto. Ahora expone piezas que recibió de Suiza, Francia, Egipto, Inglaterra, Brasil, Estados Unidos, Puerto Rico y México.
La muestra de la Oscar Román consta de 12 collage/arte objetos e igual número de grandes fotocomposiciones digitales que documentan la apertura de los paquetes. La calidad de las fotografías a color hace que rivalicen con la viveza de las cajas, pues las impresiones contienen sus propios collages que parecen surgir de la superficie.
Si el proyecto se inició con un envío de su hija, la segunda parte se cierra con otro paquete de Gael, ahora procedente de Inglaterra, consistente en un kit con ''tips clave" para sobrevivir como estudiante en Londres.
-Cuando todos estaban en el exilio ninguno se interesó por mi suerte, nunca. Sobreviví con mis medios. Quizá fue demasiado fuerte el rechazo que sentí. Sobre el eco de mi obra le diré una cosa y no me va a creer. Desde hace dos años "El beso de la mujer araña" circula libremente y sin embargo no salió ni siquiera un comentario. Con Alfonsín la censura no existe más, pero no se escribió una sola línea para un iibro que ha suscitado tantas reacciones, positivas y negativas en tantos países del mundo.
-Después de Italia y París se fue a Nueva York. Ahora vive en Río de Janeiro en vez de Buenos Aires. ¿Por qué abandonó Nueva York, el centro del mundo?
-Soy afortunado, no tengo necesidad de vivir en una ciudad, de ir a la oficina. Mi trabajo lo puedo hacer donde sea. Y Nueva York tiene esos inviernos tremendos, esos veranos ardientes, y en un determinado momento, me pareció que no era muy sano. Me fui también por la llegada de Reagan; yo no creía que el pueblo americano llegara al punto de elegir a Reagan, que tenía en sus espaldas el caso Angela Davis, porque él era el gobernador de California cuando aquello sucedió. Y poco a poco sentí que, incluso, el clima cambiaba. Yo, por ejemplo, había vivido en Estados Unidos durante todo el período del movimiento hippie, que había sido una cosa muy grande, muy importante, y ver cómo se moría en un espectáculo que no podía soportar. Para mí, Europa y Estados Unidos son, de todas formas, lugares para volver, pero para mi vida cotidiana necesito una realidad sudamericana. En Brasil hay una tolerancia que yo no había encontrado nunca, distinta de la de Nueva York, donde podés andar desnudo y ninguno dice nada, pero porque de alguna manera nadie te ve ni te observa. La mirada carioca es otra cosa, no es critica pero jamás es indiferente.
-¿Qué piensa el autor de "El beso de la mujer araña" de esta version cinematográflca y americana?
-Cuando la vi solo, en la cabina de montaje, antes de que saliera sobre la pantalla, estaba muy preocupado, me parecía muy distinta del libro... Y ya me había preocupado antes, por la elección de los protagonistas. No los veía en sus papeles, eran muy distintos físicamente. El actor Raúl Julia, demasiado viejo para Valentín, que es un chico de 26 años, y William Hurt, con un físico demasiado definido. A Molina me lo imaginaba al borde de los 40 años, con poco cabello, ni lindo ni feo... En la novela, Molina es un personaje gris, que no asume su cuerpo. Y en la cabina se me confirmaban todos mis temores. Pero cuando después la vi con el público fue una sorpresa enorme. Sentí que quien había realizado la película había alcanzado a comunicar mucho de lo que yo había querido decir con el libro. Por otros caminos, pero lo había hecho. Así es que puedo decir: ésta no es mi película, es la película de Babenco. pero yo estoy satisfecho.
-De todas maneras ni la CBS ni Héctor Babenco, el director de la película, pidieron su colaboración para el guión -en el que usted tiene la experiencia de "Boquitas pintadas" y de "Recuerdo de Tijuana"- ni para la dirección. ¿Por qué? ¿Para tener mayor control sobre el texto y sobre la película?
