miércoles, septiembre 07, 2005

Amis y la Inglaterra de Blair

El polémico autor inglés se desmadra como nunca: su sátira esperpéntica congrega a reyes, corruptores, matones y gacetilleros

Los temas del sexo, las drogas, las mafias, el terrorismo, la inseguridad o la hipocresía burguesa son machacados hasta la extenuación


ROBERT SALADRIGAS / La Vanguardia (Barcelona)





Lo peor que le puede ocurrir a un enfant terrible confortablemente instalado en la provocación, es que con el tiempo se convierta en rehén de su propia imagen. A estas alturas no seré yo quien discuta el talento de Martin Amis (1949) que lo singulariza respecto a los otros miembros no menos brillantes de su generación. No todas las obras de Amis me parecen incuestionables, pero algunas como El libro de Rachel, La información, Experiencia o La guerra contra el cliché las he leído como lo que creo que son: productos de una inteligencia original y corrosiva empeñada, como los grandes deicidas del siglo XIX, en oponer al desorden del mundo real moderno un mundo ficticio que se nutre de la frenética neurosis crítica de su creador. Eso, creo, vale lo mismo para las invenciones que para los ensayos o sus zambullidas en las aguas revueltas de la memoria. Es como decir el toque Martin Amis que hace sus textos anticonvencionales, impecables en cuanto a estructura narrativa y dominio de los diversos registros de la lengua inglesa. Ahora bien: aunque siempre polémica, no tengo la menor duda de que la obra literaria de Martin Amis, dentro de los límites que se impone, está profundamente injertada en la vertiginosa paranoia de la historia en los últimos treinta años. Pero, con todo, me temo que en su última novela, Perro callejero (Yellow dog, 2003), un desbordante volumen de casi medio millar de páginas, el maduro Amis ha sucumbido a la vorágine de la realidad del nuevo siglo que por ahora se niega a ser sometida a un orden y una jerarquía que hagan asimilables sus desvaríos.

Fiel a su estilo libre de narrar, a su gusto por la parodia y la sátira para en teoría apresar mejor el espíritu perverso de la modernidad, en vez de una novela coherente Amis ha escrito un cómic esperpéntico. ¿Paisaje? Los sumideros de la Inglaterra de Tony Blair, metáfora de los repulsivos laberintos por los que fluye la vida humana en la paradisiaca sociedad del bienestar. La primera trama concierne a Xan Meo, actor y guionista, hijo de delincuente, casado por segunda vez con una profesora, Russia, y padre de dos niñas.

Meo recibe un fuerte golpe en la nuca por haber citado en una novela a un tal Joseph Andrews, peligroso criminal que fue enemigo de su padre. De resultas del traumatismo, Meo pierde el dominio de su sexualidad que lo transforma en corruptor de sus propias hijas, al tiempo que planea la venganza. El protagonista de la segunda es Clint Smoke, estrella del tabloide Morning Lark,un repugnante siervo de la pornografía y la difamación sistemática, obsesionado por la insignificancia de su pene. El trío protagonista lo completa Henry IX, el rey de Inglaterra cuya hija, la princesita de 16 años, ha sido fotografiada desnuda en una bañera, lo que lleva a los amantes padre e hija, bajo chantaje, a abdicar.

El cruce de todos ellos, además de cierto cadáver febril que viaja en un avión amenazado por la trayectoria de un cometa que sugiere la idea del Leviatán sobrevolando la Tierra pecadora, matones, reinas del porno y demás especies salvajes de la fauna urbana sirven a un Amis cáustico pero desmadrado como nunca para machacar hasta la extenuación (del lector) los temas del sexo, la pedofilia, el incesto, la pornografía, las drogas, las mafias, el terrorismo, el fortalecimiento de la mujer, la debilidad masculina, la hipocresía burguesa, la inseguridad ciudadana, los peligros del islam, la lacra del amarillismo periodístico, la estupidez de una realeza caricaturizada y la desprotección de los menores ante los abusos en nuestro mundo de amoralidad sin freno paradójicamente invocada por Xan Meo, una vez restablecido y vengado, como moraleja última.

Este fugaz brote de ternura en la mente de semejante sujeto, como el punto de luz que restalla al final de un túnel interminable, suena a cínica indecencia. ¿Una sátira feroz? Despiadadas me parecen las sátiras de Jonathan Swift. ¿Novela dura? Para auténticamente duras las de Céline, Pynchon, Cormac Mc-Carthy o Peter Handke. ¿Piedra de escándalo... en Inglaterra? Lo fueron en su momento el Ulises de Joyce y los Trópicos de Henry Miller, rechazados por obscenos. Pienso que en ningún caso la historia de play station que Martin Amis nos cuenta sale bien librada de las comparaciones. Aunque tal vez, pese a mi profunda decepción, el libro cuaje en el mercado y los lectores incondicionales del autor lo sobrevaloren. La devoción suele cegar.

Martin Amis Perro callejero Traducción de Javier Calzada ANAGRAMA 430 PÁGINAS 19,50 EUROS