viernes, marzo 04, 2005

El ámbar: la resina que se convirtió en joya


Posted by Hello

Óscar Enrique Ornelas

Hay un auge de la explotación del ámbar. Los precios han mejorado, más artesanos se dedican a la fabricación de piezas y se está exportando. Pero es una gema con historia. En El ámbar de Chiapas y su distribu- ción en Mesoamérica (UNAM), la arqueóloga mexicana Lynneth S. Lowe condensa una investigación sobre esta resina que parece joya pero nació frijol.
El ámbar no es una piedra preciosa. Se trata de una resina fósil que puede ser estudiada desde la botánica, la química o la paleobiología. En su origen era la goma de un árbol de una leguminosa que al quedar sepultada en un medio libre de luz y oxígeno se fosilizó a lo largo de más de 20 millones de años.
Durante la época prehispánica, el ámbar se convirtió en un símbolo de estatus. Los mexicas, por ejemplo, lo traían de la costa de Chiapas para el uso de comerciantes y guerreros distinguidos. Eran los "bezotes" que tanto impresionaron a los empresarios-aventureros de la tropa de Hernán Cortés.
La idea de estudiar el ámbar, explica Lynneth S. Lowe, surgió al recuperar unos ejemplares de ese material durante una exploración arqueológica en el sitio Cimientos de Las Margaritas, Chiapas.
Hace unos dos años, comenta la arqueóloga del Centro de Estudios Mayas de la UNAM, se obtuvo la Norma Oficial Mexicana (NOM), que ya lo identifica como ámbar de Chiapas, con lo que se le ha dado más valor a este material. Desde la época prehispánica los mexicas tenían su propia clasificación del ámbar: era su NOM. Distinguían el ámbar amarillo que parecía tener fuego en su interior; el ámbar quetzal, de color verdoso, y el menos apreciado, blanco, con nubosidades, al que nombraban apozonalli, que significa "burbujas de agua", como se puede ver en el Códice Florentino.
Para los fines de su investigación, Lowe comparó muestras de ámbar de varias partes del mundo, prestadas por la universidad estadounidense de Oregon, e intervinieron los enigmáticos aceleradores de partículas del Instituto de Física de la UNAM para llevar a cabo lo que técnicamente se llama "análisis de procedencia". Sobre el ámbar se habían realizado análisis de tipo químico y de espectroscopía de resonancia nuclear magnética del carbono 13, pero a través de ellos no era posible distinguir los diferentes yacimientos mexicanos. Gracias a una técnica nueva del Instituto de Física de la UNAM denominada pixe, la arqueóloga Lowe, con la colaboración del físico José Luis Ruvalcaba, pudo obtener un espectro que identifica los materiales. Con base en esto, se pudieron hacer asociaciones y proponer que lo más posible es que las piezas de ámbar encontradas en Las Margaritas procedan de Totolapa. Se trata de un análisis provisional, advierte Lowe: "Faltan más pruebas, pero el trabajo ha resultado bastante productivo."
-Para el estudio del ámbar chiapaneco -abunda Lowe- nos servimos de los datos arqueológicos, pero también de los etnohistóricos que aparecen en las fuentes coloniales (crónicas de viajes, de clérigos), así como de la información actual acerca de las minas de ámbar, especialmente en la zona norte de Chiapas, donde esta resina sólida se ha explotado de forma tradicional.
El ámbar se utilizó en la época prehispánica para hacer pendientes, cuentas para collares, unos cilindros que contienen también elementos de jade o de concha, orejeras de carrete como las que aparecieron en la Tumba 7 de Monte Albán que tenían casi 12 centímetros de diámetro, discos para narigueras y otro tipo de ornamentos como los mosaicos.
-Desde el punto de vista arqueológico -precisa Lowe- hemos encontrado que las evidencias más antiguas del uso del ámbar vienen de la región olmeca, en la zona arqueológica de La Venta, alrededor del año 500 aC. También hay en El Mirador y Chiapa de Corzo. Del periodo Clásico aparecen evidencias en Toniná, por ejemplo. Pero el uso más frecuente fue durante el periodo Posclásico. Hay objetos de ámbar tanto en el altiplano central, en lugares como Tlatelolco y en el Templo Mayor, como en Oaxaca y en general en el área maya. El tipo de adornos más común eran unos discos que se usaban como narigueras en un agujero que se practicaba en el séptum de la nariz. Los simbolismos varían según la región. Entre los chiapanecas estas narigueras de ámbar sólo podían ser usadas por los más ancianos del pueblo. En cambio, en el norte de la península de Yucatán, tales adornos eran utilizados por las mujeres.
El ámbar es muy vulnerable, hace notar la investigadora de la UNAM. "Como se trata de una sustancia orgánica es propensa a sufrir daños tanto por estar expuesta a la intemperie como por las técnicas de conservación recientes. Muchos de los hallazgos que se hicieron en épocas tempranas ya no existen. Al estar expuesta al oxígeno, la pieza se oxida y tiende a desintegrarse. De ahí la importancia de conservarla en un ambiente adecuado y de evaluar cuidadosamente la aplicación de sustancias consolidantes o adhesivas. Se puede decir que el ámbar es una material frágil y objeto de leyendas. Otro problema es que el ámbar no siempre se identifica correctamente. A veces lo identifican como resina vegetal o como copal y no como ámbar."

El ámbar de Chiapas y su distribución en Mesoamérica, de Lynneth S. Lowe, será presentado mañana, a las 13 horas, en el Auditorio 3 de la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería. Intervendrán el arqueólogo Tomás Pérez y la autora.