-Yo tuve un control mínimo, esto es cierto, pero había vendido los derechos y por lo tanto no debo lamentarme de nada. La dirección, en realidad, me la habían casi ofrecido, pero yo no la quise. No me gusta el trabajo de dirección, me parece demasiado autoritario. Para el guión, en cambio, no es que no haya querido, yo lo habría hecho, pero desde el principio habían decidido que tenía que hacerlo un norteamericano. Yo conozco bien el inglés, escribí inclusive un libro en inglés, pero quizás ellos no se confiaban lo suficiente.
-¿Cómo cree usted que se expresa el tema de la homosexualldad en la película?
-Me parece que la película puede ser una metáfora de lo que yo pienso de la homosexualidad. Para mí, la homosexualidad no existe, es una proyección de la mente reaccionaria. Quiero decir: hay personas que realizan actos homosexuales, pero sería necesario entender que el sexo no tiene trascendencia, no tiene peso moral. El sexo es como comer, beber, dormir, forma parte de la vida vegetativa y por esto es que no me parece que la identidad deba pasar a través de la sexualidad. La idea de dar un peso moral al sexo es un crimen cometido hace muchos siglos, se dice que fue un patriarca el que concibió esta monstruosidad para controlar a las mujeres.
-¿Entonces usted tampoco cree en la identidad gay, en la cultura gay?
-Yo admiro mucho a los movimientos de liberación gay pero creo en la integración y pienso que hay que hacer una propuesta más radical: negar el sexo como signo de identidad. Yo he tenido conflictos muy graves con la cultura gay, pero creo que es un hecho necesario porque estamos en un estado de transición. Por otra parte, mi crítica más amarga es que en Estados Unidos a las minorías se las calma así, formando un ghetto. Y es el ghetto lo que a mí no me parece bien. Cuando la película se presentó en Cannes suscitó polémicas irritadas entre algunos críticos sudamericanoss molestos por lo que definían como una imagen sin matices del joven revolucionario. En la película, en efecto, Molina es asesinado por los compañeros de Valentín y ese gesto parece una verdadera crueldad, una prueba de falta de humanidad. También en el libro Molina es asesinado por los revolucionarios, pero es él el que lo pide antes de que la policía descubra la cita, porque sabe que si lo meten preso no va a tener la fuerza de no hablar y así es que prefiere morir. quedar limpio a los ojos de la persona amada, en un sentido romántico y muy femenino ¿no? Porque antes que nada, para él está el rol que se ha elegido en la vida. Por lo demás, toda la novela es una reflexión sobre los roles; los dos personajes están oprimidos, prisoneros de los roles, y lo interesante es que en un cierto momento logran huir de los personajes que se han impuesto. Pero no es que superen todos los límites; Molina queda como la heroína romántica que elige la muerte bella, el sacrificio por el hombre amado.
-¿Y la dureza, el aplanamiento del personaje de Valentín?
-Sí, en el libro y en las versiones teatrales Valentín tiene más matices, en el film es menos conflictivo y también menos contradictorio. Quizás esta graduación es la que funcionó para el público norteamericano, la otra en cambio no los habría convencido. Quiero decir... un público reaccionario encuentra, por ejemplo, simpático a este Valentín, porque queda golpeado por su generosidad, por el hecho de que él sea capaz de hacer un sacrificio como hacer el amor con el otro, contra todos sus prejuicios sexuales. En resumen, yo no siento mía la película pero veo que funciona, y con eso me quedo en paz.
-Usted una vez escribió que su elección de la literatura, respecto del espacio cinematográfico, se debía también a una posibilidad de "realismo" que el cine no permite...
-Cuando elijo una historia realista me encuentro mucho mejor con la literatura porque siento el realismo muy ligado al método analítico de trabajo, que permite la acumulación de detalles. En el cine, en cambio, me siento mucho más a gusto en las narraciones fantásticas, alegóricas. Para mí, la fantasía es síntesis, como el cine, como los sueños nocturnos, verdaderos modelos de síntesis donde en un minuto pasa delante nuestro una historia entera. El realismo cinematográfico, en cambio, me da un poco de miedo, tengo miedo de quedar encerrado en un realismo fotográfico.
Entrevista de Giovanna Pajetta a Manuel Puig aparecida en Crisis, Nº41, abril de 1986. ©
I thought the day after Christmas would be one of leisure, so I prepared a stack of music CDs to burn on my iPod. Headlines scrolled across the television screen: Sri Lanka was hit by floods.
Since the tropical island off the southern tip of India is part of my territory as South Asia Photo Editor for the AP, I called down to Colombo to check on the reports. By the time I logged on to the AP network to check the wire, the death toll had risen to 120 in Sri Lanka. Within an hour, I was booked on a flight from New Delhi to Colombo.
Gemunu Amrasinghe, our chief photographer in Colombo, was down south to drop off his mother for a big Buddhist holiday in the area and got trapped. I tried to get in touch with Gemunu but he was out of range. A message popped on my computer screen that said he was in a house that had collapsed and might have been hurt.
As the death toll kept climbing, there was news that areas of southern India were also being hit by large waves. Our desk editor Sebastian John was on duty. Gurinder Osan, another New Delhi-based photographer, and I looked at the map to determine which photographers should go where. Our first call was to M. Lakshman, our photographer in Madras, the capital of southern Tamil Nadu state, and told him to get to the scene.
Gurinder booked a flight to join Lakshman; still no word from Gemunu.
Eranga Jayawardena, another Colombo-based AP photographer, traveled to the closest coastal area and came across with photos that we put out on the wire early, in time for Asian deadlines. AP was the first to have pictures out of Asia, and it showed in the play the next day, when Eranga managed to get 100 front pages with the first photos of the Boxing Day tsunami, one of the largest natural disasters of modern times.
Logistics, mobilizing people and safety are major components of my job. Over the first few days of the unfolding drama, we would have to deal with Gemunu's digital camera body and wide-angle lens being lost to the sea, as well as Gautam Singh's camera also lost to the flood waters in Tamil Nadu. Eranga's camera stopped working and our sat phones would not connect properly to our laptops, forcing our photographers to drive for seven to eight hours in gridlock, back to Colombo to send images to our control bureau in Tokyo.
My first day on the ground in Sri Lanka came some 16 hours later. Pyasena, our trusted driver -- essential in such calamities -- picked me up at the airport with Malaysian photographer Vincent Thian at 2:30 a.m. on Monday. We first drove to Gemunu's house, who had managed to get back to Colombo. He wobbled down the stairs of his home with a bandaged knee that he had hurt when the house he was standing in collapsed. He briefed us on the situation and once again I was huddled around a map with colleagues.
We made a brief stop to buy a generator for backup electricity and set off for Galle, Sri Lanka's largest tourist town in the south. When we arrived about 8:30 in the morning, Vincent and I agreed to go to the hospital in Karapatiya, near Galle, where the bodies from the tsunami were being taken, and meet back at the car in half an hour.
When we walked into the hospital, we had to take care to not trip over bodies; dazed survivors streamed in like ghosts, stumbling through the maze of halls and rooms trying to recognize missing loved ones, or hoping not to.
A loud cry pierced the improvised morgue as a mother found her child, a curl of foam rising from her small, gaping mouth. A woman began to faint as she saw her father with a plastic tube still attached to his throat, a medical attempt to save the drowning man. He was dead.
Vincent and I headed next to the beach, agreeing, as before, to meet in 30 minutes so we could get on the road to transmit.
Boats and cars had been flipped like bathtub toys, onto the road or on top of houses. Sea water had inundated living rooms and shops with mud, leaving furniture in disarray, driving palm trees through windows. In a very eerie way, one could get a glimpse of what people might have been doing minutes before the tsunami hit.
After a short ride along the coast we set up the sat phone and computers to edit and transmit. We managed to get a good signal from a French satellite over the Indian Ocean, but when we dialed up to connect, the line was dead. Murphy's Law: Logistics proved to be more challenging than shooting.
We set off again, back up to Colombo along a riddled road to get images out to the world of the tragedy that huge waves brought to Sri Lanka.
Elizabeth Dalziel is AP's chief South Asia photographer and the New Delhi photo editor. She has covered the Israeli-Palestinian conflict and the war in Iraq.
http://dirckhalstead.org/issue0501/dis_dalziel.html